La invasión de las langostas
La próxima semana saldrá a la venta el libro escrito por el ex consejero delegado de la Bolsa de Fráncfort, Werner Seifert, quien, al igual que otros políticos o periodistas que están de vuelta, se ha decidido a publicar sus memorias. Pero posiblemente el libro de Seifert traiga algo más de cola. La Invasión de las Langostas, se llama, pero no es de aventuras en un sentido clásico.
Las langostas son los grandes fondos de inversión anglosajones que dejaron a Seifert sin trabajo. La percha son los hedge funds accionistas de Deutsche Börse que forzaron su dimisión, pero de ahí cuelga una disquisición más amplia sobre los efectos de los grandes inversores financieros sobre el tejido empresarial.
El tema está de actualidad, sobre todo en un momento de proliferación de ofertas de compra por un lado y de tentaciones proteccionistas por el otro. Eso sin que haga falta entrar en la ya bastante revuelta arena nacional.
El calificativo de langosta no es propio de Seifert. El original fue Franz Müntefering, presidente del SPD y ahora vicecanciller. Según él -opinión que probablemente comparta Seifert- los fondos de capital riesgo son langostas que acuden en masa a llevarse lo mejor de Alemania. Además, la de Seifert es una visión interesada, pues las langostas se llevaron también su nómina.
Así, en más ocasiones de las que deberían quien se envuelve en una bandera nacional está, en realidad, buscándose las castañas para él y para los suyos. En este sentido, un antiguo presidente de la CNMV comentaba que las opas son hostiles o amistosas en función de si los consejeros de una empresa habían pactado sueldos y blindajes con los de la otra antes de comunicar la operación.
Además, el tema de las langostas no se plantea cuando son las empresas francesas, alemanas o españolas las que compran fuera. Pero, por el otro lado, no obstante, la fe en el mercado como principio y fin de todas las cosas despierta las mismas inquietudes que todas las verdades supuestamente absolutas.