Por el camino del buen gobierno
Desde 1999 y bienalmente, la firma Heidrick & Struggles publica su informe sobre gobierno corporativo en Europa. El documento, que clasifica las prácticas de gobierno de compañías de 10 países distintos, se ha convertido en una referencia entre los de su especie. El correspondiente al 2005 trae novedades interesantes, especialmente en lo que se refiere a las compañías españolas.
Cabe recordar que, en 2003, Heidrick & Struggles situaba a las compañías españolas entre las peor gobernadas de Europa; sólo las portuguesas sacaban peor nota. El informe de aquel año llegaba a afirmar que 'a las compañías españolas les queda un largo camino por recorrer para acercarse, siquiera, a lo que podría ser la media de las prácticas de gobierno entre las compañías europeas. El progreso de las compañías españolas en esta materia ha sido sustancialmente menor que entre las del resto de Europa'. Pero eran otros tiempos.
Hoy, las cosas pintan algo mejor. En el periodo 2003-2005, contaba Heidrick & Struggles, las prácticas de gobierno de las sociedades españolas cotizadas habrían experimentado una saludable mejoría. Aunque todavía por debajo de la media europea, las españolas alcanzaban la sexta posición en el ranking europeo. Todavía lejos, sin embargo, de las británicas, suizas u holandesas, las mejor gobernadas de Europa.
Entre las debilidades identificadas en el informe, se destacaba la escasa presencia de independientes en los consejos españoles y sus comisiones; también, se ponía de manifiesto el excesivo tamaño de los consejos, y su escasa diversidad. Por último, se apuntaba que, como consecuencia de la inercia, los mandatos de los consejeros españoles suelen ser sustancialmente más largos que los de sus homólogos europeos. Ya se sabe que la inercia suele ser mala noticia para el accionista.
Los resultados de los informes indicados anteriormente, o los de otros de su misma especie, deben servir para situar en un contexto internacional el proyecto de Código Unificado presentado por la Comisión Conthe. Bajo esta luz, no sorprende la naturalidad con la que el borrador era recibido por, entre otros, Financial Times. A pesar de todo, este medio lamentaba que la creciente politización de la vida económica española pudiera llevar a una valoración errónea de las nuevas recomendaciones.
La naturalidad anglosajona contrasta con la sorpresa que algunas de las propuestas han sido recibidas en nuestra piel de toro. Por ejemplo, ha sorprendido un tanto la atención prestada por el proyecto de Código Unificado a cuestiones relacionadas con la responsabilidad corporativa, los riesgos reputacionales o el cumplimiento de las normas internas de conducta. Probablemente, quienes se sorprenden desconozcan que una cuarta parte de las compañías británicas cuentan con una comisión en su consejo específicamente ocupada de asuntos relacionados con la ética, la responsabilidad o la reputación corporativas. También las recomendaciones relacionadas con la diversidad en los consejos han enarcado más de una ceja. A pesar de que la diversidad del consejo es, ya desde hace algunos años, un indicador habitualmente utilizado para valorar la calidad de las prácticas de gobierno corporativo de una sociedad cotizada. Por no mencionar, en esta ocasión, la cuestión de los independientes o la figura del lead director.
Caben otras comprobaciones adicionales a la hora de valorar las recomendaciones recogidas en el proyecto de Código Unificado. Alguien decía que, de ser efectivamente aprobadas, las recomendaciones del Código Unificado situarían a las compañías españolas en situación de desventaja frente a sus rivales internacionales. Sorprende que unas recomendaciones de aplicación voluntaria pudieran tener un efecto tan demoledor sobre la capacidad de competir de nuestras empresas. Pero con las cosas de comer toda precaución es poca. Para comprobar la verosimilitud de tal riesgo, uno podría acudir a analizar los compromisos en materia de gobierno corporativo formalmente asumidos por las compañías más respetadas del mundo, de acuerdo a cualquiera de los numerosos rankings elaborados al efecto. Y descubriría con sorpresa las prácticas de gobierno de compañías como General Electric o British Petroleum. A estas compañías, hagan la prueba, no habrían extrañado, ni sorprendido lo más mínimo las recomendaciones de la Comisión Conthe.
Se dirá que esas compañías son distintas, que juegan en otra liga y que Spain is different. Sin embargo, no creo que los inversores nacionales e internacionales a los que nuestras compañías tratan de seducir entiendan la excepción cultural española.
Recordemos que unos principios de gobierno corporativo sólidos son cruciales para obtener y retener la confianza de los inversores y los mercados. Y que los avances en este terreno hacen más atractivas y prósperas a nuestras empresas. Por eso deben ser bienvenidos. O, al menos, analizados pausadamente.