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Columna
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La estadística llega a la televisión

Dejando de lado la oportunidad política de un espacio televisivo que, a través de preguntas de ciudadanos y aunque sea por separado, va a conseguir, en momentos en que el diálogo parece imposible, hacer hablar al presidente del Gobierno y al líder de la oposición, el programa de TVE que pudimos ver el pasado 27 de marzo, titulado Tengo una pregunta para usted, constituyó una experiencia novedosa en España que merece ser analizada.

En principio, la selección de las 100 personas que habían de participar en el programa, realizada por la empresa TNS-Demoscopia, puede calificarse de satisfactoria atendiendo a la variedad de temas que salieron a relucir, a la actitud de los entrevistados y a la sinceridad que se reflejaba en sus preguntas.

Indudablemente, no se puede pedir que una muestra de tan sólo 100 personas, con mezcla de procedimientos aleatorios y establecimiento de cuotas en función de variables como sexo, edad, profesión, ámbitos geográficos y afinidad política, sea representativa de toda la población y, a estos efectos, conviene recordar que una estimación a nivel nacional exige entrevistar al menos a unas 2.000 personas para tener un aceptable nivel de confianza. Sin embargo, las preguntas que se hicieron dejaron vislumbrar los principales motivos de preocupación de los españoles y, sobre todo, pusieron de relieve que preocupan más los problemas reales que cada uno ha de afrontar diariamente que esos otros problemas, más ficticios, que algunos políticos intentan que centren cualquier tipo de debate.

Esta conclusión es todavía más destacable si se tiene en cuenta que sólo pudieron intervenir 40 de los 100 ciudadanos seleccionados y que, posiblemente, la agrupación de preguntas por temas que hizo el presentador contribuyó a limitar aún más la variedad de preguntas que hubieran podido surgir, sesgándolas hacia materias que, quizás erróneamente, se consideraron de mayor interés periodístico.

Resulta también interesante reflexionar sobre las consecuencias que tuvo el enfoque estadístico que el presidente dio a muchas de sus respuestas. Aparte de contribuir a fomentar su actitud distante, se apreció que las personas que están inmersas en cualquier tipo de problema reciben escaso consuelo en el hecho de que otras, aunque sean muchas, lo puedan haber superado. Los datos estadísticos hay que manejarlos con sumo cuidado, dejando siempre claro que no tienen por qué ceñirse a la situación concreta de un ciudadano determinado sino que reflejan situaciones medias de colectivos de ciudadanos. Pero tampoco mostró el presidente habilidad en destacar la manera en que, por la política de su Gobierno, está consiguiendo que esas situaciones medias evolucionen de un modo favorable y las cifras que manejó en sus respuestas sobre aumento de gastos en protección social, apoyo a la contratación fija, creación de empleo, ayuda a la vivienda o aumento de plantillas en materia de seguridad y de justicia resultaron poco elocuentes según mostraron los incrédulos gestos de sus interrogadores televisivos.

Pero todavía existe otra cuestión que es preciso tener en cuenta cuando se manejan estadísticas. Difícilmente un solo dato sobre un tema concreto, llámese aumento de precios de la vivienda o incremento de pensiones o salarios mínimos, puede resultar definitivo para aclarar situaciones que siempre revisten gran complejidad.

A los ciudadanos que se quejaron de no poder adquirir una vivienda les resultaba irrelevante que los precios pudieran haber subido la mitad que hace cuatro años y a quienes se quejaban de haber visto disminuir el poder adquisitivo de sus salarios, con dificultades para pagar ese café que dio origen a la anécdota de la jornada, tampoco parecía importarles mucho el esfuerzo presupuestario de incrementar los más bajos por encima de los aumentos que registra el IPC. Sin embargo, podía haber sido interesante observar si los ciudadanos que participaban en el programa eran sensibles a algún tipo de confidencia sobre la cautela que ha de exigirse a los gobernantes para no generar problemas mayores que los heredados, como por ejemplo pudiera ocurrir en un sector tan estratégico como el de la vivienda, donde medidas radicales, como el gravamen de viviendas vacías para sacarlas al mercado, podrían desencadenar una crisis sin precedentes.

Es dudoso si la mayor proximidad que se hubiera conseguido con este tipo de explicaciones hubiera compensado su riesgo pero todo parece indicar que los ciudadanos agradecerían a los políticos que abandonaran sus habituales posiciones de suficiencia. Será interesante seguir los próximos programas y ver el modo en que los nuevos entrevistados afrontan las preguntas, incluido el talante que, en esta primera experiencia, ha estado exento de la crispación a que venimos estando acostumbrados.

José Aranda. Economista y estadístico

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