Oro negro, incienso y mirra
La ruta del incienso, al sur de Omán, es una novedad para el turismo, con ciudades y paisajes declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Según la tradición cristiana, unos magos provenientes de Oriente trajeron a Jesús niño como presentes, oro, incienso y mirra. Según cierta tradición coránica, esos mismo obsequios le fueron otorgados a nuestro padre Adán como consuelo por su expulsión del Paraíso. El misterioso país del incienso tiene nombre: es el país de Ofir, mencionado en la Biblia, llamado Zafar por el griego Herodoto, conocido también como Zufar cuando lo visitó y describió, en la Edad Media, Ibn Batuta. Es, ni más ni menos que la región de Dhofar, en el sur de Omán y en la frontera con Yemen. De allí partían las caravanas que portaban hasta Egipto, Roma y las urbes mediterráneas las preciosas resinas que servían para aplacar a los dioses, embalsamar a los muertos y curar enfermedades.
La ruta del incienso es ahora un reclamo turístico tan subyugador y tangible como, digamos, la ruta de la seda. Sobre todo en los últimos años, en que la Unesco ha declarado Patrimonio de la Humanidad a algunos jalones antes empolvados. Por ejemplo, Salalah, la capital de la región: en los últimos cinco o seis años se ha desenterrado, junto a su paseo marítimo, la mítica ciudad de Balid (aún queda mucho por excavar) y se ha dispuesto en su recinto un precioso museo del sitio y del país del incienso. En los zocos de Salalah todavía puede verse a las salalah mamas (negras descendientes de esclavos africanos) vendiendo los grumos de incienso y quemadores de barro, junto a una creciente colonia de indios mercando perfumes derivados (los hay de todos los precios, el más caro, Amouage, en frasco de oro, puede alcanzar los 3.000 euros).
Paraíso turístico
Salalah, aparte de esto, es un destino con mucho futuro para el turismo. El clima es tropical, en la franja costera que bordea al desierto, verde gracias a las lluvias del monzón. Junto a las playas interminables, respaldadas por bosques de palmeras, bananos y huertos frutales, han crecido recientemente varios complejos de lujo en los que no existe el invierno. Y el recién creado Ministerio de Turismo de la nación tiene el proyecto de levantar otros cinco en fechas inmediatas.
Los turistas no van a aburrirse. El valle donde crecen los árboles del incienso, unos treinta kilómetros al norte, también ha sido catalogado por la Unesco. Y a menos de seis leguas a levante, la antigua ciudad de Samahran (ahora Patrimonio de la Humanidad) ha recobrado sus murallas, puertas, arranque de templos y almacenes, junto a un puerto natural conmovedor; hace apenas un par de lustros no se veía por allí más que pedruscos dispersos. El fuerte de Taqah (la población de referencia para llegar al yacimiento) también acaba de convertirse en museo (en un proyecto ministerial que abarca a docenas de fortines a lo ancho del país). Un poco más allá, el fuerte de Mirbat espera correr, en breve, la misma suerte; esta población ha perdido en los últimos años las casas de su barrio marinero, que eran una joya de barro, pero no ha perdido Mirbat el encanto de su puerto y los dhows tradicionales regresando con la pesca.
La ruta del incienso y la mirra es una realidad prometedora. Queda el oro: el oro negro. La ruta comercial por donde pasa, ahora mismo, el 90% del crudo del Golfo y el 60% del que consume Occidente se encuentra al norte del sultanato, en el estrecho de Ormuz, que separa la península de Musandam (omaní) y la costa de Dubai del litoral iraní. Hace diez años aquella península rocosa era absolutamente inaccesible, arcano militar. Ahora, en cambio, puede asomar el turismo. Se puede disfrutar de un paisaje de fiordos enmarañados (bautizado como la Noruega árabe), con aguas cristalinas para la inmersión, delfines que escoltan por docenas los dhows de los turistas, y la extrema simplicidad de lo que es, a fin de cuentas, un pastel recién destapado, intacto, tentador.
Guía para el viajero
Cómo irNo hay vuelos directos desde España; la compañía Swiss (901 116 712, www.swiss.com/spain) vuela a Mascate (capital de Omán) desde Zúrich; el vuelo desde Madrid a Mascate ida y vuelta cuesta 692 euros. Desde Mascate se puede volar a Salalah con Oman Air, hay vuelos diarios en torno a los 90 euros i/v.Viajes organizadosLa mayorista Catai (www.catai.es) ofrece el paquete La magia de Omán, de nueve días, con salidas diarias con la compañía Swiss; martes, viernes y domingo con la compañía Olympic Airways; a partir de 1.303 euros (en agencias).
Comer y dormirEn Salalah, el Crowne Plaza Hotel (235333) es uno de los mejores complejos a pie de playa, reciente, con piscinas, campos de juego, etc. También de lujo es el Hilton Salalah Hotel (211234), en el extremo opuesto de la bahía. Hoteles más modestos: Darbat Hotel (295877), Salalah Hotel (295332), Bamasir Hotel (291158). Otra modalidad muy extendida son los apartamentos turísticos: Salalah Beach Hotel Apartments (235999), Haffa House Hotel-Salalah (295444), As Sa'ada Complex (225250), y en Taqah: Samahram Hotel Apartments Village (295444) y Samahram Tourism Village (211429).