Utopía en el mercado de fondos
La tan cacareada arquitectura abierta, que hace unos años parecía la utopía a la que aspiraban algunos bancos, y que otros daban por imposible, parece que va tomando forma. Este concepto aboga por la venta de fondos de terceros por parte de las entidades, en un entramado ideal en el que bancos y cajas no venden tan sólo sus propios fondos sino que éstos compiten con el de otras gestoras y donde el que sale victorioso, el más vendido, es el mejor producto.
Obviamente, ése es un estadio que aún no se ha alcanzado y que puede que no llegue nunca. Al menos en un sistema como el español, basado en enormes redes de oficinas que venden lo que dicta la cúpula de la entidad, con demasiada frecuencia el producto de moda.
Pero sí se ha avanzado algunos pasos. Una muestra de ello es el crecimiento de negocio que están experimentando las gestoras extranjeras en España. Según los datos de la CNMV, el número de partícipes en fondos extranjeros creció el año pasado un 74% y superó el medio millón.
Dicen los entendidos que este fenómeno obedece, por un lado, a la subida de las Bolsas, que ha elevado el apetito de riesgo de los inversores y, en paralelo, su apetencia por productos más exóticos. Las extranjeras juegan aquí un papel importante.
Por otro lado, ha aumentado la educación financiera de los inversores, a lo que ha contribuido, y mucho, una apuesta mayor por el asesoramiento por parte de las entidades. Hace cinco o seis años la palabra clave para el inversor era diversificación. Hoy lo sigue siendo, pero con el término asesoramiento de la mano. Lo curioso es que esta práctica está dejando de ser patrimonio de la banca privada para bajar a escalones más modestos.
Ello, unido a la demanda de fondos de terceros por parte de los fondos de fondos, está creando un escenario que se asemeja a ese mercado ideal donde reina la arquitectura abierta. Puede no ser aún el que algunos anhelan, pero poco a poco se le va pareciendo.