Para alcanzar el éxito, gestionar el fracaso
Martín Varsavsky declaraba recientemente a este mismo periódico que 'hay que ser consciente del fracaso para tener éxito'. Lo dice un emprendedor en toda regla, en cuyo currículum profesional consta, entre otros proyectos, el lanzamiento de Jazztel. Un lema que, aunque cargado de toda lógica, pocos se atreven a reconocer, y menos, en público. Fracasar en los negocios, o en cualquier otro ámbito de la vida, es parte de las reglas del juego, ya que por definición, todo proyecto conlleva un riesgo. Sin embargo, todavía persiste un cierto tabú en el mundo empresarial a la hora de afrontar este tema, sus causas y consecuencias.
Nadie cuestiona hoy que la capacidad emprendedora de la sociedad y de su tejido empresarial es vital para el desarrollo económico y social de un país. En la última década, los mensajes en torno a este fenómeno han versado sobre el momento de la gestación (políticas de fomento y apoyo para la creación de nuevos negocios, la formación de emprendedores, ayudas, subvenciones, incubadoras de empresas y un largo etcétera) y sobre la etapa de crecimiento y consolidación. Se ha hablado mucho en este tiempo, aunque nunca es suficiente, de programas de tutoría, del papel de la Administración pública, de la entrada del capital riesgo y de la búsqueda de cooperación e intercambios.
Más recientemente, se han agregado al debate otras temáticas relacionadas con la crisis del emprendedor, que han dado lugar a dos nuevas etapas: la situación de declive y el tratamiento del fracaso. Ambas resultan imprescindibles para abordar el ciclo del emprendedor de una forma integral.
Las empresas nacen, se desarrollan y, en ocasiones, se deterioran e, incluso, mueren. Se trata de una realidad que forma parte de la lógica del juego. La alarma surge cuando revisamos las cifras del fracaso empresarial, ya que alrededor del 50% de las empresas creadas en España cesa su actividad durante los cuatro primeros años de vida. Así, la tasa anual neta de creación de empresas (la diferencia entre las altas y las bajas), según datos del Directorio Central de Empresas del Instituto Nacional de Estadística (Dirce) se sitúa en torno al 3% de media en los últimos cuatro años.
Ante este escenario, surgen múltiples cuestiones pendientes de resolver. ¿Existen mecanismos que contribuyan a reducir la elevada mortalidad empresarial? ¿Cuáles son las causas habituales del fracaso? ¿Se puede dibujar un perfil común del emprendedor fracasado? Aquél que fracasa, ¿vuelve a intentarlo o queda estigmatizado para siempre? ¿Cuál debería ser la reacción de la sociedad y de la comunidad empresarial ante el fracaso de un proyecto?
La lógica dice que quien acumule una experiencia empresarial que haya fracasado -siempre que no haya fraude de por medio- estará mejor preparado y tendrá mayores probabilidades de éxito si lo vuelve a intentar. Una hipótesis corroborada por estudios como el elaborado por Boston Consulting Group, presentado en un seminario organizado por la UE en 2001 en Noordwijk. Sin embargo, las aproximaciones a este debate todavía son incipientes, aunque imprescindibles, como hemos dicho, para abordar el proceso de una manera integral.
Un objetivo que ya ha calado en la UE y que ha quedado reflejado en el Libro Verde El Espíritu empresarial en Europa (2003), en el que la propia Unión reconoce que las etapas del declive y fracaso están aún pendientes de desarrollo. Desde entonces, la UE ha lanzado diversas iniciativas, como el proyecto Best, sobre reestructuración, quiebra y nuevo comienzo, o la Guía de buenas prácticas y principios sobre la reestructuración, quiebra y nuevo comienzo.
En España, se han realizado algunas aproximaciones a estas temáticas, como el Crisme, enmarcado en un proyecto interregional europeo y el estudio Causas de mortalidad prematura de proyectos empresariales en la Comunidad de Madrid y propuesta de mejora, presentado en febrero por la consejería de Empleo y Mujer de la comunidad madrileña. Ya lo dijo en su momento Thomas A. Edison: 'Una experiencia nunca es un fracaso, pues siempre viene a demostrar algo'.