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Columna
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Los buenos propósitos

El año comienza con las tareas acordadas en Lisboa, en la cumbre de 2000, sin hacer; con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento en entredicho, y con el euro sobrevalorado. Además EE UU está creciendo a un ritmo superior al de la UE, y los nuevos países industrializados de Asia, cada vez más seguros de sus fuerzas, y especialmente China, avanzan con rapidez en la mejora de la calidad de su producción industrial. Las buenas intenciones de principios del milenio se quedaron en eso. En España las cosas han ido razonablemente bien en lo que va de siglo. El aumento en el empleo y la construcción de viviendas son los mayores de Europa, se ha logrado la estabilidad presupuestaria tras 30 años de déficit público y la proporción que representa la inversión respecto al PIB es, asimismo, la mayor de la UE. Los puntos débiles están en el crecimiento del IPC y el abultado déficit comercial, en buena parte imputable a la apreciación del euro. También se ha perdido competitividad por culpa de los precios internos y, si hubiéramos continuado con la peseta, se estaría anticipando una devaluación.

En el día de Reyes se suele pedir ayuda a los Magos, y la dan con sólo una condición, que se trabaje en el sentido deseado o, en otras palabras, que nos ayudemos nosotros mismos y lo demás vendrá solo, incluyendo el apoyo externo. La salud es lo primero que pide la canción popular. Para ello conviene una vida ordenada y sin empachos deficitarios en el sector público, sin excesos en la emisión monetaria, sin restricciones a la competencia, con el temple y la continuidad de propósitos de quien tiene confianza en sus criterios y posibilidades. Acudir a anabolizantes fiscales y dopantes financieros de cualquier tipo crea desajustes perniciosos de mayor cuantía que los efectos fugaces que, sólo a veces, consigue.

El dinero es el segundo aspecto. Hay que ganarlo y la forma más noble y segura, pero también la más difícil, es trabajando en algo que los demás valoren más que el precio que pagan. Nuestra conveniencia y comodidad son irrelevantes para terceros. De igual forma que cuando compramos esperamos que el proveedor resalte la idoneidad de su oferta para satisfacer nuestras necesidades, hemos de adaptarnos al cliente.

Si hubiéramos continuado con la peseta, hoy en España se estaría anticipando una devaluación

La flexibilidad es la condición básica para sobrevivir en la economía mundializada. El gasto excede la producción, lo que significa que el sector privado del país se endeuda con el extranjero. Es cierto que el gasto tira de la producción, pero la supera en mucho y el resto se importa y se paga con créditos. En buena parte del mundo ocurre igual y esto lejos de ser consuelo añade mayor vulnerabilidad. Por eso conviene recordar la bondad del ahorro y retribuirlo adecuadamente.

El tercer punto, el amor, es el más importante y el que va más allá de la economía. La solidaridad se basa en la simpatía que hace sentir como propio el mal ajeno, pero sólo se puede percibir cuando el afectado hace lo que puede para salir de su situación.

Al oportunista que exige sin derecho real y sin esfuerzo por su parte hay que llamarle por su nombre. Perjudica a todos y deteriora la red de soporte mutuo. Financiar a Gobiernos que oprimen y explotan a su población, tolerar abusos y fraude en las prestaciones sociales son facetas distintas de la misma irresponsabilidad complaciente, cómplice o cobarde. Lo que se da a los sinvergüenzas se quita a los necesitados.

Conviene que las peticiones que se hacen eliminen el problema de fondo y no sólo sus consecuencias. Por eso los Reyes Magos harían un gran servicio dando responsabilidad, esto es, la anticipación de consecuencias de decisiones presentes. La buena política es responsable y atiende tanto a las consecuencias directas e inmediatas como a las indirectas y diferidas de sus decisiones. La mala política piensa en la ventaja inmediata. Por eso, cuando hay un superávit piensa en formas de gastarlo. En realidad es preferible invertir esos excedentes en mejorar la base de actividad que da lugar a los ingresos, sea el empleo o la inversión.

Rebajar la presión fiscal y las cotizaciones a la Seguridad Social contribuye a aumentar la actividad económica y el empleo, lo que reduce gastos y aumenta los ingresos que financian el Estado del Bienestar.

Los buenos propósitos suelen ser tan efímeros como la vida de los juguetes o la voluntad de abandonar el tabaco, por eso habrá que insistir en que las vías fáciles son peligrosas. Por lo demás, y en todo caso personas y empresas deberemos esforzarnos, con orden y perseverancia para mejorar drásticamente la calidad e intensidad de nuestro trabajo… que, por lo que se puede ir anticipando, quizá deba ser también más extenso.

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