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Tribuna
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Asegurando el empate en la inversión

Cuando de lo que se trata es de invertir nuestros ahorros, parece que a los españoles no nos gusta ganar por goleada. Nos contentamos, a fin de cuentas, con asegurar el empate y, en todo caso, ganar por la mínima. Efectivamente, éstas parecen ser las apetencias inversoras de los españoles: basta con no perder lo invertido en su momento, aunque el último euro de rentabilidad se lo lleven otros. Al menos, esto es lo que se pone de manifiesto por los más recientes estudios elaborados en la materia y relativos a la evolución mundial del mercado de fondos de inversión (Global Mutual Fund Survey: Year 2005. An analysis by DWS Investments, June 2006).

De esta forma, las preferencias de inversión, el grado de aversión al riesgo y, en definitiva, la oferta de productos financieros varía en las distintas plazas internacionales. Así, mientras que en los mercados financieros más desarrollados, como los de Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Japón y Hong Kong, los inversores apuestan de forma mayoritaria por los fondos de renta variable, en otros casos, como ocurre con Alemania, Italia o Suiza, son los fondos con vocación inversora en renta fija los que acaparan los ahorros invertidos.

La cuestión no es baladí y podría dar lugar perfectamente a un estudio sociológico del distinto perfil de los inversores a lo largo y ancho del planeta. Prueba de que es así, y de particular significación en cuanto a nuestra vocación inversora se refiere, es la importancia que en el mercado español han adquirido los denominados fondos de inversión garantizados, instrumento que en su configuración actual se remonta al verano del año 1997. Y todo ello a pesar de constituir, aunque pueda resultar paradójico, la antítesis de lo que un fondo de inversión en principio debiera representar, toda vez que la obtención de la rentabilidad del partícipe descansa en una gestión estática y en absoluto dinámica de su cartera durante la completa vida de la institución.

Más concretamente, a 31 de diciembre de 2005 estas instituciones garantizadas representaban aproximadamente el 22% del volumen total de los fondos de inversión españoles, cifra sin parangón en ningún otro país del mundo, con la excepción de los vecinos franceses, donde sin embargo no llegan a representar el 6% del total.

Si me preguntan qué fue antes, si el huevo o la gallina, esto es, si la difusión de los fondos garantizados es consecuencia de una aversión al riesgo por parte de los españoles que determina la oferta comercial o, por el contrario, su predominio es debido al imperio de la política comercial de las entidades de crédito que condiciona las inversiones de sus clientes, me temo que hay algo de las dos.

Así, por una parte, hemos de reconocer que los españoles nunca nos hemos caracterizado por un conocimiento profundo de los mercados financieros y, especialmente, de su funcionamiento en el medio y largo plazo. Preferimos a todas luces el ladrillo. Y como todo lo desconocido produce vértigos y miedos, el mercado de valores y, en concreto, el de renta variable no iba a ser una excepción.

Pero junto a ello, creo también en la influencia debida a los criterios de distribución comercial de productos financieros existente en nuestro país, con entidades que apuestan permanentemente por una amplia red de sucursales que les permite una relación de gran proximidad con la clientela. Y esa proximidad ha de fomentar una relación con proyección de futuro, lo que excluye la posibilidad de recomendación de inversiones con riesgo de pérdida inmediata.

Con este panorama, es del todo comprensible el éxito de unos productos que permiten que las inversiones corran paralelas y por detrás a los mercados de renta variable, pero sin riesgo de pérdida del principal. No gano todo lo que podría haber ganado, pero tengo el consuelo de no tener en riesgo el principal invertido.

En definitiva, un perfecto ejemplo de toda una cultura inversora dirigida, precisamente, a asegurar el empate.

Juan Ignacio Sanz Caballero. Profesor de la Facultad de Derecho de Esade

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