China e India, asignatura pendiente de los empresarios
La paridad de poder de compra sirve para comparar la potencia real de las economías. El producto interior bruto, medido según dicha paridad, da el tamaño de lo que genera un país en términos comparables cada año. La clasificación mundial está liderada por Estados Unidos desde principios del siglo pasado, pero la superpotencia empieza a mirar de reojo por el retrovisor. China ocupa el segundo puesto, y la India, el cuarto. Según diversos informes, ambos países liderarán la tabla a mediados de siglo.
Más de la tercera parte de la humanidad reside en esos dos países, y algunos de sus habitantes empiezan a disponer de un poder de compra relevante. Sin embargo, la presencia de las empresas españolas resulta testimonial. ¿Por qué?
Una primera lectura señalaría las barreras no arancelarias, exigencias gubernamentales e inseguridad jurídica como factores que retraen la iniciativa del inversor o el exportador extranjero en China o India. Sin embargo, expertos en esos mercados indican que dichas trabas, si se valoran adecuadamente, pueden salvarse. Las diferencias culturales, al contrario de lo que sucede con América Latina o con Europa, juegan aquí un papel crucial, que debe vencerse poco a poco. Entre España, por un lado, y China e India, por otro, la globalización y el derrumbe de las barreras comerciales sólo llevan, de momento, en una dirección: hacia la deslocalización de multinacionales y la entrada masiva de productos a precios irrisorios. La desventaja comparativa de la mano de obra motiva ambas circunstancias. De las teóricas ventajas de la irrupción de casi 200 millones de consumidores de renta media y alta al mercado mundial, ni rastro.
Las exportaciones chinas apenas representaban el 1,2% del comercio mundial en 1983, y hoy llegan al 7%. Su participación en las importaciones ha evolucionado de forma similar, pero parece que España sólo recibe el efecto expansivo. La tasa de cobertura (cociente entre exportaciones e importaciones) no llegaba al 40% en 1995, cifra que ya era poco alentadora. Pero, un decenio después, apenas supera el 10%. Por cada euro de mercancías que España vende a China, le compra diez.
La irrupción de India es más lenta que la de China, pero tiene la ventaja del futuro. Los modelos de desarrollo son opuestos: en China, dirigismo gubernamental, mano de obra barata e infraestructuras. En India, capitalismo democrático y mano de obra educada. Con sus debilidades, ambos funcionan en lo económico: en el último decenio China acumula un crecimiento medio del 9,3%, y la India, del 6,3%. En el último cuarto de siglo, Asia emergente ha pasado de representar la décima parte de la economía mundial a casi el 30%.
Mientras, la empresa española espera. El Gobierno ha lanzado dos planes de desarrollo de mercados para mejorar la tasa de intercambio española con esos dos países. Sus efectos, en todo caso, tardarán en llegar.
Menos inversión que en Uruguay
El Círculo de Empresarios presentó ayer un informe sobre la escasa presencia española en China e India. El presidente del Círculo, Claudio Boada, afirmó que 'no se entiende' que las exportaciones y la inversión de nuestro país sigan orientándose prioritariamente a América Latina, 'cuyo contexto, obviamente, ha cambiado y ya no es tan atractivo' y hacia la Unión Europea, 'que ya no crece tanto'. El proceso de internacionalización español sería así incompleto, al perder oportunidades de participación en el mercado asiático.Como señalan los autores, la inversión directa española en China e India en 2004 fue 1,65 millones de euros, apenas un 0,2% del total. Pablo Bustelo, investigador del Instituto Elcano, señaló que ese año España, séptimo inversor del mundo, destinó más fondos a Uruguay. El cambio de tendencia tendría ventajas claras, según los autores: la creciente población con poder adquisitivo medio y alto; la mano de obra barata y, en algunas ocasiones, cualificada; y el fuerte crecimiento de los últimos años. Las encuestas señalan esos dos mercados como los preferidos para los empresarios españoles a medio plazo, lo que hace pensar en un futuro cambio de tendencia.