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Revista de prensa

La trampa de las autopistas

Al anunciar la privatización de las autopistas, el Gobierno francés no se dio cuenta de que tiraba de la anilla de una granada. François Bayru le acusa de 'deshacerse de las joyas de la familia' y la izquierda se ha unido a las críticas del líder centrista, olvidando enseguida que fue Laurent Fabius quien inició la privatización, en otoño de 2001. Para empezar, discrepan sobre el procedimiento. El Ministerio de Finanzas defiende que la privatización no precisa de una ley. El argumento jurídico es sólido pero no puede contra el hecho de que las autopistas representan, en el pensamiento de muchos, un pedazo del 'patrimonio francés' (...).

El Gobierno podría haberse ahorrado el debate sobre un tema sensible ya que no hay razones para temer porque, en el fondo, la privatización de las autopistas no es la herejía económica que describen sus enemigos (...).

Las únicas críticas serias, sobre las que se han extendido menos, versan sobre las consecuencias de la privatización sobre la financiación de las infraestructuras de transporte y sobre el interés de privatizar una actividad no sujeta a la competencia. Ningún país ha solucionado el problema. De hecho, en EE UU, país del liberalismo, la red de autopistas sigue siendo propiedad del Estado central o de los Estados federales.

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