Empate en la zona alta de la tabla
El equilibrio en el crecimiento global ha sido uno de los elementos que los economistas más escépticos citaban a la hora de poner peros a la recuperación posterior a la crisis. La crisis bursátil de 2000-2002 fue dura, muy dura, pero el efecto sobre la economía no fue ni mucho menos proporcional. Una corta recesión en Estados Unidos y un enfriamiento europeo más suave pero también más prolongado.
El precio que pagó Estados Unidos por atajar la recesión -y el fantasma de la deflación- fue desequilibrar la economía, primero con políticas monetarias más expansivas que nunca y políticas fiscales más expansivas que nunca. El invento pareció funcionar más o menos. Los bajos tipos de interés dispararon el endeudamiento y crearon una burbuja inmobiliaria, pero a cambio el efecto riqueza de la Bolsa quedó diluido y el consumidor americano seguía llenando el carrito cada fin de semana en el mall de turno.
El problema era que la economía mundial dependía sólo de un crecimiento estadounidense sujetado con alfileres y sometido a fuertes tensiones. De ahí las advertencias. La economía mundial jugaba sólo a una baza, y a una baza arriesgada.
Ayer, sin embargo, salió el dato de crecimiento del PIB de la Unión Europea el año pasado. Fue un 3,3% anualizado -2,7% interanual- frente a un 3,4% de Estados Unidos. Empate técnico. El ansiado equilibrio. Quizá la arriesgada apuesta de mantener la máquina rodando a toda costa fue mejor que la prudencia. Porque, a medida que Europa y Japón se incorporan a la dinámica del crecimiento, los desequilibrios de Estados Unidos se pueden corregir sin poner en peligro todo el sistema.
El mayor dinamismo de Europa es una buena noticia, y no sólo para los europeos. La tarea que queda por delante no es sencilla, pero el escenario macro no es, hoy por hoy, el principal riesgo para los mercados.