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Tribuna
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Hay que ser más selectivo en Latinoamérica

Como es habitual en este tipo de encuentros, la IV Cumbre de UE y Latinoamérica y el Caribe, celebrada la semana pasada en Viena, acabó con una declaración conjunta en la que destacan más las intenciones que los acuerdos concretos. Se habla de erradicar la pobreza, de la lucha contra el tráfico de drogas o de la importancia de las relaciones bilaterales entre ambos bloques.

Me gustaría analizar la dificultad de este último punto, ya que cada vez es más difícil hablar de Latinoamérica como un grupo. No es que en la UE todos los países vayan a una, pero existen unas instituciones comunes y unas reglas claras de funcionamiento de sus economías. En el caso latinoamericano se están formando dos bloques, uno formado por países como México o Chile, donde las reglas de juego a nivel económico están más claras, existe una mayor estabilidad y un menor riesgo para el inversor extranjero, y otro donde estaría Venezuela y más recientemente Bolivia.

Este segundo grupo lo componen países donde la fuerte desigualdad económica ha llevado a que triunfen Gobiernos de carácter populista. Baste recordar que Bolivia está entre las 18 naciones más pobres del mundo, con un PIB per cápita de 420 dólares y un 67% de la población que vive por debajo de la pobreza. El problema es que las medidas de carácter populista poco van a aportar al crecimiento económico. ¿Alguien puede creer que tras la inseguridad jurídica creada con la nacionalización de los hidrocarburos Bolivia atraerá el capital extranjero? ¿Cómo mejorará su productividad, se diversificará su economía o se reducirá la dependencia de la exportación de materias primas, con una alta volatilidad en precios, que puede ser el desencadenante de pasar de una etapa de crecimiento a una severa recesión?

La economía internacional nos enseña que aunque los países desarrollados no son justos en el progreso del comercio internacional, como prueba el elevado proteccionismo agrícola en Europa o de EE UU, una gestión inteligente puede hacer que las economías en desarrollo vivan un fuerte crecimiento económico. En muchos países del sudeste asiático, China, Corea o Vietnam se ha entendido que atraer el capital extranjero permitía que la economía creciera, la producción se desplazara a sectores de mayor valor añadido, y lo que realmente debería ser el objetivo final, mejorar el nivel de vida de la gente, sucediera.

No puede negarse que la desigualdad en la distribución de la renta en Bolivia es un grave problema. El 10% más rico de la población, que en gran parte se corresponde con descendientes de inmigrantes europeos, posee el 32% de los ingresos anuales que genera el país, mientras que al 10% más pobre le corresponde el 1,3% de los ingresos. Además el 79% de la fuerza laboral se dedica al campo, en lo que podemos calificar en el mejor de los casos de agricultura de subsistencia. Con esta desigualdad de la renta es imposible crear una clase media que empuje el consumo y dé estabilidad al crecimiento del PIB, que se genere ahorro y se invierta en el país o que la población tenga un nivel de educación que permita atraer la inversión extranjera. Las soluciones no son fáciles, ni inmediatas, pues se trata de cambiar toda la estructura de una economía, pero lo que está claro es que las medidas adoptadas no aportan la solución. De qué le servirá a Bolivia tener importantes reservas de gas natural si para extraer ese gas necesita técnicos, inversiones en infraestructuras de explotación y transporte y la señal para ahuyentar al capital privado ha sido clara.

Respecto a la UE, y más concretamente a España, por su fuerte exposición al riesgo de Latinoamérica como importante inversor en Argentina, Bolivia o Venezuela, ¿qué conclusiones pueden extraerse de lo sucedido? Al margen de lo que diga la declaración de intenciones de esta cumbre, está claro que no es el momento para invertir en Latinoamérica, el potencial de crecimiento de esta región del mundo no se desarrollará hasta que se dé un profundo cambio. Esto no quiere decir que no se deba invertir en Latinoamérica, pero siendo muy selectivo. Existen importantes oportunidades en Chile, México o algunos países del Caribe que empresas del sector hotelero, bancario o energético están sabiendo aprovechar. Respecto a nuestro Gobierno, sería importante pedirle firmeza en la defensa de los intereses españoles en Bolivia, porque si no puede sentarse un peligrosísimo precedente.

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