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Tribuna
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El espejo hindú

El espectacular crecimiento de la industria de los servicios informáticos en India tiene su base en factores que deben hacer reflexionar a España, según el autor. En su opinión, estos elementos inciden en algunos de los puntos más débiles de nuestra sociedad: educación, conocimiento de idiomas y espíritu emprendedor

Desde que Oscar Wilde publicó El retrato de Dorian Gray, mirarse en el espejo no es lo mismo. El cristal puede reflejar lo mejor y lo peor de cada uno y se necesitan ciertas dosis de valentía para no limitarse a miradas de soslayo ante lo que se presenta frente a nuestros ojos. Por contra, la posibilidad de conocer los defectos es una ventana abierta a su superación, si esta oportunidad se aprovecha como debe. Viene todo esto motivado por las sugerencias que proyecta el crecimiento de la India en contraposición a la situación española, inspiradas en la lectura de la última nota de análisis y prospectiva de la Fundación France Télécom España (antes Fundación Auna), La India, el elefante de la industria del software.

El espectacular auge en el país asiático de la industria del software y de los servicios informáticos tiene su base en una serie de factores que deberían hacer reflexionar a los arquitectos del desarrollo español, precisamente porque inciden en algunos de los puntos más débiles de nuestra sociedad: educación, conocimiento de idiomas y espíritu emprendedor. Cierto es que no son los únicos, y que alguno de los ausentes, como los bajos costes laborales, son de imposible traslación a nuestro país, pero son precisamente los arriba citados los que marcan importantes diferencias, incluso con respecto a países de su entorno que también pueden competir en costes. Además, el precio de la hora trabajada como diferencia competitiva es de singular importancia si esas horas se destinan al ensamblaje de hardware, oficio en el que no es especialmente relevante la maestría industrial y en el que el producto final no será distinto si se fabrica en India o Filipinas, mientras que la producción de software precisa de unos conocimientos de mayor especialización.

Mientras que en España las carreras técnicas se van desangrando de estudiantes poco a poco (estamos prácticamente en la media de la Unión Europea ampliada), en la India los prestigiosos campus del Indian Institute of Technology no dan abasto para formar a todos los jóvenes hindúes que lo pretenden, ofreciendo además un adiestramiento de tan alta calidad que hace tiempo que dejó de ser extraño encontrar ingenieros formados en la India desarrollando una brillante carrera académica o profesional en Estados Unidos. Y si es cierto que en la educación básica el país asiático tiene aún un amplio margen de mejora, los periódicos informes que repasan la situación de la educación en Europa no dejan de arrojar malas nuevas sobre el caso español.

Posiblemente ligado al ámbito educativo se encuentre el maltrato con el que los españoles solemos obsequiar el uso de idiomas foráneos, pecado que asciende de venial a mortal si, como todo parece indicar, los mitos que adornan el concepto de globalización son más reales que ficticios. En este terreno la defensa argumental al mirarnos al espejo hindú es simple: hace menos de un siglo su metrópolis era todavía Londres, y así cualquiera habla inglés (además del buen oído que debe proporcionar un país donde conviven 180 lenguas y más de 1.000 dialectos).

La tercera imagen que nos devuelve el cristal es la relativa al espíritu emprendedor. La existencia de una ciudad como la actual Bangalore sólo puede entenderse bajo la consideración de que más allá del evidente impulso que han supuesto las inversiones de empresas extranjeras, un resuelto ánimo ha acompañado a quienes han afrontado, y superado, las barreras que suponían un país burocrático y con anticuadas infraestructuras de comunicaciones. Voluntad que, sabiamente apoyada por la creación de parques tecnológicos en más de cuarenta ciudades indias, ha impulsado la creación de miles, sí, miles, de empresas de base tecnológica, muchas de las cuales han conseguido las más altas calificaciones de la prestigiosa Carnegie Mellon University, en lo que se refiere a su modelo de calidad en procesos relacionados con la ingeniería del software.

Emprendedores, además, en un país que aún no ofrece un desarrollado mercado interno, estamos hablando sobre todo de tecnología, lo que significa que el empresario de nuevo cuño debe tener en consideración que sus objetivos comerciales pasan necesariamente por la exportación, lo que, a priori, añade dificultades a su aventura. Mientras tanto, los últimos informes de la Comisión Europea sobre innovación califican como muy débil el espíritu emprendedor en España, situándolo en el puesto 22 de la UE de 25 miembros.

Educación, idiomas, emprendeduría. Tres vértices de un hexágono que completaría sus ángulos con los dedicados a coste, calidad y productividad. Los tres primeros son necesarios para la existencia de los dos últimos, y no admiten compás de espera. Lo que hoy no se está haciendo no existirá mañana. Mientras, la productividad española cae en 2005 por tercer año consecutivo, algo insólito en los países OCDE. Pero ese es otro espejo.

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