La 'evangelización' de Repsol
La petrolera desarrolla proyectos sociales con la etnia de los huaoranis, con los que 'convive' en la Amazonía ecuatoriana
'¿Estamos seguros de que hacemos con los indígenas lo que ellos desean realmente o lo que les conviene?'. Directivos de relaciones externas y responsabilidad social de Repsol YPF de España y Latinoamérica mantienen un encendido debate en pleno corazón de la Amazonía ecuatoriana, en el Bloque 16 del Parque Nacional Yasuni, donde una planta de extracción de crudo de la compañía tiene entre sus vecinos a una de las comunidades de la etnia de los huaoranis. Los últimos indígenas, dicen, que se han acercado a la civilización, concretamente, en 1958, a través de misiones evangélicas. Ahora, estas comunidades comparten su territorio, rico en hidrocarburos, con distintas petroleras que hacen con ellos su particular evangelización o labor social.
Milton Aulestia, uno de los encargado de los programas sociales que Repsol mantiene con los habitantes del Bloque 16, y un libro abierto sobre la jungla, lo tiene muy claro: 'se trata de mejorar su situación pero respetando siempre su cultura y sus raíces'. En otras palabras, 'ofrecerles los instrumentos y recursos necesarios para que gestionen su propio desarrollo', indica.
Al Bloque 16, una concesión de 220 hectáreas que YPF obtuvo en 1993, sólo se puede acceder desde El Coca sobrevolando en helicóptero la espesura de la selva o por vía fluvial. Los responsables de la compañía se han comprometido con el Gobierno de Ecuador a devolver los campos sin un solo colono. Por el momento, la inexistencia de un puente que cruce el río, les está permitiendo cumplir su promesa.
La planta que gestiona Repsol, en la que trabaja un centenar de empleados y está custodiada por soldados ecuatorianos ante el temor a alguna posible incursión de la guerrilla, produce más de 50.000 barriles de petróleo al día y cuenta con una central eléctrica de 100 MW. Herencia de su filial argentina YPF, esta concesión se firmó con la petrolera estatal Petroecuador por un periodo de 20 años, por lo que quedan seis para que finalice el contrato, pero también la esperanza de una prórroga.
Para provocar 'el menor daño medioambiental posible', Rubén Ferrari, gerente de la planta, explica que la petrolera utiliza en la jungla tecnología off shore propia de las plataformas en alta mar, con una ocupación mínima del terreno, si bien, bajo tierra se extiende una amplia red de tubos en racimo para la extracción de petróleo, exactamente, a 1.200 metros de profundidad. A través de un oleoducto secundario, el crudo procedente de los 60 pozos con que cuenta el campo, se transporta hacia un gran tubo principal.
Pero la producción en un parque natural aislado de la civilización, obliga a guardar un difícil equilibrio con el entorno natural y los nativos. En 1993 Repsol firmó con la organización indígena Onhae, a la que pertenecen los huaoranis, un acuerdo 'de amistad, respeto y apoyo mutuo', por la que aceptaron la explotación de petróleo en su territorio (el Estado les reconoce 700.000 hectáreas). La Reserva Territorial æpermil;tnica Huaorani fue declarada en 1989 por la Unesco Reserva de la Biosfera.
El Bloque 16 ocupa un 12% del Parque Nacional Yasuni y un 22% de esta reserva. En estos momentos, habitan en ella unos 2.000 miembros de esta etnia repartidos en 32 comunidades (todas integradas en Onhae), de las cuales, cinco están en el campo que explota Repsol.
Los proyectos que la empresa realiza con esta población seminómada se centran el las áreas de salud; educación (escuelas y capacitación laboral y sanitaria); infraestructuras y fortalecimiento de su identidad cultural. Según los datos de Repsol, este año el presupuesto huaorani supera los 170 millones de dólares. Las comunidades de la Onhae cuentan con 27 escuelas, un médico itinerante, además de convenios con hospitales y programas de vacunación, entre otros.
Descontando que el objetivo último de toda empresa es obtener beneficios, los responsables de Repsol congregados en la jungla, niegan que esta labor social responda únicamente a la obligación que la ley impone a las petroleras (y a las energéticas, en general) tienen para desarrollar su negocio. 'La ley no nos obliga a muchos de los programas que desarrollamos', recuerda Enrique Proaño, responsable de la Fundación Repsol Ecuador.
Además, concluye el debate , si bien las empresas no tienen conciencia por la cual guiarse (ni buena ni mala), sí tienen en sus filas a hombres como Milton, Remigio.. y tantos otros.
Salvar la jungla
La relación entre las petroleras y las comunidades que habitan en los territorios en los que extraen crudo, no siempre es fácil. De hecho, hace escasas semanas un grupo de huaoranis se manifestaba en Quito para pedir al Gobierno ecuatoriano que expulsara a la brasileña Petrobrás del campo que explotan en el Parque Yasuni.La experiencia de Repsol, según sus responsables es positiva, pero la tarea es ardua y delicada, ya que la sensibilidad y la protección de estas comunidades es cada día más fuerte. La labor con estos grupos, aislados de la civilización hasta mediados del siglo pasado, va desde su protección personal hasta la educativa, 'en la idea de que profundicen en sus raíces', indica la empresaNo son raros los viajes en helicóptero para trasladar a un hospital a alguna mujer huaorani afectada por una mordedura de serpiente o un parto difícil. Repsol les ofrece escuelas o trabajos esporádicos, pero siempre contando con el absentismo lógico de quienes se dedican a la caza y son seminómadas. En todo caso, el objetivo último es evitar la colonización de la selva.