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Columna
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El BCE y el crecimiento

Los ciudadanos del área del euro consideran mayoritariamente que la moneda única no ha significado una mejora en sus condiciones de vida. Este es el demoledor resultado, tanto para el Banco Central Europeo (BCE) como para el resto de instituciones europeas, que se desprende de una reciente encuesta. La mayoría de las poblaciones de Francia, España, Italia e, incluso, de Alemania tienen, en consecuencia, una negativa visión sobre la introducción de la moneda única.

Parte de ese desencanto hay que atribuirlo a la percepción, especialmente intensa en Francia, acerca de la falta de sensibilidad del BCE por el crecimiento económico. En este contexto euroescéptico, los últimos movimientos del BCE y sus expectativas que apuntan a alzas inmediatas en los tipos de interés en marzo, y a posibles elevaciones posteriores, cobran una dimensión especial, que va más allá del estricto ámbito monetario.

¿Cuáles son las razones que justifican para el BCE esa tendencia alcista? La primera debería ser el crecimiento del índice de precios, aunque la evidencia disponible no apunta en este sentido. Los datos del cierre de 2006 muestran cómo aquél se ha situado en el entorno deseado por el BCE (incremento interanual en diciembre del 1,9%). Este moderado aumento recoge, entre otros factores, la caída de precios de la energía. Sin considerarla, la inflación del área se habría situado en diciembre en un 1,8%. Y para algunos países, como Alemania, Francia u Holanda, difícilmente puede hablarse de tensiones inflacionarias, con el índice general creciendo en diciembre de 2006 a tasas interanuales del 1,4%, 1,7% y 1,7%, respectivamente (y del 1,2%, 1,6% y 1,3%, respectivamente, si no se considera la energía).

Este perfil bajista es el que reconoce el instituto emisor cuando prevé una inflación en el entorno del 2% para 2007 y 2008. Y siendo verdad que otros países del área presentan tasas de inflación más elevadas (casos de España, Irlanda o Italia, por ejemplo), no por ello deja de ser menos cierto que, sin choque energético, el avance de los precios no parece un sólido argumento a favor de nuevas alzas de tipos más allá del 3,75% que se espera para marzo.

En el ámbito del crecimiento de la cantidad de dinero y sus contrapartidas, el segundo pilar de la política monetaria, las cosas son distintas. Es cierto que la M3 se encuentra creciendo muy por encima del objetivo del BCE, aunque los movimientos en su seno dificultan su interpretación en términos de mayor capacidad de gasto. Por su parte, el avance del crédito se está ya ralentizando. Así, el dedicado al consumo de los hogares ha caído desde tasas cercanas al 8%, en los meses finales de 2005, al 6,2% de diciembre de 2006. Y lo mismo sucede con el destinado a la inversión inmobiliaria que, desde ritmos de aumento situados por encima del 13% en enero-mayo de 2005, se encuentra en el entorno del 10% el pasado diciembre. Finalmente, el obtenido por las empresas, muy directamente vinculado a los procesos de fusión y absorción, también ha comenzado a moderar su avance.

A la luz de estos indicadores, ¿son justificables alzas de tipos más allá del 3,75%? Quizás convenga recordar las dificultades de crecimiento del área estos últimos años y cómo la mejora que se anticipaba en verano de 2005 fue yugulada por el alza de precios de la energía. Desde finales de 2006 parece que, de nuevo, hemos recuperado aquel tono y nos encontramos frente a un nuevo impulso económico, al que sería muy conveniente apoyar desde todos los frentes.

Y ello no sólo por razones estrictamente económicas. En el ámbito de los precarios equilibrios de unas instituciones europeas con escaso fervor popular, quizás fuera el momento de que los Gobiernos y el BCE presentaran un frente unido, con mayor capacidad de atracción de los ciudadanos europeos y una voluntad inequívoca de mantener la estabilidad de precios y, al mismo tiempo, fomentar el crecimiento. La construcción de la Europa que todos deseamos requiere, también de todos, sacrificios y compromisos. Quizás ahora sea el turno de la aportación del BCE a un nuevo impulso que la refuerce. Y, para el proyecto europeo, estoy convencido que nada sería más beneficioso que un BCE comprometido, como la Reserva Federal (Fed), con el avance del empleo y de la actividad.

Josep Oliver Alonso. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona

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