Los objetivos de desarrollo aún esperan
La cumbre de Nueva York debería evaluar la evolución de los Objetivos del Milenio, un pacto firmado en 2000 por 198 países para mejorar el desarrollo humano de los países pobres. Se trata de un compromiso para, en 2015, conseguir una educación infantil universal, erradicar la pobreza extrema y reducir a la mitad las personas que no tienen agua potable, entre otros objetivos. Con un tercio del plazo ya consumido, las proyecciones no son alentadoras: según el PNUD (programa de la ONU para ayuda al desarrollo), de continuar la tendencia actual, en 2015 estarán en la miseria 380 millones de personas más de las previstas, le faltará agua a 210 millones más que el objetivo, y habrán muerto antes de cumplir 5 años 41 millones de niños más de lo que marcaba el pacto. Otros objetivos, como la igualdad de sexos en el acceso a la educación, la mejora de la salud materna, o la contención de la pandemia del sida, corren el riesgo de quedar igualmente incumplidos.
La situación llama a un impulso fuerte a la ayuda al desarrollo, pero parece que la cumbre que comienza hoy no servirá para este fin. Marta Arias, portavoz de Intermón Oxfam, alertaba ayer de la posibilidad de que, incluso, se den pasos atrás respecto a los compromisos adquiridos: 'La demanda de la cumbre de Monterrey de 2002, por la que las naciones ricas debían dedicar el 0,7% de su PIB a la ayuda, ya no existe en el último documento barajado', señala. æpermil;ste se limita a felicitar a los países que han alcanzado ese nivel de ayuda, como Suecia, Dinamarca u Holanda, y a instar a todos los demás a que cumplan 'sus propios compromisos de ayuda', sin referirse al 0,7% como objetivo, ni establecer ningún calendario general de consecución. Arias sostiene que la presión de EE UU y Japón ha sido clave para lograr esta laxitud en el lenguaje: 'El Gobierno de George Bush, en un país que aporta apenas el 0,1% de su PIB, ha llegado a negar que en algún momento haya firmado un documento comprometiendo el 0,7%'. Tampoco parece que vaya a haber avances respecto a la deuda multilateral, cuya cancelación, acordada por el G-8, deberían ratificar el FMI y el Banco Mundial la próxima semana.