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Columna
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Las elecciones catalanas y la identidad

Ante la cita con las urnas de hoy en Cataluña, el autor reclama análisis rigurosos sobre el verdadero sentido de los resultados electorales. Algo que, en su opinión, no resultará sencillo por la entrada en juego del factor nacionalista, que trastoca las variables que suelen explicar el sentido del voto

En un momento en el que está en marcha el proceso de paz en una Euskadi donde el nacionalismo radical pretende que se acepte el derecho de autodeterminación, cuando sigue en el aire el negro vaticinio del PP sobre cómo el recientemente aprobado Estatuto de Cataluña puede romper la unidad de España, el resultado de las elecciones al Parlamento de Cataluña y los pactos de gobierno a que seguramente se habrá que llegar por ausencia de mayorías absolutas adquieren tal importancia que será de desear que, en contra de las peregrinas interpretaciones que suelen seguir a cualquier consulta electoral, primen análisis rigurosos sobre la participación ciudadana, el funcionamiento del voto y el verdadero sentido de los resultados electorales.

No será sencillo interpretar rigurosamente los resultados porque, cuando existen sentimientos nacionalistas, la práctica totalidad de las fuerzas políticas, a veces en contra de sus principios ideológicos, juegan las bazas del martirologio que tan buenos resultados electorales proporciona y del que siempre es responsable un enemigo externo que atenta contra la identidad, abusa en materia fiscal, impide la gestión de los aeropuertos o no deja que se constituyan selecciones deportivas que puedan competir en los foros internacionales, por poner ejemplos que han estado en las promesas electorales.

Confiemos en que, como suele demostrar Cataluña, sus sentimientos de identidad no jueguen de una manera excluyente

Cuando entra en juego el factor nacionalista, las variables que suelen resultar más explicativas del sentido del voto (profesión, renta, nivel educativo, edad o sexo) pierden importancia porque los mensajes de los partidos, en lugar de dirigirse a sus clientelas naturales en términos ideológicos, lo suelen hacer a la totalidad de los ciudadanos, en el supuesto de que forman un colectivo homogéneo, sin diferencias de clases ni de intereses, y que tienen en común esa identidad que es preciso defender a toda costa.

En estas condiciones, una característica que resultará relevante para observar cómo han jugado los sentimientos de identidad nacionalista será el origen de los votantes, dado que nada como el nacimiento de uno y de sus antepasados determina dicha identidad, por más que Carod Rovira repudie su mitad aragonesa o José Montilla se defina catalán a pesar de su origen cordobés.

En resultados de anteriores consultas se ha podido apreciar que el factor origen influye considerablemente en el comportamiento electoral. En la provincia de Barcelona, donde casi el 30% de su población de nacionalidad española ha nacido fuera de Cataluña según el Padrón de 2005, el PSC sacó 4,4 puntos porcentuales de voto a CiU en las anteriores elecciones al Parlamento de Cataluña, invirtiendo la situación de las otras tres provincias catalanas, en las que, a medida que el número de autóctonos es mayor, fueron mejores los resultados de ese partido nacionalista, que alcanzó la mayor diferencia con el PSC, 19 puntos porcentuales, en Lleida, donde los residentes españoles nacidos fuera de la Comunidad de Cataluña apenas superan el 16%.

Estas diferencias de resultados electorales se confirman al observar la intención de voto en la encuesta preelectoral del CIS, puesto que el porcentaje de votantes a CiU es decreciente conforme aumenta el tamaño del municipio, salvo para la ciudad de Barcelona, y justo lo contrario ocurre con el PSC, que saca su mayor ventaja a CiU, casi 10 puntos porcentuales de voto, en los municipios donde se ubicó la mayor parte de los inmigrantes españoles, que son los de 100.001 a 400.000 habitantes, y en Barcelona capital, donde el PSC iguala a CiU.

Dado el sistema de asignación de escaños, que al igual que ocurre en las elecciones al Congreso de los Diputados garantiza una representación mínima a territorios con poca población, la mayoría de votos del PSC en 2003 no se tradujo en mayoría de escaños, saliendo más baratos éstos a CiU, 22.270 votos por escaño, que al PSC, al que cada escaño le costó 24.558 votos, si bien ambos partidos se benefician de la regla D' Hondt, que prima a las mayorías.

La migración de españoles a Cataluña ha cedido paso a la de extranjeros, que ya son el 12,6% del total de la población, aunque no pueden votar en estas elecciones. Por otro lado, se va reduciendo el peso relativo de quienes emigraron a Cataluña porque, aunque todavía se aprecia que más del 45% de los mayores de 55 años han nacido fuera de dicha comunidad, las generaciones de jóvenes que acceden a poder votar han nacido en Cataluña en más del 95% de los casos, aunque muchos de ellos no sean autóctonos en dos generaciones. En cualquier caso, confiemos en que, como suele demostrar Cataluña, sus sentimientos de identidad no jueguen de una manera excluyente.

José Aranda. Economista y estadístico

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