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Tribuna
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La Economía es mejorable en el bachillerato

José M. Domínguez Martínez / J. Felipe Foj Candel

La institucionalización de los estudios de Economía en España ha tenido que hacer frente, a lo largo de la historia, a toda una serie de resistencias y trabas que, como de manera magistral ha dejado constancia el profesor Fuentes Quintana, llevaron a acumular años de retraso en su incorporación a los distintos niveles del sistema educativo, y ello a pesar de contar con la más firme defensa de grandes pensadores ajenos al mundo económico de la talla de Ortega y Gasset, Unamuno o Giner de los Ríos.

Superada hace tiempo esa fase en el ámbito universitario, en el que los estudios de Economía no han dejado de consolidarse y extenderse desde mediados del siglo XX, de forma ciertamente paradójica los estudios de Economía en los niveles previos han estado marcados por una situación, primero, de olvido, y luego, de relativa marginalidad. Por lo que concierne al bachillerato, hubo una larga travesía del desierto -durante décadas en posición subordinada a la Formación del Espíritu Nacional- hasta que en 1991, con la Logse, fueron por fin incorporados, si bien sólo en uno de los itinerarios de la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales.

El proceso de reforma educativa en curso ofrece una buena oportunidad para reflexionar acerca de la idoneidad o no de dicha situación y, en su caso, arbitrar las medidas adecuadas. Desde hace años, muchas voces se han manifestado a favor de acabar con el confinamiento actual, abogando por generalizar las enseñanzas de Economía al conjunto de las modalidades del bachillerato. Son numerosas las razones que, desde nuestro punto de vista, avalan dicho planteamiento: la trascendencia de los aspectos económicos en la vida real y su necesaria asimilación para el ejercicio de una ciudadanía responsable, la relevancia creciente de las cuestiones económicas en las distintas facetas del conocimiento, así como sus evidentes repercusiones en todas las ocupaciones y sectores de actividad, en los que el alumno ya se desenvuelve como consumidor.

En este contexto, no parece razonable que sea necesario tener que cursar estudios universitarios de la especialidad para poder tener una visión básica acerca del funcionamiento del sistema económico, de las relaciones comerciales internacionales, del papel de los impuestos, de la configuración de los servicios públicos y de los esquemas de prestaciones sociales, entre otras importantes cuestiones, todas ellas imprescindibles para forjarnos una idea adecuada de nuestros derechos y deberes como ciudadanos. Ya sea como empleados, empresarios, consumidores, ahorradores o prestatarios, la familiarización con los fundamentos económicos allana el terreno para unas relaciones sociales más sólidas, fluidas y transparentes. Y, por supuesto, sin olvidar la función preparatoria que ha de aportar el bachillerato para la formación posterior, universitaria o profesional.

Tras confirmarse que en la nueva oferta educativa de la ESO continuará ausente la Economía, y sobre la base de lo expuesto, no cabe sino aplaudir la reciente iniciativa ministerial, trasladada a los Gobiernos autonómicos, de implantar esta asignatura en la modalidad de Ciencias y Tecnología, ya que, a pesar del carácter opcional para el alumno, implicaría un avance significativo, y un reconocimiento expreso de que, con independencia de la especialidad universitaria que se elija, una iniciación al estudio de las materias económicas es necesaria también para quienes opten por disciplinas fuera del campo de las ciencias sociales. Esta misma línea argumental llevaría también, de forma lógica, a propugnar un planteamiento similar para la modalidad de Artes, máxime si tenemos en cuenta el despegue de las actividades económicas relacionadas con la cultura y el elevado peso relativo de los emprendedores que optan por proyectos en este terreno.

El arrinconamiento de la Economía durante décadas en la educación secundaria en España ha actuado como una rémora para la formación de generaciones de ciudadanos y contribuido a instalar la idea errónea de que los conocimientos económicos debían quedar circunscritos a las facultades y escuelas universitarias. Sea cual sea el impacto real derivado de esa trayectoria, tiene escasa utilidad dedicarse a lamentar lo que podría haber sido y no fue, pero sería igualmente erróneo no saber extraer las lecciones de los errores cometidos en el pasado. Lo importante, pues, es ahora sentar las bases para que no vuelvan a repetirse.

Por todo ello, hoy día cobra una vigencia aún mayor la defensa de la enseñanza generalizada de la Economía realizada en su día por Giner de los Ríos, que, como nos recuerda Fuentes Quintana, 'creía en el valor de los conocimientos económicos para crear una opinión pública solvente e informada entre todas las clases de la población que facilitara una buena administración de los recursos de un país'.

José M. Domínguez Martínez / J. Felipe Foj Candel. Domínguez es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y vocal de la junta directiva de la Organización de Economistas de la Educación, y Foj es profesor de Economía del Instituto 'El Palo', de Málaga, y miembro de la Asociación Estatal de Docentes de Economía en Secundaria

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