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Columna
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Las facetas del beneficio

A la hora de señalar nuevas tareas a las empresas, función que asumen voluntariamente algunas ONG, políticos, funcionarios, paseantes o predicadores pródigos en consejos a terceros, se suele evocar el título de un artículo de Milton Friedman -el Nobel de economía recientemente fallecido- publicado en 1970: La responsabilidad social de la empresa es aumentar sus beneficios.

Esa mención se acompaña de una actitud displicente y se dice que hay cosas más importantes, aunque, por supuesto, el beneficio no debe dejarse de lado. Lo que se postula es un destino diferente del beneficio y un cambio de las prioridades de la empresa, de modo que, además del beneficio, tenga otros objetivos prioritarios para la sociedad, tales como ir más allá de lo que marca la ley en el respeto al medio ambiente, en avances en la aplicación de los derechos humanos o en actividades filantrópicas.

El beneficio es muchas cosas, pero cuando se obtiene en un mercado competitivo (esto supone que las transacciones son libres, que hay competencia y que todos los costes están internalizados) es cualquier cosa menos un resultado automático o fácil de obtener. Sólo se consigue cuando se ofrece a los clientes algo que para ellos vale más que el precio que pagan, ganando con la compra, de la misma forma que quien vende obtiene más que el coste realizado.

La bondad de una empresa se mide en primer lugar por los resultados que obtiene y justifican su existencia

El beneficio no es un regalo, por lo que proclamaciones del tipo 'ha de devolver a la sociedad lo que ésta le ha dado' deben entenderse como una señal de humildad y agradecimiento por contar con un entorno propicio a la actividad empresarial. Menos aún es un robo por el que castigar o hacerse perdonar.

El beneficio es una parte pequeña del valor que crean las empresas. El valor creado es la diferencia entre ingresos y compras. Se reparte entre sueldos y salarios, alquileres, intereses, amortizaciones, provisiones, impuestos y… si queda algo, ese residuo es el beneficio. Según los datos de la Central de Balances del Banco de España en el periodo 1982-2005, el margen medio obtenido fue del 3% del valor de la producción. En ese periodo el conjunto de las empresas no financieras tuvo cinco años sin beneficios. Para obtener el beneficio se asumen riesgos que éste no retribuye. El beneficio es el pago por un servicio valioso adecuado a las preferencias de los clientes, es el resultado derivado de un trabajo bien hecho.

La palabra viene del latín beneficium, esto es, bien que se hace o recibe. Beneficiar un terreno o mineral es hacerlo más productivo y eso es lo que hace una empresa con los suministros que recibe. Es un indicador de calidad y buen hacer en beneficio de terceros. Su nivel muestra el buen uso del capital utilizado, que es un recurso escaso.

Cuando se ha logrado un resultado positivo la fiscalidad considera el beneficio como base imponible, enumera los gastos imputables, establece la cuantía de las amortizaciones, define las provisiones y fija el tipo aplicable. Si hay reparto de dividendo vuelve a actuar la fiscalidad a través de la cual las Administraciones públicas cobran una cuota que ha de redundar en beneficio de la colectividad. Lo que queda se invierte para crecer y mejorar. Sin resultados no hay innovación, ni empleo ni futuro. Por eso importa su cuantía y su asignación, de modo que retribuya adecuadamente a la inversión y posibilite la acumulación de recursos necesarios para crecer o, simplemente, para la supervivencia.

El beneficio señala las preferencias de los consumidores. Cuando crece muestra que la demanda excede a la oferta e informa de que hay algo a ganar en ese mercado, con lo que aumenta la oferta y los precios bajan. Las ganancias atraen capital, facilitan el crédito y el crecimiento, sea de forma directa o a través de fusiones o adquisiciones. Sólo los monopolios protegidos por barreras de entrada o por la pequeñez del mercado al que sirven permiten un rendimiento estable de la inversión que esté sistemáticamente por encima de la media de retribución del capital invertido.

La bondad de una empresa se mide en primer lugar por los resultados que obtiene y justifican su existencia. Es una condición necesaria y suficiente. A partir de ahí, es bueno que se fije más metas que sirvan directamente a otros, pero sin olvidar que la ordenación de los objetivos a cubrir es lexicográfica. Así, lo que hace la fundación de Bill Gates es encomiable, pero es posible gracias a los recursos que generó en su empresa, y con el trabajo en ella ha hecho más por la humanidad que con el buen uso de los beneficios generados… que no es poco.

Joaquín Trigo. Director ejecutivo de Fomento del Trabajo Nacional

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