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Adiós al legendario hotel Plaza de Nueva York

Si la presión de casi 900 trabajadores, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg y futuros candidatos a su puesto, como Fernando Ferrer, no lo remedian, a partir de abril será imposible dormir en uno de los hoteles más famosos del mundo, el Plaza de Manhattan. Elad Properties, la inmobiliaria que tiene su propiedad desde septiembre, quiere convertir este inmueble que tiene categoría de sitio histórico de la ciudad en un complejo de 200 apartamentos de lujo (condominios) y un centro comercial que abrirá en 18 meses.

El Plaza es un hotel legendario. Allí han dormido grandes como María Callas, se inspiró F. Scott Fitzgerald, se filmaron películas como El gran Gastby y su nombre quedará para siempre en los libros de historia económica, porque en uno de sus salones los países del G-5 firmaron en 1985 un pacto sobre divisas para devaluar el dólar, el conocido como Acuerdo del Plaza.

Tras la remodelación apenas quedarán unas 150 habitaciones frente a las 805 actuales y los empleados que tienen por delante la perspectiva del desempleo creen que ni eso, porque se dedicará a ellas lo peor del edificio, lo que a la postre precipitará su cierre. Nada nuevo en Manhattan, donde otros hoteles, Starwood y St. Regis, entre otros, tienen planes de renovarse para morir como tales y emerger como apartamentos.

El destino de este hotel de 19 plantas abierto en 1907 en la esquina sureste del Parque Central de Nueva York se empezó a fraguar en verano del año pasado, cuando sus dueños, el príncipe e inversor saudí Alwaleed bin Talal (sobrino del rey Fahd) y Milleniun & Copthorne, una hotelera británica, lo vendieron por 675 millones de dólares a Elad, la inmobiliaria del empresario israelí Isaac Tshuva. Elad pagó entonces por cada habitación un precio récord en Manhattan, 838.509 dólares. No fue un mal negocio para el saudí y su socio británico, quienes compraron la propiedad a Donald Trump en 1995 por 325 millones. Entonces invirtieron 40 en renovaciones en un hotel que en su mejor año, 2000, tuvo un beneficio de 45 millones, pero que en 2003 perdió 1,8.

Ellos ya no querían invertir más en un hotel que, según Elad, ha experimentado un constante declive en los últimos años y cuyo futuro no estaba garantizado.

La inmobiliaria sí va a dedicarle varios cientos de millones, unos 350, pero a pesar de que el turismo ya ha repuntado, Elad invierte para embarcarse en el más rentable mercado residencial y comercial. Se espera que el apartamento más barato de este edificio de estilo francés, diseñado por Janeway Hardenbergh (el mismo arquitecto que se encargó del mítico Dakota y el hotel Willard de Washington), cueste un millón de dólares. Para que el glamour de este edificio no desaparezca, Elad quiere que los centros comerciales que en él se instalen sean de la altura del muy exclusivo Bergdorf Goodman.

Los trabajadores argumentan que al hotel se le ha descuidado deliberadamente para poder poner sobre la mesa estos planes alternativos y han montado una campaña, con anuncios en televisión, página en internet (savetheplaza.com) y manifestaciones en las calles para apelar a los sentimientos de los ciudadanos y que éstos hagan presión para que Elad cambie los planes con respecto a este icono.

En el alcalde, en campaña, los sindicatos han encontrado un aliado. Bloomberg, que dice que el hotel es un icono de la ciudad, ha intermediado en varios encuentros entre ambas partes en la alcaldía, pero de momento con poco éxito. La batalla para salvar el Plaza continúa, mientras el reloj gira en su contra.

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