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Inma Shara

'Mi sueño es dirigir la Filarmónica de Viena'

Es una de las poquísimas mujeres en la élite de la dirección de orquesta. Para ella, la música más que una profesión es una forma de vida.

La música clásica sigue siendo muy clásica', responde Inma Shara al constante interés por la escasa presencia de mujeres en el podio de la orquesta (media docena). Ella se siente una privilegiada. Nacida en Amurrio (Álava) en 1972, ha dirigido importantes orquestas de todo el mundo; en la mayoría de los casos, ha sido la primera mujer en llevar la batuta. Reúne todas las características que los gurús de la gestión atribuyen a un gran directivo, pero ella se siente 'más que jefe, responsable de un grupo' y asegura que como tal tiene 'no sólo que saber dirigir, sino rentabilizar los talentos'.

Tiene pocas compañeras de profesión.

Sucede igual que con la incorporación de la mujer a los puestos de mayor envergadura, es un proceso lento y paulatino. La incorporación a la plantilla orquestal hoy es un hecho asumido, pero también ha sido gradual. ¿Por qué la dirección de orquesta sigue siendo un estandarte? No lo sé. Somos escasísimas mujeres. Yo me siento una privilegiada de vivir de esta profesión, si volviese a nacer, creo que no cambiaría ni un compás de mi vida. Ser mujer es un hecho circunstancial, el talento o el espíritu artístico no conoce géneros. Que la música clásica sigue siendo muy clásica, también es cierto, pero yo no he encontrado ningún obstáculo.

¿Puede que las mujeres se pongan sus propias limitaciones?

No conozco de cerca las demás profesiones, ésta es dura, además no hay un canal que aglutine el desarrollo de los directores de orquesta, cada carrera se desarrolla individualmente y de forma diferente. Para mí, la música es una forma de vida, no es una profesión y tal vez por eso no encuentro barreras hoy por hoy. Otra cosa es compatibilizar la dirección de orquesta con la familia. No he pasado todavía por esa fase. Quizá el problema pueda venir por ahí.

Para muchos músicos, habrá sido la primera mujer que les ha dirigido. ¿Le ha supuesto algún problema?

No me considero jefe, soy responsable y tengo un cometido dentro de ese grupo. Soy una persona muy agradecida, el público sabe que quiero que los protagonistas sean los músicos. Soy una herramienta más de ese complejo aparato artístico que es la orquesta. Lo que sí exijo es una gran entrega, pasión, en las orquestas siempre establezco puentes afectivos y psicológicos, porque el resultado artístico es bien distinto. La orquesta es una gran familia y cada concierto es un mundo. La música es el único arte que se desenvuelve exclusivamente en el tiempo, no te puedes acomodar.

¿Está satisfecha del tratamiento de los críticos?

Las críticas constructivas son fantásticas. La magia de la música es que nunca acabas de conquistarla. Abordas una sinfonía este año, la vuelves a dirigir tres años más tarde y puedes leer tu evolución personal a través de los pentagramas. Sé que estoy en evolución constante y cuánto se aprende dirigiendo la misma sinfonía a distintas orquestas. Tendemos a la globalización, pero cada orquesta tiene su sello de origen, su personalidad. El responsable de un grupo tiene no sólo que saber dirigir, sino obtener lo mejor, rentabilizar los talentos.

Ha dirigido importantes orquestas, ¿hay alguna por la que tenga un interés especial?

Pues quizá la Filarmónica de Viena, con la que ya hemos establecido algunos contactos. He tenido la suerte de dirigir la Filarmónica de Israel, que además solo hemos dirigido dos españoles, Frübeck de Burgos y yo. Era un proyecto que me hacía mucha ilusión, ha sido un sueño hecho realidad.

No hay muchas mujeres en la Filarmónica de Viena.

La Filarmónica precisamente sigue siendo uno de esos focos cerrados, pero ya cuenta en plantilla dos o tres mujeres. El podio es otra cosa. Confío en que mi sueño se haga realidad.

Empezó a estudiar música con cuatro años ¿Cree que se debería potenciar su papel en la educación?

Bueno, esto suena muy romántico, pero lo cierto es que comencé música como una asignatura complementaria. No era un genio. Mi vocación surgió poco a poco, como un embrujo. Siempre he dicho que la música tiene una serie de valores añadidos que no se le reconocen, dota de paz interior, serenidad y te ayuda a relativizar las cosas. Que la música esté en la educación de un niño es fundamental, porque aprende no sólo a oír sino a escuchar, desarrolla los dos hemisferios del cerebro, se supera mucha veces el miedo escénico, desarrolla la capacidad de sacrificio. Es un arte en el que no hay nada negativo. La música es el lenguaje universal, une a los seres en momentos de emoción irrepetible por encima de la política, religión, sexo, raza, todo.

Música para apoyar causas sociales

Inma Shara es el nombre artístico de Inmaculada Sarachaga. Acabó sus estudios de composición e instrumentación con matrícula de honor, pero no siente la llamada de la composición, lo que le apasiona es dirigir, sobre todo si se trata de obras de los clásicos románticos: Tchaikovsky, Rachmaninoff, Brahms. 'La época del romanticismo me vuelve loca', confiesa. Alumna de Zubin Mehta y sir Colin Davis, se deshace en elogios para con sus maestros. 'Zubin quedará en la historia como una de las grandes batutas y qué decir de Davis, un hombre que tiene una capacidad increíble para trabajar con las orquestas, además de un carisma especial'.Exigente y disciplinada, dirige unos 40 conciertos al año. En el próximo, el 11 de abril en el Auditorio Nacional, dirigirá a la Royal Philharmonic Ochestra y al violonchelista Mischa Maisky, considerado uno de los mejores del mundo, en un programa con piezas de Rachmaninoff, Dvorák y Brahms. El concierto se enmarca en la iniciativa benéfica Música para no olvidar, impulsado por Inma Shara y la agencia Thinking Heads. Los beneficios del concierto, patrocinado por Endesa, se destinarán al Proyecto Alzheimer.

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