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Tribuna
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Kioto: solución o problema

El autor cuestiona que los Estados miembros de la Unión Europea que sí han ratificado el Protocolo de Kioto vayan a cumplir los compromisos contraídos con el medio ambiente y advierte sobre las consecuencias que tendrá para España la aplicación de este acuerdo

En los últimos 20 años se han publicado estudios sobre el calentamiento de nuestra atmósfera, que auguraban subidas de temperaturas en nuestro planeta entre 1,5 grados y 4,5 grados centígrados en 2100, es decir, que las predicciones eran muy diferentes según los modelos empleados.

El informe del grupo del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) para Naciones Unidas, que no obtuvo la unanimidad de sus redactores, elevó este riesgo hasta 5,8 grados. Se dramatizaron estas predicciones culpando a la acción humana y, más injustificadamente, a las actividades industriales. Se realizaron predicciones por regiones, como la presentada recientemente para España en la que las temperaturas subirán 4 grados en invierno y 7 en verano, y donde la crecida del mar anegará cientos de kilómetros de costa. Se decretó la urgencia de las actuaciones de los poderes públicos y se basó las mismas en un intervencionismo de la economía.

Se llegó a un consenso político, el Protocolo de Kioto, que pretende reducir un 5% las emisiones de gases de efecto invernadero hasta el año 2012.

La primera cuestión que llama a la reflexión es que un acuerdo tan fundamentado, aparentemente, en la ciencia y con tan rápidos beneficios para la sociedad, sólo haya sido ratificado por una minoría de Estados. Así, el núcleo de los países comprometidos consume sólo el 13% del carbón mundial, el 30% del gas y el 25% del petróleo. Por el contrario, los 155 países no comprometidos concentran la mayor parte de la población, del PIB y de las emisiones.

EE UU, que mantiene una política nacional de protección del medio ambiente, siempre discutió los fundamentos del calentamiento del clima y la eficacia de las actuaciones recogidas en el Protocolo. Igualmente, China y la India, los países con mayor desarrollo económico y población, por los mismos motivos, se han negado a sacrificar inútilmente su desarrollo industrial y económico y la mejora del nivel de vida de sus habitantes.

La UE ratificó el Protocolo y se dispone a cumplir sus compromisos. Ya veremos si cada Estado miembro va a cumplir los suyos y a qué coste. España está en la peor de las situaciones. El Gobierno, cumpliendo la Directiva Comunitaria, ha decidido el nivel y distribución de derechos de emisión gratuitos entre las 14 actividades afectadas, produciéndose agravios comparativos no sólo entre unos y otros, por el diferente costo que tendrán que afrontar, sino también entre las empresas de un mismo sector. Se da la irracionalidad de que empresas españolas con las más modernas tecnologías limpias deberán comprar derechos de emisión a sus competidoras más contaminantes para poder ampliar su producción si su competitividad se lo permite o paralizar ésta e importar los productos que demanda el mercado español y renunciar a parte de sus exportaciones.

Cuando los ciudadanos han percibido que el balance coste beneficio del Protocolo de Kioto es cuestionable, se han renovado los estudios que arrojan predicciones, ahora, de un calentamiento de la atmósfera de 0,7 grados centígrados para el año 2100. Los científicos advierten que las variaciones climáticas son una característica del sistema climático, como demuestran los estudios paleoclimáticos realizados con muestras de hielo, de cortes de árboles y los trabajos con los satélites meteorológicos. Igualmente advierten que no hay acuerdo en explicar en qué medida los cambios climáticos registrados son debidos a la variabilidad natural de las temperaturas a lo largo de las décadas y a las actividades humanas. Los gases de efecto invernadero derivados de estas últimas son sólo el 2% del total de elementos que configuran el llamado efecto invernadero. Por último advierten que los modelos de predicción sólo son fiables a nivel de promedios para el conjunto del planeta y no para regiones del mismo.

En esta situación caben dos escenarios bien diferentes. El primero es que se prorroguen los acuerdos de Kioto más allá de 2012, comprometiéndose reducciones entre el 60% y el 80% de las emisiones para 2050. Los países que apostaron por la energía nuclear y los que apostarán por un desarrollo de la misma, es decir, Francia, Alemania, Gran Bretaña, China, Corea del Norte, Finlandia, Irán y otros, estarán en mejores condiciones competitivas, ya que podrán mantener los precios de su energía a disposición de su industria. El debate sobre la energía nuclear también se ha abierto en EE UU.

En España la acción del Gobierno se va a decantar por un ahorro en el consumo de la energía. Dado el alto nivel de nuestras emisiones es de temer que se optará por la política de 'precios disuasorios', es decir, de incremento de los impuestos sobre los productos energéticos para que la población ahorre combustible en calefacción y en transporte, afectando esta elevación de los precios a la competitividad de nuestra industria. Esta situación, de producirse, afectará a nuestro nivel de confortabilidad, al empleo industrial y al déficit de nuestro comercio exterior.

El segundo escenario es la ruptura del consenso entre los países que han ratificado Kioto, ya que algunos están llegando a la conclusión de que el Protocolo no resuelve el problema del cambio climático y se sacrifica una parte de la industria de estos países.

España deberá adoptar una posición activa sobre esta cuestión. Los partidarios de liderar en Europa este proceso ejemplificador, aunque inútil, sobre el cambio climático aducen que Europa estará mejor sin una industria contaminante, si bien el aumento del número de plantas de generación de energía eléctrica de origen nuclear mantendrá la preocupación de la población en la seguridad que ofrecen y aumentará el problema medioambiental de gestión de residuos radioactivos. Otros aducen que economías más desarrolladas que la nuestra presentan un menor peso de las actividades industriales y un aumento de los servicios. Unos y otros se refugian en la ensoñación de que el desarrollo de la I+D ofrecerá nuevas industrias de alto valor añadido con empleo bien pagado para todos.

Si se les pregunta cuándo se producirá este milagro en una apuesta tan arriesgada de renunciar a actividades industriales como la química, la siderurgia, el cemento, el papel, el vidrio, la cerámica, etcétera, por actividades todavía por crear, proclaman que debemos confiar en las fuerzas del mercado. De este argumento me ocuparé en un próximo análisis.

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