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Tribuna
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El género electoral

Con las elecciones a la vuelta de la esquina, los partidos han comenzado a enviar las papeletas de voto a los domicilios acompañadas de una carta de presentación de los candidatos. En Madrid, Rafael Simancas, aspirante socialista al Gobierno de la comunidad, se dirige al potencial votante con un 'Estimado/a amigo/a', mientras que Miguel Sebastián, que postula a la alcaldía por el mismo partido, encabeza su epístola con 'Estimado amigo'. O Sebastián no sabe que las mujeres tienen derecho al voto, o se niega a comulgar con el nuevo uso del idioma que su compañero de cartel, aparentemente más sumiso a los dictados de la Secretaría de Igualdad del PSOE, ha adoptado.

Todavía no ha llegado la propaganda de todos los partidos, pero hay antecedentes que hacen temer lo peor, porque no es ésta la primera mala pasada que les juega a los políticos su febril adscripción a este lenguaje políticamente correcto que ellos mismos han inventado sin encomendarse ni al usuario ni a la Academia.

Durante la tramitación de la Ley de Igualdad los parlamentarios rivalizaron a ver quién introducía más enmiendas para eliminar 'la utilización sexista del lenguaje', luchando codo con codo independientemente del color político de su partido. En el Congreso se llevaron la palma el Grupo Popular y Esquerra Republicana, con seis enmiendas cada uno, aunque los catalanes se pueden considerar vencedores porque no sólo abominaron del lenguaje sexista, sino también del androcéntrico, y eso es un grado. El Grupo Socialista quedó en un discreto tercer puesto con una sola enmienda.

En el Senado ganaron por goleada los populares, con nueve enmiendas idiomáticas, una de ellas múltiple: tocaba el preámbulo, un artículo, 14 disposiciones adicionales y una final. Entesa Catalana no estuvo a la altura y se conformó con cuatro enmiendas. Los socialistas abandonaron la partida.

Pero este esfuerzo sin parangón de nuestros legisladores ha dado resultados como mínimo dudosos y en el Boletín Oficial del Estado del viernes 23 de marzo se leen cosas como ésta: 'La realización de estas acciones podrá ser concertada con la representación de los trabajadores y las trabajadoras, las organizaciones de consumidores y consumidoras y usuarios y usuarias…'.

Es un extracto del artículo 73, párrafo segundo, de la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres. Hasta ahí es solamente una anécdota. Pero en ese mismo artículo, párrafo tercero, o sea, el inmediato siguiente, se dice textualmente: 'Se informará a los representantes de los trabajadores de las acciones que no se concierten con los mismos'. ¿Y a los de las trabajadoras, se pregunta el lector? ¿No se les informa de nada?

Es difícil saber si se trata de un lapsus o si realmente el legislador ha querido establecer una diferencia entre las atribuciones que les concede a los representantes de los trabajadores y las trabajadoras y a los representantes de los trabajadores a secas, porque el artículo 45, que regula la elaboración y aplicación de los planes de igualdad, nos enfrenta a la misma duda: el apartado 1 obliga a negociarlos con los representantes de los trabajadores, pero en el 4 y el 5 la interlocución tiene que ampliarse a los representantes de los trabajadores y las trabajadoras. La misma volubilidad se encuentra en el preámbulo y en los artículos 48, 50, 60 y 62.

Habrá quien piense que estas cuestiones semánticas son secundarias respecto al contenido sustantivo de la ley, pero es difícil librarse de la incómoda sensación de que le están a uno tomando el pelo cuando quienes han decidido, y osado, inaugurar un nueva forma de utilizar el idioma se muestran tan poco capaces de mantener su coherencia ni tan siquiera en la redacción del texto fundacional de este nuevo mundo en el que el sexo, o el género, es el atributo determinante de derechos y deberes.

La ministra de Cultura debería intervenir sin dilación y optar por la vía de su colega de Sanidad, prohibiendo radicalmente el uso del neutro comprensivo de ambos géneros o, si se siente más conciliadora, promoviendo la elaboración de un diccionario de uso del castellano sin sesgo de género. A ver cómo traduce al nuevo canon hablar 'a tontas y a locas'.

Elena Carantoña. Consultora de Management Between 2 (mb2)

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