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Tribuna
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Las relaciones de la Universidad y la empresa

Los responsables académicos son conscientes de que la empleabilidad es un objetivo más del proceso formativo y que no basta con proporcionar una buena preparación en valores y conocimientos, según el autor, que se suma al Debate Abierto sobre las relaciones entre la Universidad y la empresa

La función de la Universidad se puede concretar en tres actividades: la generación de conocimiento a través de la investigación; la transmisión del mismo mediante la docencia, y la aplicación de los conocimientos para la obtención de nuevos productos y procesos, es decir, desarrollo.

La actividad empresarial persigue satisfacer las necesidades de la sociedad, utilizando los factores de producción para obtener bienes y servicios que ofrecer al mercado. Entre los factores de producción, dos están directamente relacionados con las funciones de la Universidad: el capital humano y los conocimientos y técnicas necesarios para el diseño o elaboración de un producto (know how).

Respecto del factor humano es primordial conseguir la adecuación a las necesidades de la empresa de los titulados que la Universidad incorpora al mercado de trabajo. Los empleadores están, en general, satisfechos con los conocimientos de los titulados que se incorporan al sistema productivo. Sin embargo, cada vez más, las empresas valoran en los procesos de selección aspectos adicionales: las llamadas competencias profesionales.

La formación en este tipo de habilidades profesionales y la mejora de la tasa de graduación son los retos más inmediatos para los responsables académicos, que son conscientes de que la empleabilidad es un objetivo más del proceso formativo, y asumen que su responsabilidad va más allá de proporcionar una buena preparación en valores y conocimientos.

La Universidad debe revisar desde el procedimiento de selección de los estudiantes hasta la adecuación entre los contenidos y los tiempos previstos para que éstos puedan ser asimilados, pasando por la secuenciación de las materias o las estrategias a seguir para el aprendizaje. No basta con que el proceso esté documentado y justificado sobre el papel (plan de estudios), es imprescindible contrastar que se adecúa a la realidad. La incorporación al Espacio Europeo de Educación Superior es una ocasión para introducir las reformas necesarias.

El segundo de los campos de interacción entre Universidad y empresa es el de la investigación y la transferencia de sus resultados. Los resultados de la investigación, en el mundo científico, se miden por la cantidad de publicaciones de calidad a que da lugar. El esfuerzo investigador en España se ha traducido en un incremento nítido del volumen de publicaciones, que ha alcanzado el 2,8% de la producción mundial, con una tendencia creciente desde el 0,7% que representaba la producción española en el año 1988. La Universidad es responsable de un 60% de dicha producción. El hecho de alcanzar un nivel equivalente al de su producción industrial no quiere decir que se haya alcanzado un techo, pero evidencia que una adecuada política de reconocimiento de la actividad, con unas reglas claras en cuanto a la evaluación de la calidad y cantidad de ésta ha provocado un avance significativo.

Con respecto a la actividad de innovación y desarrollo, no existen indicadores definidos. En la sociedad tecnológica es comúnmente aceptado que un buen indicador es el número de patentes que posean las universidades y, lo que seguramente es más importante, los ingresos por derechos de explotación de las mismas. En este indicador, que en ningún caso debe contraponerse al de actividad investigadora ya que son acciones complementarias, las cifras no son tan positivas. Los ingresos por licencias, por cada millón de euros invertido en I+D, son 12 veces menores que los de Reino Unido. A ello cabría añadir que dichos ingresos están muy concentrados en una pocas universidades ya que el 76,3% de los mismos han sido generados por tres universidades.

En el aspecto de la innovación y desarrollo, es necesario un acercamiento entre la Universidad y la empresa al que ambas instituciones deben comprometerse. Es evidente que la Universidad debe asumir los tiempos de respuesta que exigen las empresas y adecuar sus actividades de I+D a las necesidades de éstas. También es necesario que las empresas incrementen su grado de confianza en la capacidad investigadora de las universidades; a este respecto hay que reseñar que, si bien la inversión pública ha ido creciendo de forma progresiva en los últimos años, la inversión privada en investigación universitaria no sólo no ha crecido sino que ha sufrido un notable descenso .

La aportación de las Administraciones puede ser decisiva potenciando la creación de entidades que faciliten la comunicación empresa-Universidad; con medidas que flexibilicen la legislación y promuevan la movilidad de los investigadores entre las universidades y las empresas y con políticas de reconocimiento de la actividad, que incentiven la implicación del profesorado en las actividades de transferencia de tecnología.

Ramón Capdevila. Catedrático de Universidad, adjunto al consejero delegado de Universia

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