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Columna
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El descuido de la realidad y los errores económicos

En el entorno de la actividad económica se suceden peticiones peregrinas que, de cuando en cuando, consiguen cambiar las normas y acaban creando problemas. Muchos pretenden hablar con fundamento de temas económicos porque son consumidores o han trabajado para una empresa. Esa experiencia cuenta y más si es de muchos, porque cuatro ojos ven más que dos. Sin embargo, el ojo del experto ve más que el de cien profanos, de modo que haber sido enfermo y saber lo que es un corazón significa poco frente a la opinión del cardiólogo, al que se sigue… exceptuando las licencias poéticas.

Keynes resaltó la importancia de las ideas y señaló que detrás de cada planteamiento político está la obra de algún economista difunto. Esta opinión es optimista. En 1987, Peter Bauer, en un artículo titulado The Disregard of Reality, mencionó que los economistas exageran sistemáticamente el impacto de sus ideas y que otros criterios pesan más en la configuración de la opinión pública y la elaboración de las políticas económicas, incluyendo las modas intelectuales y políticas.

Hay veces en que la desatención a la realidad se acompaña de dificultades de apreciación. Las personas tenemos ideas que generamos con búsqueda de datos y reflexión. Con nueva información y otros razonamientos las cambiamos sin problemas. Además, tenemos creencias de las que rara vez hay conciencia plena y que, por tanto, no se cuestionan, en este ámbito entran la superstición y algunas creencias religiosas. La creencia o visión de algunos fenómenos y acontecimientos sociales es un filtro distorsionante que cuando sirve de guía lleva a actuaciones peligrosas.

Dada la limitación de nuestro conocimiento importa la apertura a la opinión de los demás y el contraste de análisis, aunque es más gratificante prestar atención a quienes piensan de igual manera, dan la razón y refuerzan la visión preexistente. Decía Napoleón que uno sólo se puede apoyar en lo que resiste. El marketing moderno resalta que un cliente crítico nos hace aportaciones valiosas que debemos tener en cuenta. El mal gestor en cambio pretende educar al cliente o desatender las quejas, el bueno sabe que escuchando se aprende mucho, que la opinión de los empleados es valiosa y sabe también que no hay amigo pequeño, especialmente si el objetivo es común.

En la creación de la opinión pública juegan un papel básico intelectuales sin formación especializada. Su habilidad para asumir nuevas ideas y divulgarlas les permite configurar tendencias y proponer acciones sobre cuyos resultados no tendrán responsabilidad. Este intelectual participa de un clima de opinión sustentado en preconcepciones que no se cuestionan, pero con las que se juzga la importancia de hechos o de opiniones. Esto debilita el papel del análisis técnico que es árido y matizado, que requiere la confrontación de datos y experiencias y que rara vez ofrece soluciones atractivas o brillantes, mientras que la opinión que cabalga la ola lo tiene fácil. Sin embargo, lo que suele ser útil es lo más difícil, esto es, el nadar contra la corriente que propone soluciones fáciles y completas que sólo tienen un defecto, el de no funcionar.

La desatención a la realidad es habitual en las propuestas sociales, en las que a menudo parece como si los futuros deseables se justificaran por sí mismos. La realidad no es elegible. Con esfuerzo y tiempo se cambian algunas cosas pero el resultado de la acción de todos rara vez coincide con el propósito de uno o de otro, sino más bien de la interacción de distintos enfoques y del aprendizaje generado en el proceso.

La pretensión de amoldar la sociedad a un modelo previo suele acabar en desastre, especialmente cuando no se tiene en cuenta a los afectados. Las mejoras de productividad permiten una paulatina reducción del tiempo de trabajo y el aumento en el poder de compra de la hora trabajada. Sin embargo, las experiencias de reducción imperativa y drástica de jornada laboral manteniendo íntegra la retribuciones han fracasado reiteradamente. Hoy se proponen con nombres ligeramente distintos como reparto de trabajo.

Proponer cambios en la estrategia empresarial haciendo que la empresa asuma funciones que le son ajenas, vía potenciación por el sector público de responsabilidad social de la empresa entendida en ámbito formal, es otro ejemplo de ir contra la realidad. El pasado 7 de noviembre, Ramón Jáuregui defendió, en estas mismas páginas, la actuación de la subcomisión del Congreso que presidió y que elaboró un informe sobre el tema. Tuvo la amabilidad de dedicarme una referencia y un desplante. Ambos se agradecen, pero le sería más útil una confrontación franca y leal de ideas y análisis… que se le reitera.

Joaquín Trigo. Director ejecutivo de Fomento del Trabajo Nacional

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