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Tribuna
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¿Está cerca la plena ocupación?

España registró plena ocupación nominal en los años setenta. Desde entonces, persigue estimular el trabajo para reducir la variable más dañina de la economía: la tasa de paro. La inmigración y la existencia de una voluminosa bolsa de activos ocultos aplazan la consecución del objetivo

Durante el primer trimestre de 2007 el 54% de la población con más de 15 años tenía empleo en España (el 66%, de la de edades comprendidas entre 16 y 64). Esta es la cifra máxima alcanzada desde que apareció la Encuesta de Población Activa en 1964. El mínimo se alcanzó en 1985 y en 1994, cuando la proporción bajó del 39%. Esto es, en los últimos 13 años la tasa de ocupación aumentó en 15 puntos porcentuales, lo que indica que cada año creció regularmente más de un punto. No obstante, todavía están en paro un 1,9 millones de personas, lo que significa el 5% de la población y el 8,5% de los activos (aunque sólo el 7,8% de los activos con nacionalidad española). Esta última cifra se sitúa sólo ligeramente por encima de la media de la Unión Europea. Tiene, pues, sentido hacerse la pregunta del título: ¿Está cerca el pleno empleo?

La respuesta a tal pregunta depende de lo que entendamos por pleno empleo. En Estados Unidos la tasa de paro actual se sitúa en torno al 4,5% de los activos (aunque en 2001 bajó del 4%) y al final de la crisis de empleo de 2002-2004 no llegó a superar el 6,5%. Si entendemos por pleno empleo una tasa entre el 4% y el 4,5%, como se hace en Norteamérica, entonces para alcanzarlo tendríamos que reducir todavía la tasa española -y la europea- en un 4% de la población activa. Como ésta se sitúa ya en torno a 22 millones de personas, podría pensarse que para conseguir el pleno empleo bastaría con crear 900.000 empleos adicionales -una cifra equivalente al crecimiento del empleo del último año y medio-. Pero las cosas son algo más complejas.

En primer lugar, porque durante los últimos seis trimestres la población activa creció en 100.000 personas más que la población ocupada, de modo que, pese al fuerte ritmo de creación de empleo, todavía quedó espacio para un aumento del desempleo. Y ese aumento de la población activa se debió a que la población creció en algo más de 900.000 personas, y a que su tasa de actividad aumentó en algo más de un punto. Sobre todo, aumentó la población inmigrante, ya que la población de nacionalidad española solo creció en 120.000. Además, la tasa de actividad de los inmigrantes es muy superior a la española (76,3% frente a 58,6%) y durante el último año y medio ambas crecieron 0,7 y 0,8 puntos, respectivamente (y la tasa femenina total creció 2,3 puntos). En suma, la población activa aumentó en razón de dos nuevos activos inmigrantes por cada uno de nacionalidad española (650.000, frente a 320.000), y dos mujeres por cada hombre. Como se crearon 370.000 empleos para nativos y 508.000 para inmigrantes, la tasa de paro de los nacionales cayó cuatro décimas, mientras que la de los inmigrantes aumentó en 2,5 puntos, situándose en 12,6%.

'Los inmigrantes no quitan empleo a los españoles porque ambos mercados de trabajo son comple-mentarios'

Todo ello permite extraer tres lecciones: en primer lugar, el pleno empleo es un blanco móvil, porque la población y la población activa crecen tanto como el empleo cuando éste crece a fuerte ritmo (en cambio, no se puede añadir '... y viceversa', porque cuando el crecimiento del empleo se desacelera -como acaba de suceder con el empleo inmigrante- la población activa no amortigua inmediatamente su crecimiento).

En segundo lugar -y pese a los prejuicios existentes- los inmigrantes no les quitan el empleo a los españoles porque ambos mercados de trabajo no son sustitutivos, sino complementarios, hasta el punto de resultar compatible un descenso del desempleo entre los nacionales con un fuerte aumento entre los inmigrantes (y lo mismo cabría afirmar si, en lugar del empleo en general, hablásemos del empleo estable). Esto se ha observado y analizado detalladamente durante los últimos 15 años en California, donde la inmigración estimuló la demanda y los salarios de la mayoría de los nativos (aunque el salario medio no creciera), al elevar la productividad, la estabilidad y la demanda de especialidades y tareas productivas complementarias, ocupadas mayoritariamente por nativos.

Finalmente, para aproximarnos a la situación de pleno empleo no hay que mirar sólo hacia el volumen de empleo, sino hacia la disponibilidad de los parados para cubrir las vacantes que se les ofrecen, lo que depende de la cuantía del 'salario de reserva'. Dado el ritmo actual de crecimiento del empleo, las recomendaciones de la OCDE y de la UE consisten en reducir la intensidad de la protección del desempleo, compensándola con subvenciones, incentivos o impuestos negativos, para que los desempleados acepten ocupar empleos sin tensionar el crecimiento de los salarios, evitando alimentar la inflación y deteriorar la competitividad: la UE llama a esto 'activar' la política contra el desempleo.

Álvaro Espina. Asesor de la Dirección General de Política Económica del Ministerio de Economía y Hacienda y profesor Asociado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense

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