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Tribuna
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El desempleo y la gestión de la morosidad

La deuda de las familias españolas ha aumentado de modo muy importante en la última década. Este proceso, a menudo cuestionado, es en el fondo lógico y racional y se explica por el aprovechamiento de los hogares de la mejora estructural en las condiciones financieras. Esta situación, sustentada en el prolongado ciclo expansivo, ha incremento la renta disponible y ha mejorado las expectativas de futuro de las familias. Así puede explicarse, junto con los fenómenos demográficos, el actual ciclo inmobiliario, que es a la vez causa y consecuencia del ciclo de endeudamiento porque los españoles ya no ahorran en cuentas corrientes, sino en activos mobiliarios e inmobiliarios.

Sin embargo, a pesar de su rápido crecimiento, el endeudamiento no resulta preocupante en términos globales, ya que puede considerarse asumible para la mayoría de las familias. Es más, el servicio anual de los créditos (la cuota que se paga) sólo supone el 15% de la renta de la familia media española endeudada. De este modo, se puede afirmar que los presupuestos familiares tienen cierta holgura para absorber las subidas de tipos de interés previsibles a medio plazo, aunque para ello tengan que sacrificar parte de sus posibilidades de consumo.

Y es que si no tuvieran esta capacidad no hubieran podido acceder al crédito, puesto que las entidades financieras suelen evaluar de modo dinámico sus riesgos crediticios, teniendo en cuenta no sólo los bajos tipos de interés vigentes actualmente, sino valorando los tipos de interés sustancialmente mayores estimados a lo largo de su periodo de amortización.

Cuestión distinta es que cuando nos referimos a los casos particulares, la realidad engloba situaciones muy dispares. A este respecto hemos realizado un estudio en colaboración con un equipo de profesores universitarios que, entre otras cuestiones, analiza cuáles serían los hogares más vulnerables ante un hipotético cambio en las condiciones financieras o en su renta. El estudio demuestra que los hogares con más riesgo son aquellos que soportan mayores niveles de servicio de la deuda en relación a su renta, sobre todo cuando esta ratio supera el 40%. En promedio, esto sólo le sucede al 7,2% de las familias endeudadas, que son, además, las más jóvenes, las que se han endeudado más recientemente y las que tienen rentas más bajas. El problema podría ser mayor para determinados colectivos como los autónomos o los parados endeudados, ya que cerca del 16% y 13%, respectivamente, tienen servicios de la deuda excesivos que superan el 40% de su renta.

Por tanto, el sobreendeudamiento, si lo hubiera, no parece un problema a corto y medio plazo, tal y como evidencian los actuales mínimos históricos de morosidad, sino de determinados escenarios adversos de futuro. En este sentido, puede identificarse al desempleo como el principal riesgo para la morosidad y, en el caso específico de los autónomos, la contingencia de sus bajas por incapacidad, no siendo por el contrario especialmente relevantes las subidas descontadas a medio plazo en los tipos de interés.

Paradójicamente, es posible que no se estén valorando de modo adecuado los verdaderos riesgos. A este respecto, la normativa impulsa a las entidades financieras a ofrecer instrumentos de cobertura frente al posible incremento de los tipos de interés, que no constituyen el mayor riesgo, al tiempo que no se potencian instrumentos de cobertura ante las caídas de renta, como son los seguros de protección de pagos ante las contingencias de desempleo o incapacidad. Afortunadamente en la práctica sí que se están desarrollando estos nuevos productos financieros considerando sus diversas ventajas, entre las que cabe destacar que permiten acceder al crédito a aquellos colectivos que no pueden o no quieren correr el riesgo de que la volatilidad de sus ingresos les dificulte hacer frente a sus compromisos financieros, a la vez que cuantifican el coste máximo del riesgo (el precio del seguro), optimizando así su gestión, tanto para prestamistas como prestatarios.

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