Trichet mueve su primera ficha
El Banco Central Europeo (BCE) se ajustó ayer a los pronósticos y anunció una subida de 0,25 puntos en los tipos de interés oficiales para la zona euro, que quedan en el 2,25%. Se trata del primer movimiento de tipos en dos años y medio y de la primera subida en cinco años. Es, además, la primera modificación del precio del dinero desde que Jean-Claude Trichet llegó a la presidencia del banco. De hecho, hay quienes consideran que esta subida tiene entre sus objetivos dejar clara la independencia del BCE frente a las presiones de destacados políticos europeos, que llevan semanas reclamando al banquero que se abstenga de mover los tipos ante las señales de fragilidad que siguen mostrando las principales economías de la zona euro.
La decisión del BCE tendrá un efecto inmediato en los hogares españoles, que acumulan un nivel histórico de endeudamiento (617.000 millones de euros, un 21% más que hace un año, según los datos publicados ayer mismo por el Banco de España). Además, podría moderar algo la demanda de viviendas y, con ello, frenar la espiral alcista de los precios, que siguen subiendo a un ritmo del 16% según la asociación de tasadoras Tinsa.
Los economistas coinciden, sin embargo, en que la decisión no tendrá efectos traumáticos ni en las empresas ni en las familias españolas. Sobre todo, porque el propio Trichet ha dejado claro que no pretende poner en marcha una escalada similar a la de la Reserva Federal estadounidense, que ha incrementado su tipo de interés de referencia en doce ocasiones desde junio de 2004, haciéndolo pasar del 1% al 4%.
La decisión del BCE de cambiar el paso de manera suave es, sobre todo, un aviso a navegantes. Un recordatorio de que la autoridad monetaria europea vigila de cerca la evolución de la inflación y los elevados déficits públicos de algunos miembros de la zona euro. Subiendo los tipos, Trichet recuerda a algunos gobernantes que hay responsabilidades que no están asumiendo, como la de controlar sus balanzas fiscales o poner en marcha reformas estructurales que sirvan de base para un crecimiento económico sostenible a medio y largo plazo. El BCE empieza a estar harto de ser el único que pone de su parte para impulsar la reactivación económica, mientras los políticos se resisten a tomar decisiones por temor a perder votos.
Es cierto que las señales de recuperación económica aún son frágiles en países como Alemania o Francia, y que un encarecimiento del crédito puede retraer todavía más la débil demanda interna de estas economías. Pero el mandato que tiene el BCE es el de mantener controlada la inflación, y todo indica que será imposible cumplir el objetivo fijado para la zona euro. Si de lo que se trata es de que la autoridad monetaria europea sea más sensible a aspectos como el crecimiento económico o la generación de empleo, habría que modificar su mandato para asemejarlo al de la Reserva Federal estadounidense, que sí tiene estos parámetros entre sus objetivos oficiales. A menos que esto se produzca, el BCE está obligado a seguir luchando contra la presión inflacionista pese al escaso crecimiento. Eso sí, con extremo cuidado para no descarrilar la incipiente recuperación.