Revuelo en la banca
Los acontecimientos de la última semana han sacudido la cotización de la quinta mayor empresa constructora del país, cuestionado la estructura de propiedad del segundo mayor banco español y abierto serios interrogantes sobre la realidad del gobierno corporativo en España. El asalto hostil de Sacyr al BBVA, tanto por el fondo como por la forma, no ha dejado a nadie indiferente.
Al tiempo que los analistas procuraban interpretar una operación que en lo económico es muy difícil de justificar, los accionistas de Sacyr contemplaban cómo sus títulos perdían valor. BBVA también bajaba, pero sólo marginalmente.
Los empleados del banco -a través de sus sindicatos- tampoco apoyaban la entrada del nuevo socio, es probable por aquello que vale más malo conocido que bueno por conocer. La banca de inversiones y los grandes inversores institucionales extranjeros no salían de su asombro, preguntándose sobre el verdadero alcance de las circunstancias políticas que podrían estar impulsando la transacción.
El 'efecto Sacyr' puede ser el catalizador de los movimientos corporativos a medio plazo del BBVA
El Banco de España y la CNMV, en sus respectivos papeles reguladores, y por ende de garantes del cumplimiento de las reglas de juego, reaccionaron inmediatamente, solicitando ampliaciones sobre los hechos relevantes que estaban sucediendo. Ante el requerimiento de apoyo por parte de uno de los contendientes, la autoridad supervisora opta por dar la callada por respuesta, al abrigo de los tres meses legales preceptivos para emitir opinión.
Con el paso de los días, la operación ha ido perdiendo fuerza y todo parece indicar que el banco habría decantado la batalla en su favor.
Atrás quedaron los tiempos en que el sector bancario español era una balsa de aceite. Los presidentes de los grandes bancos -siete por ese entonces- se reunían regularmente bajo el paraguas de la Asociación Española de Banca Privada y los temas en discusión se solventaban en conjunto. A partir de los años ochenta, la liberalización financiera y la globalización de la economía trajeron la competencia, y con ella la transformación del sector. La banca extranjera comenzó a operar con plenos derechos en España, tuvieron lugar las primeras operaciones de fusión entre entidades y se lanzaron al mercado varios productos novedosos (entre ellos, las famosas supercuentas del Banco Santander) propios de un sector competitivo, muy alejado del status quo establecido por los siete grandes.
De aquellos, hoy sólo sobreviven tres, de los cuales dos (SCH y BBVA), se codean con los grandes de Europa y del mundo. No obstante, el intento de adquisición del 3,1% del BBVA por parte de Sacyr pone de manifiesto que el tamaño es condición necesaria pero no suficiente para blindarse ante eventuales compras hostiles.
La operación planteada por la constructora no deja de causar un cierto asombro por lo heterodoxo de su planteamiento. Por un lado, en España son muy raros los abordajes hostiles que salen adelante, especialmente en empresas o sectores de tamaño significativo. Por otro, el reducido tamaño relativo de Sacyr, sus elevados niveles de deuda, el natural apalancamiento del negocio bancario y el nulo encaje estratégico entre las dos empresas configuran un cóctel de difícil digestión.
Casos como la exitosa adquisición de Abbey National por parte del SCH y las recientes escaramuzas entre Dexia y Sanpaolo-IMI, que han acabado con un intento frustrado de fusión, dan testimonio del revuelo existente en el mapa bancario europeo. Se respiran aires de cambio, que la propia Unión Europea contribuye a exacerbar, eliminando o reduciendo las trabas puestas por algunos Gobiernos a las uniones entre bancos de diferentes países.
A través de un comunicado público, BBVA ha insistido en que la operación no les va a hacer cambiar un ápice en su estrategia y que de haber algún movimiento corporativo, este se hará a su debido tiempo.
Al contrario de SCH y Banco Popular, BBVA ha sido y es una entidad con una estructura accionarial de tipo anglosajón, esto es, fragmentada, y como tal vulnerable a posibles operaciones hostiles. Por primera vez, esta amenaza tiene nombres y apellidos, aunque la situación parece controlada. Además, el presidente del BBVA contaría con el respaldo de los fondos de inversión internacionales (60% del capital) hasta el próximo día 26 de febrero, fecha en que se celebrará la próxima junta general de accionistas.
Algo que parece menos claro es que esté neutralizado el peligro de que aparezcan otros compradores más sólidos y capitalizados, con operaciones dotadas de sentido empresarial y estratégico, bien diseñadas y respetuosas con los procedimientos propios de una economía de mercado y de las reglas básicas de gobierno corporativo.
Si el antes es fácil de contar, el después es difícil de predecir. ¿Cuáles serán los próximos pasos de BBVA? Varias son las alternativas posibles. Desde una gran operación transfronteriza -con la que obtendría una mayor protección frente a compradores 'indeseables'-, hasta diversas adquisiciones de menor tamaño, complementarias al crecimiento orgánico.
De lo que no cabe duda, es que, a partir de ahora todo lo que haga va a ser analizado con lupa por el mercado. En definitiva, el efecto Sacyr puede ser el catalizador de los movimientos corporativos a medio plazo del banco.