_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La búsqueda de talento, un objetivo prioritario

La búsqueda de talento, y no otro, parece ser el objetivo que las empresas españolas deben fijarse si de lo que se trata es que la economía española no sólo crezca, sino que se desarrolle. ¿Y esto qué significa? Pues recurriendo a Perogrullo, que la economía de este país no sólo crezca en cantidad, para satisfacción de nuestra clase dirigente, sino en calidad. Porque puede que la economía española sea la octava del mundo, pero ni de lejos ocupa ese puesto si de lo que hablamos es de calidad, de creatividad, de innovación y de capacidad tecnológica. Si es de todo eso de lo que hablamos, nuestra economía es de tercera división. De eso es de lo que se trata, si lo que queremos es convertirnos en un país avanzado y no sólo grande. Pero para lograr esos objetivos, de entrada, hay que invertir dos parámetros que hablan por sí solos: España gasta más loterías de lo que invierte en investigación y desarrollo. Y no nos ponemos ni colorados cuando anunciamos semejantes cifras.

Así de entrada, la cuestión y el correspondiente debate resultan fascinantes y parecen sacados de un encuentro, al más alto nivel, de dirigentes políticos y empresariales de ámbito estatal, preocupado por el devenir de nuestra economía y dispuesto a enmendar la hoja de ruta para llevarnos a todos a la excelencia económica. Pero no. El asunto sale de la periferia; de un encuentro de gente de mucha altura que durante día y medio se reunió recientemente en Burgos, bajo el auspicio y también la financiación de Caja de Burgos, para hablar de capital humano y mercado de trabajo. Y además se han llevado hasta un premio Nobel como Edmund Phelps para decir al personal que Foroburgos -así se llama este particular Davos- y lo que representa ha dejado de ser algo exclusivo de Madrid o Barcelona y que la periferia se mueve y se mueve en buena dirección.

Y así, los varios cientos de afortunados que asistieron a ese foro tuvieron la oportunidad de debatir con un José Antonio Marina sobre si la creatividad y el talento se desarrolla mejor en un entorno inteligente que en otro menos exigente; con Mauro Guillén, de la Wharton, sobre qué hubiera sido de España si hubiera seguido el ejemplo de Irlanda y hubiera dedicado más fondos europeos a formación en vez de a autovías; con Eduardo Montes, vicepresidente -de los de verdad- de Siemens, sobre la generación @ que se nos viene encima y que sustituirá a la generación X en los próximos años; con Emilio Ontiveros sobre el grave problema de ineficiencia de nuestra economía, o con Sagardoy sobre las ventajas que ofrece la inmigración, siempre y cuando este país fije una política de referencia que requiere tres cosas, ninguna de las cuales existe: doctrina, procedimiento y recursos.

Podíamos seguir, pero resultaría imposible recoger en tan breve espacio las tesis e ideas que fueron objeto de debate; pero resulta difícil sustraerse de, al menos, enunciar una serie de ideas fuerza que al menos, para quien esto firma, resultaron de especial interés.

La primera de ellas, lanzada por Phelps, es que el primer paso consiste en crear un stock de capital humano. A partir de ahí se apunta que el futuro de ese capital humano pasa por la iniciativa, la ambición y la internacionalización, aunque no parece que en este país se recompense suficientemente el talento como para depositar en el futuro grandes esperanzas si no hay un cambio de rumbo. Y ese cambio de rumbo pasa por la Universidad, pero no por una Universidad que, como la española, prima la absorción de conocimiento -útil sólo parcialmente- en lugar de crear conocimiento.

Allí se puso de relieve que la economía española, en definitiva, requiere que se empiece a invertir en conocimiento y que los costes no son la solución para alcanzar mayores cotas de productividad. Y que la competitividad, que es de obligado cumplimento en un mundo definitivamente globalizado, pasa por la capacidad de mejorar, de adaptarse y de indagar. ¿Alguien puede decir que vamos en la dirección correcta?

Podemos afirmar que el mundo profesional es ilimitado y que el talento y la capacidad intelectual son elementos que van a jugar un papel determinante en ese futuro, entre otras cosas para llegar a la conclusión de que la I+D+i no hay que medirla por el gasto, como viene siendo habitual, sino por lo que produce y genera.

Un foro, éste de Foroburgos, sorprendentemente innovador y rico en ideas y en intercambio de las mismas, aunque para conseguir ese objetivo se tuviera que recurrir a la movilidad de sus panelistas, ya que muchos de los ponentes tuvieron que desplazarse desde otros países. ¿Alguien ha dicho movilidad? Pues sin ella, difícilmente nuestra economía va a poder ascender a primera división.

Al final, clausura con el ministro Joan Clos, con el presidente electo de CEOE y demás autoridades autonómicas. Viejos hábitos que es bueno mantenerlos porque el contraste es siempre valioso y porque, en definitiva, es un reconocimiento del alto nivel alcanzado por este foro de debate sobre economía del futuro que rompe el viejo axioma de que los economistas sólo saben dar explicaciones sobre lo que ha sucedido, pero nunca adelantarse y anunciar lo que va a suceder.

Carlos Díaz Güell Periodista

Archivado En

_
_