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Columna
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Cultivos energéticos

El petróleo sigue subiendo, y aunque siempre hay una causa coyuntural para explicar estos incrementos de precio -en este caso la inestabilidad iraní-, en verdad late una razón estructural: la demanda tiende a crecer más que la producción. ¿Existen perspectivas de que esas pautas de mercado se modifiquen a corto plazo? Pues no lo parece. Según los expertos, deberemos acostumbrarnos a un periodo de altos precios. Demos por bueno ese pronóstico, a pesar de las cautelas que siempre se deben tomar al respecto. Algunos piensan que el mercado no es tan transparente como parece, y que en verdad se darían las condiciones suficientes para un petróleo más barato.

Pues bien, si fuera cierto ese escenario de creciente y sostenida demanda, deberíamos preguntarnos: ¿hasta dónde subirán los precios? Nadie lo sabe. La realidad ha superado la mayoría de las previsiones. Esta semana el crudo superó los 62 dólares, cuando nos decían que no sobrepasaría los 60 debido a la entrada de nuevos yacimientos en producción. El precio de la gasolina en España ya supera el euro por litro, con una subida de más del 20% en lo que va de año. Por tanto, sería demasiado aventurado apostar por una cuantía exacta. Más sentido tiene analizar los factores que inciden en el mercado de energía, basado en el petróleo como fuente casi exclusiva, sin que ante la evidencia de una progresiva escasez hayamos sido capaz de poner en funcionamiento fuentes de energía capaces de tomarle el relevo. Para que el precio bajara sería necesario incrementar la oferta o bajar la demanda. Y para que esto último ocurra sólo hay dos caminos: o se ahorra en consumo o se buscan fuentes alternativas. De este último asunto reflexionaremos, sin quitarle ninguna importancia a las otras vías.

Llevamos años en moratoria para las centrales nucleares, y aunque algunas voces se alzan para pedir la reapertura del programa de construcción, no parece que ni a corto ni a medio plazo veamos un florecimiento de centrales en Europa. El carbón tiene sus propias dinámicas, resulta caro y contaminante, pero debido a los altos precios de los gasóleos, algunas centrales están funcionando con rentabilidad. Pero es evidente que el futuro no pasa por construir más centrales de carbón. Las centrales de ciclo combinado a partir de gas sí que están teniendo un importante auge, aunque su repercusión en el mercado energético total es todavía moderada. De todas formas, el gas natural también es un combustible fósil, obtenido en los mismos países que el petróleo, por lo que su inestabilidad y precio corren en paralelo. La fusión del hidrógeno, el sueño de los científicos, tardará todavía en estar disponible como tecnología industrial. La última energía convencional, la de las grandes centrales hidráulicas, está casi en sus máximos posibles. Es difícil pensar que se puedan construir más.

Sólo nos quedan las llamadas energías alternativas, que básicamente son la solar, la eólica, biomasa, los residuos urbanos, la minihidráulica, la geotérmica y los biocarburantes. Aunque muchas voces las desprecian, no estamos ante una fuente de energía menor. Podrían ser mucho más importantes de lo que son, y si a día de hoy algunas no resultan rentables, con el alto precio actual del petróleo irán entrando en números azules. Los datos españoles son desalentadores en esta materia. En 1999 se aprobó el Plan de Energías Renovables 2000-2010 que estimaba que el peso de estas energías alcanzaría a cubrir un 12% de la demanda total al final de este periodo. Pues bien, cuando ya han transcurrido cinco años de la década, sólo se han alcanzado un 25% de los objetivos. Un retraso injustificable, dadas las circunstancias. Sin duda alguna, las instancias públicas y la empresa privada deben apostar por estas energías alternativas al petróleo.

Quisiera traer a colación una paradójica realidad. Mientras que Europa está desmantelando la PAC, con el consiguiente desconcierto de los agricultores que no saben hacia dónde orientar sus producciones, el petróleo amenaza con estrangular nuestra economía. ¿No tendría sentido potenciar los cultivos energéticos, bien para biocombustibles o bien como biomasa? Mataríamos tres pájaros de un tiro. Alternativa para la agricultura, mejora del medio ambiente y nuevas fuentes de energía.

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