¿Vuelven los tipos a su sitio?
Los Presupuestos Generales del Estado para 2006, por imperativo comunitario, tienen que utilizar como supuesto un coste del crédito superior al actual. Recientes declaraciones del señor Trichet, e incluso de la Reserva Federal de EE UU, van en la misma línea, por lo que conviene hacerse a la idea de que los tipos de interés van a subir a no tardar. Probablemente lo harán en pequeña cuantía a fin de evitar tensiones, pero, en cualquier caso marcan un cambio de tendencia.
Prácticamente desde la entrada en la Unión Monetaria Europea, el coste del crédito ha estado en España en nivel inusitadamente bajo, al punto de ser negativo en los depósitos bancarios o deuda pública y, si se deduce el impuesto pagado por tipos nominales, el interés real efectivo también es negativo en otras colocaciones del ahorro. Esto será así, si se logra el objetivo de la medida, que es el evitar un rebrote inflacionario, de modo que con mayor minuendo (el interés) y menor sustraendo (el índice de precios) se logre volver a un interés real positivo. El cambio de rumbo puede evitar que se mantenga esta orientación que supone una expropiación, parcial y lenta, pero tenaz, del ahorro de las personas con menos cultura financiera. En última instancia, si la elevación se traslada a la rentabilidad de otros productos financieros, incluso podría revertir la tendencia al descenso en el ahorro de las familias.
Con tipos de interés muy bajos, especialmente si hay expectativas de que se mantengan así, se suelen iniciar procesos de inversión que, probablemente, no serían rentables con un coste del crédito más elevado. La financiación barata se ha conseguido gracias a una oferta monetaria expansiva, pero cuando se vuelve a un interés natural, esto, es el que igualaría la inversión deseada y el ahorro deseado sin injerencias de las autoridades monetarias, esos proyectos dejan de ser viables, se detiene el proceso y se contrae el ritmo de actividad económica. La escuela de economía austríaca asociada a los nombres de Von Mises y Hayek ha explicado desde los años 30 el proceso con claridad.
Si al efecto sobre la inversión en curso se añade el que podría derivarse de la reducción en el consumo por la detracción de recursos de las familias que deben pagar hipotecas elevadas, el efecto sobre el crecimiento sería más notable. No obstante, las autoridades monetarias en la UE y la Reserva Federal han mostrado suficiente juicio como para reaccionar a las crisis bursátiles y al estallido de las dot.com como para dosificar la cuantía de los incrementos y su secuencia a fin de evitar estos efectos.
En los últimos años, la UE ha registrado un crecimiento de la oferta monetaria más elevado que el del PIB nominal. Normalmente se espera que esa situación lleve a subidas de precios, máxime cuando el del petróleo ha subido, pero eso no ha ocurrido en el conjunto de la UE (en España, con menos experiencia de bajo coste del crédito y con una demanda más briosa, sí se ha notado). La causa está en las pobres expectativas de crecimiento de la economía que no propician el endeudamiento, así como en la afluencia de productos importados de países extracomunitarios con precios bajos. Por otra parte, el vínculo entre oferta monetaria y precios, tiene un sentido muy preciso, pero la cuantía exacta es difícil de determinar porque también actúa una miríada de factores entre los que están el tipo de cambio (en la UE diluye algo el aumento del coste del petróleo y favorece aún más la compra de productos baratos) y otros. A pesar de esos elementos que reducen el impacto, la vuelta al crecimiento bastaría para a reavivar el aumento en precios.
Los precios que no se han beneficiado del efecto de la apertura al exterior de los mercados -vivienda y cotizaciones bursátiles- sí han respondido al crecimiento de la oferta monetaria con subida. Con crédito más caro, la tendencia al aumento se atemperará ya que tanto el coste de oportunidad de la propiedad de bienes raíces como la rentabilidad de las empresas llevarán a que el valor de ambos crezca a menor ritmo o se estanque, sin que pueda excluirse un asentamiento algo más vigoroso. El efecto total será tanto menor cuanto mayor sea el margen actual y menor sea la carga financiera. En cualquier caso la cuenta de explotación notará el efecto y, si no es compensado por mejoras de eficiencia, puede llevar a la reducción de márgenes y, con ello a menos inversión y empleo futuro. Para el pago de la financiación de la vivienda (y el gasto en consumo) el efecto, desde el lado de la compra realizada, dependerá de la antigüedad de la deuda porque en el ínterin se habrán producido más aumentos salariales que reducen el peso relativo de la deuda sobre los ingresos familiares y del buen cálculo de la capacidad de pago de los acreditados.