El consumo de alimentos
El consumo de alimentos representa aproximadamente el 19% del gasto total de los hogares españoles, algo más elevado que el promedio de la UE-25, que es del 16,9%. En España disponemos ya de los datos de 2004, aportados por el panel de consumo alimentario, elaborado anualmente por el Ministerio de Agricultura (MAPA). El interés en analizar la evolución del consumo de alimentos es notable, no sólo por razones económicas, también por motivos relacionados con la salud de la población, los cambios en los hábitos, las diferencias regionales y otras diversas razones.
El modelo de consumo alimentario español ha alcanzado un notable grado de madurez, incluso parece que supera en un 20% las recomendaciones dietéticas en aporte calórico total. España es el país mediterráneo que más se ha alejado del modelo de dieta mediterránea, debido principalmente al elevado consumo de productos lácteos y cárnicos. Además el gasto total sigue aumentando, en 2004 un 4% a precios constantes, debido en gran medida al incremento de población y a la superior propensión de la población inmigrante a este tipo de consumo.
La influencia del consumo de alimentos por parte de la población inmigrante es un fenómeno que es preciso seguir con cierto detenimiento debido a que incorpora pautas nuevas de comportamiento. Por ejemplo, parece que se está produciendo un cambio de tendencia, al alza en 2004, en aquellos productos que venían descendiendo desde 1997. Es el caso de la leche, el arroz, las pastas, legumbres, aceite de girasol, patatas e incluso vino, que ve frenada su continua caída de consumo. El consumo de pan y azúcar está prácticamente estabilizado desde 1997. Un reciente estudio del MAPA mostraba la preferencia de este grupo de nuevos consumidores hacia las compras en grandes superficies de cadenas con precios populares, con lo que se reforzará en el futuro el criterio precio como factor de notable influencia en las compras de alimentos.
El consumo está aumentando notablemente, desde 1997, en productos de la pesca, de aperitivo (aceitunas y frutos secos), platos preparados, aguas y zumos, frutas y hortalizas. También crece en cerveza y bebidas alcohólicas de alta graduación (17% y 9,5% respectivamente, desde 1997, aunque el último se estabiliza en 2004). Este hecho debería ser considerado por el sector vinícola, debido a que cuestiona las causas del descenso de consumo de vino. La dimensión empresarial, la organización del sector y su estrategia mediática no parece la adecuada para afrontar los hábitos y costumbres de la nueva sociedad.
Pero un elemento del consumo alimentario que debe investigarse en el futuro es la incertidumbre que surge en algunos casos, respecto a la información suministrada por las diversas fuentes. Siempre me ha sorprendido la discrepancia respecto al consumo de carnes y sus productos transformados, entre el panel de consumo y el consumo aparente calculado a partir del balance de abastecimiento. El primero es sólo el 55% de la carne que teóricamente deberíamos comer los españoles, si las cabañas de animales, las producciones, los coeficientes técnicos empleados, las variaciones de existencias declaradas y el comercio exterior fueran correctos. La diferencia es demasiado notable como para ignorarla: de 123 a 66 kilogramos por habitante y año.
El problema no es exclusivo del sector cárnico. En aceite de oliva, el panel apenas detecta el 80% del consumo interior teórico que deberíamos tener los españoles. En vino se alcanza el 86%, en huevos el 78%. Para una sociedad avanzada y un tema tan sensible como la alimentación, moverse con tales márgenes de inseguridad estadística es arriesgado. Las dudas que surgen deberían ser analizadas detenidamente, debido a que las posibles respuestas pueden incidir en cuestiones relativas a la dieta de los españoles y por tanto a la salud, a un fraude económico y fiscal, a la inseguridad en el control de los circuitos de comercialización, a la credibilidad estadística de las diversas Administraciones Son demasiados los puntos críticos y de incertidumbre en todas estas cuestiones, que más que una crítica debe efectuarse una advertencia, para poder profundizar en las causas.