Estado autonómico y política económica
En el modelo territorial español y debido al feroz proceso de descentralización de competencias que ha desarrollado, los resultados económicos obtenidos por las diferentes regiones son en gran parte responsabilidad de los poderes públicos regionales. Los éxitos o fracasos de la política económica nacional tienen una traslación diversa según las regiones, fruto de las distintas políticas regionales.
Nuestra reciente historia económica ofrece ejemplos muy significativos al respecto. En ese sentido, la segunda mitad de los noventa -el quinquenio 1996-2000- presenta varios logros espectaculares en el conjunto de la economía española, pero con un importante grado de heterogeneidad regional. Sin duda la creación de empleo es la más significativa. Pues bien en los cinco años que van del final de 1995 al de 2000 en España se crearon del orden de 3,5 millones de puestos de trabajo, lo que permitió que la tasa de desempleo descendiera desde el 23% de 1995 al 14,1% de 2000, una reducción proporcional del 39%.
Sin embargo, la desagregación del citado porcentaje entre las 17 comunidades autónomas muestra una gran heterogeneidad entre las mismas, produciéndose diferencias no explicables por la situación de partida, dado que no comparamos tasas de paro, sino la proporción en que éstas se reducen.
Así, entre las comunidades que lograron reducir su tasa de desempleo en mayor proporción (un 55%) destacan Aragón, Baleares, Cataluña y Navarra. También son destacables La Rioja (50%), Comunidad Valenciana (8%), Murcia (46%) y Madrid (47%). Como se ve, todas ellas mejoraron el resultado global y redujeron el nivel de paro en mayor proporción que la media nacional. Por el contrario, en el extremo opuesto están aquellas con comportamiento peor que el conjunto. En Asturias, durante el periodo 1996-2000 el desempleo se redujo solo un 11%, en Galicia un 16%, en Extremadura un 21% y en Andalucía el 27%, todos ellos porcentajes notablemente inferiores al 39% del conjunto.
Evidentemente, de lo anterior no se deduce un resultado matemático sino una consecuencia social, pues el diferente nivel de disminución del desempleo según comunidades significa distintos grados de dinamización en la respectiva economía regional. Por otra parte, suele darse una cierta correlación entre el comportamiento regional -en forma de reducción del desempleo- y la situación de partida -tasa de paro inicial-, lo que supone que durante el quinquenio citado se han agrandado las diferencias regionales.
Andalucía y Extremadura eran las regiones que en 1995 tenían más desempleo y a su vez están entre las que han conseguido menores reducciones del mismo. Por su parte Navarra era la región con menor nivel de desempleo y ha sido de las que lo ha logrado reducir en mayor proporción.
Pasemos a observar otro indicador que sintetiza la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, como es el índice de convergencia con la UE ajustado según poder de compra media (como lo elaboran Alcalde Inchausti y Alcalde Guindo), y nos encontraremos con resultados en cierto modo análogos. Para empezar, el conjunto nacional también tiene un resultado espectacular, dado que el grado de convergencia de España con la UE pasó del 80% en 1995 al 86,6% en 2000, lo que constituye una mejora del 8% sobre la situación inicial.
A su vez, igual que en el otro ejemplo nos encontramos también con un resultado heterogéneo según comunidades. En tanto que algunas -Madrid, Cantabria, Canarias, Extremadura, Baleares- mejoran su convergencia con la UE a ritmo más rápido que el conjunto nacional, es decir mejorando más de un 8%, otras -Andalucía, Asturias, Murcia, País Vasco- convergen con la UE a ritmo claramente inferior a la media española del 8%.
La consideración conjunta del comportamiento de los indicadores, uno de bienestar (la convergencia con la UE) y otro de malestar (tasa de desempleo), muestra cómo casos extremos a comunidades que respectivamente ofrecen buenos o malos resultados en ambos indicadores.
En el sentido expuesto Andalucía y Asturias constituyen un polo. Las dos regiones han visto reducir el desempleo en proporciones claramente inferiores a la media española, y han mejorado su convergencia con Europa en menor proporción que el conjunto de España. Muy al contrario, en el polo opuesto están Madrid y Baleares, que ofrecen una imagen más equilibrada en su mejora, pues siendo de las comunidades con mayor proporción de reducción del desempleo, también son de las que más ha mejorado en su convergencia con la UE.
Quizá por muy evidente la conclusión parezca elemental, pero lo cierto es que los peores resultados se dan en las regiones que han apostado por modelos económicos gastados, basados en políticas asistencialistas, plagadas de subsidios, en la añoranza de las empresas públicas y en medidas intervencionistas. Los resultados mejores se dan en las que han aplicado ideas nuevas, en base a favorecer la libertad económica y la iniciativa privada como motores del desarrollo y del bienestar común.