China, el octavo pasajero
Para los apasionados del cine, y a tenor de las numerosas similitudes con su más famoso personaje sin nombre -Alien-, Ridley Scott debió inspirarse en China. Entre los principales logros del director estuvieron su capacidad para generar tensión ante lo desconocido, el mimetismo y el interés en no descubrir en plano general alguno la exacta magnitud y anatomía de su monstruo. Como en el caso de la película de Scott, el país del pequeño timonel tensiona a sus interlocutores jugando con el suspense, el escenario (la puesta en escena), las sorpresas, el tiempo (el ritmo), o la información (el lenguaje), todas ellas variables de Sunt Zu en su arte de la guerra.
China juega varias barajas diplomáticas simultáneas, aprovechando su vertiente oriental y occidental, su faceta de país desarrollado (para establecer precios de compra por volumen) o país en vías de desarrollo (cuando negocia sus condiciones de venta o su desprecio por el respeto de los derechos humanos), naturaleza dúctil (capitalista o intervencionista), pero siempre un perfil poliédrico y deliberadamente incompleto.
China ha mantenido deliberadamente oculta su trayectoria de crecimiento y aprendizaje hasta que las cifras han hablado por sí solas, y aun así, continúa muy reacia a la transparencia. A día de hoy, continúan siendo muchas más las incógnitas que las certidumbres, y no sólo cuantitativas, sino también cualitativas, para quienes se plantean las rutas comerciales de Marco Polo. Aquellos que todavía piensen que China sigue ensimismada exportando manufacturas quizás deberían conocer que en 2005 ha sido el primer exportador del mundo de tecnología de la información, superando hace dos años a Japón y la UE.
Además de ello, la cultura china se ha alimentado durante 3.000 años de historia, y su civilización respeta, por encima de todo, y también del consumo, la sabiduría de sus maestros más ancestrales; por mucho capitalismo que reine en sus calles, no han sido occidentalizados porque probablemente no tienen ningún interés en estarlo más allá de la superficialidad. Según Octavio Paz, existen dos sistemas de valores, la cultura de los pobres (hereditaria, inconsciente y antigua) y la de los ricos (adquirida, consciente y moderna). No olvidemos que Europa es la única que ha descubierto el resto del mundo; ningún otro pueblo, en toda la historia, ha recorrido el camino opuesto tratando de descubrir Europa.
Goldman Sachs ya nos informaba de cómo el futuro de la economía mundial pasaba por las BRIC (Brasil, Rusia, India y China); en 2005 este grupo ya ha generado más PPP (paridad del poder adquisitivo) que toda la OCDE, un 51% del PIB mundial. Este desplazamiento del eje de la economía mundial (del Atlántico hacia el Pacífico) sólo es comparable para los analistas con la emergencia de Estados Unidos como potencia a partir de los años veinte.
Las últimas cifras cuentan cómo China es ya el cuarto pasajero (sólo quedan tres), y el diagnóstico de Davos ha sido cuidar a la locomotora dejando de lado pequeñeces como su déficit democrático, pero no debemos olvidar que cada vez queda menos tiempo de película, o lo que es lo mismo, de margen para que se incorpore al G-8.