Zapatero, el baloncesto y TVE
Según se ha sabido, al poco de ganar España su primera medalla en el reciente campeonato del Mundo de Atletismo, Zapatero llamó al marchador Francisco Fernández y, tras felicitarle por su medalla, le prometió mediar en el largo conflicto que enfrenta al atleta con la correspondiente Federación Española.
No está claro si es o no procedente la intervención del Gobierno en el mundo del deporte de élite que dispone de estructuras de funcionamiento propias, pero en todo caso, puestos a intervenir, el presidente del Gobierno podría elegir el baloncesto. No en balde, su biografía oficial dice que fue el deporte que practicó de joven, y además ha ordenado instalar unas canastas en el recinto de la Moncloa. Pero sobre todo porque el baloncesto profesional español atraviesa una difícil situación.
Así es, en la pasada temporada una convocada huelga de jugadores realizada por su sindicato estuvo a punto de paralizar la competición. Se protestaba la excesiva presencia de extranjeros en los equipos, lo que abortaba la proyección de jugadores españoles, perjudicando a la selección nacional. El conflicto se resolvió con un acuerdo mediante el cual la presencia de jugadores españoles en la competición aumentará -en términos globales- de forma marginal, pero eso sí, los ingresos de media docena de privilegiados -las estrellas españolas- crecerá de forma espectacular. Una vez más en la historia sindical, la movilización de muchos, la apelación a la opinión pública, y la invocación de valores superiores (en este caso la cantera o la selección) habrán servido para el lucro selectivo de una minoría.
De otra parte, el baloncesto español de élite sufre como mal endémico la presencia de los dos principales clubes de fútbol. Los presupuestos de baloncesto del Real Madrid y del Barcelona están conectados a los de fútbol, lo que les permite gastar y despilfarrar en baloncesto de forma estrepitosa en un paradigma de desgobierno, dado que sus déficit son cubiertos ilimitadamente por los ingresos del fútbol. Así, la presencia en la competición de dos equipos cuyos gastos pueden exceder a sus ingresos cuanto quieran, y por todo el tiempo que quieran, adultera el espíritu de las competiciones en las que participan. Además, condiciona sobremanera las economías del resto de los competidores que sufren los efectos de una competencia desigual y desleal, encontrándose permanentemente al albur de cualquier acometida de cualquier ser superior.
Es precisamente el área económica del baloncesto donde podrían actuar las autoridades. Nos centraremos en los ingresos de publicidad y en los de televisión. Al igual que otros deportes, el baloncesto necesita de los ingresos provenientes de publicidad, patrocinios y esponsorizaciones. Actualmente estos ingresos se enfrentan a una restrictiva legislación sobre publicidad de bebidas con alcohol que, como ejemplo, impide que una marca de cerveza haga publicidad en un pabellón de baloncesto, o esponsorice un equipo profesional. En justa correspondencia con estas restricciones los poderes públicos deberían favorecer la publicidad y la esponsorización de los productos no prohibidos, mediante una mejora fiscal de este tipo de gastos para las empresas publicitadas.
También los ingresos de televisión están negativamente afectados, en este caso por el largo conflicto con RTVE. Para una televisión pública cuya programación debe responder simultáneamente a requisitos de servicio público y al eficaz empleo de los recursos públicos, el baloncesto ofrece un perfil ciertamente idóneo: es uno de los deportes más practicados (por número de equipos y licencias federativas); su práctica está al alcance de todos (no requiere instalaciones costosas ni equipamiento sofisticado); tras el fútbol es el segundo deporte en audiencias televisivas (sólo superado por otros en ocasiones puntuales y siempre que la presencia española sea exitosa); su target o composición de la audiencia es envidiada por cualquier publicista (joven, urbana y con capacidad de adquisición); es un deporte limpio (no hay violencia en las aficiones ni doping entre los practicantes).
Pues bien, pese a lo expuesto, el baloncesto viene siendo castigado por TVE hace tiempo. En un periodo concreto para exiliar al baloncesto de la televisión pública confluyeron el rencor de la directora de deportes -Mari Carmen Izquierdo-, las eternas mil dudas del director de TVE -Juan Menor-, y la nadería del director general -José Antonio Sánchez-. Mientras, se apoyaban intensamente deportes marginales en términos de práctica, seguimiento y audiencias. Pero hoy ninguno de los tres problemas citados puede explicar ya el tratamiento de TVE al baloncesto. Por ello sería pertinente que desde Moncloa se instase la revisión de los criterios de retransmisión y promoción de deportes en la televisión pública, a fin de que respondan a un acertado equilibrio entre la función de servicio pú-blico que debe cumplir RTVE, la equidad entre los diferentes deportes, y la eficiencia económica que debe regir la gestión de un organismo público.