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Tribuna
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La brecha tecnológica de Europa

Desde hace algún tiempo y por motivos diversos, faltan proyectos políticos de envergadura en la UE que movilicen, motiven y dinamicen a la sociedad europea, creando unidad, convergencia y solidaridad. Con el frenazo a la Constitución europea y el repliegue de cada país sobre sí mismo, todas las actividades de la UE dan, más que nunca, la imagen de rutinarias, burocráticas y alejadas de los ciudadanos, que no ilusionan ni entusiasman a los países que la componen, a sus empresas y a sus individuos.

El tema es especialmente grave, de hecho, en un tiempo en el que diversos superpaíses y superregiones mundiales se están preparando para enfrentarse a un siglo XXI complejo y difícil en relación con el mantenimiento o pérdida de los niveles de desarrollo adquiridos. España, por ejemplo, está perdiendo posiciones en el ranking mundial de desarrollo de la sociedad de la información en general y de penetración de la banda ancha en particular, así como en el desarrollo tecnológico endógeno, un tema medido en parte por los gastos en I+D+i, que constituye una asignatura siempre suspendida por España. Será muy difícil recuperar dichas posiciones sin genuinos y verdaderos proyectos nacionales. De ahí la conveniencia de ponerlos en marcha antes de que el mundo se estructure de otra manera y algunos países y regiones comiencen a deslizarse por la pendiente de un nuevo subdesarrollo.

Recientemente, se ha presentado el informe Cotec 2006 sobre tecnología e innovación en España y resulta manifiesto que a pesar de los avances en algunos de los indicadores presentados, la brecha tecnológica de nuestro país con la UE se mantiene y también la de la UE con Estados Unidos. El gasto realizado por las empresas españolas en I+D+i, por ejemplo, es del 0,57% del PIB, mientras que en la media de esta ratio en la UE de los Veinticinco es del 1,3%. Para el conjunto de la OCDE la situación es peor, ya que la media de los países miembros es del 1,53%, representando por tanto el esfuerzo privado de las empresas españolas en I+D+i aproximadamente un tercio del realizado por las empresas de los países más desarrollados. Es entendible, y grave, por otra parte, que sólo el 11% de las exportaciones españolas sean de alto nivel tecnológico, por un 22% de la media de las exportaciones europeas.

En esa misma línea son muy deficientes los datos de investigadores que trabajan en las empresas y de las investigaciones que se hacen dentro de ellas. En España trabajan en empresas un 31,7% de los investigadores del país, mientras que en la UE lo hacen un 48,4% y en Estados Unidos un 81,5%.

Frente al fenómeno de posibles nuevas potencias mundiales como China, India, Sudáfrica o Brasil y al de desplazamiento de la acción mundial a otras zonas del planeta, Europa debería recapacitar. Y para hacer de la UE uno de los polos mundiales de evolución y desarrollo, los europeos deben hacer muchas cosas, entre ellas la de cerrar las brechas tecnológicas abiertas en diversos frentes. Como, por ejemplo, actuar sobre el retraso cada vez mayor en la sociedad de la información y del conocimiento, especialmente en lo relativo a considerar internet como la fuente más poderosa en nuestros días de avances tecnológicos, actividad económica, creación de nuevas empresas y emprendimiento en general. Europa también debe ser consciente del retraso en tecnología de defensa militar y de protección contra el terrorismo, en tecnología de control aéreo por satélite y en tecnología satelital en general, con áreas sensibles en este terreno como la observación terrestre. Y debe ser realista del retraso existente en el terreno de las nuevas revoluciones científicas y tecnológicas que representan las llamadas NBIC (nanotecnología-biotecnología-infotecnología-cognotecnología).

El desarrollo tecnológico de Europa es, por tanto, un proyecto urgente, que debería ser, en gran manera, un proyecto político. El movimiento europeo alrededor de la llamada soberanía tecnológica de Europa, en el que algunos españoles, junto con algunos franceses, alemanes y otros ciudadanos europeos, estamos implicados, es un proyecto surgido de la sociedad civil con pretensiones de transformarse en un proyecto paneuropeo de gran envergadura. Es un proyecto en el que se sabe muy bien que los indicadores y datos de I+D+i a los que se ha hecho referencia anteriormente son resultados y no pueden interpretarse ni como causas ni como objetivos. Las actuaciones necesarias no pueden ser nunca las de hacer que las empresas españolas gasten más en I+D+i, ya que dichas empresas seguramente gastan lo que necesitan y no pueden gastar más. La solución pasa por crear una cultura emprendedora en el terreno de las nuevas tecnologías y en el de las nuevas revoluciones científicas y tecnológicas que cree un substrato científico y tecnológico avanzado sobre el que se construya nuestro nuevo desarrollo económico.

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