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Columna
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La política de tipo de cambio

Con la polémica del dólar y su papel para corregir los desequilibrios de la economía norteamericana da la impresión de que se están modificando los consejos sostenidos en la década de los noventa sobre las características de una política cambiaria ortodoxa.

Se había repetido en diversas ocasiones que el tipo de cambio no se podía utilizar como instrumento económico sino que había que solucionar los problemas de naturaleza interna, que suelen ser un gasto excesivo, un defecto de ahorro o una pérdida de competitividad. Adicionalmente se había señalado que devaluar la moneda para solventar esos problemas suponía una política de empobrecer al vecino.

En la situación de la economía norteamericana actual está claro que todos los países vecinos vamos a terminar pagando la factura de su enorme gasto. Europa está experimentando una apreciación de su moneda que amenaza con deprimir la fuente de crecimiento actual (las exportaciones) dado que, como queremos (y así se nos ha pedido) avanzar en reformas estructurales, la demanda interna (en los principales países de Europa) acusa la situación actual y la incertidumbre de las futuras rentas pasivas.

Por su parte, los inversores en activos denominados en dólares acabarán sufriendo una pérdida considerable de su valor si el dólar se deprecia. Esto es una quita de la deuda en toda regla, a sufrir por los tenedores de la misma, especialmente por los bancos centrales que tienen sus reservas en dólares, no sólo los asiáticos o China.

No se entiende que los países más pobres experimenten estas pérdidas por financiar el gasto del país más rico. No se entiende tampoco que no se exprese la petición de una corrección severa de los desequilibrios internos, como se haría de experimentar esas dificultades un país pobre.

Como señalan Nouriel Roubini y Brad Setser en un artículo revisado en noviembre de 2004 (The US as a Net Debtor: the Sustainability of the US External Imbalances), la ratio entre la deuda externa americana ha subido desde el 5% del PIB hasta una cifra estimada del 24% de su PIB a finales de 2004. La ratio entre la deuda y las exportaciones se estima que alcanzará el 280% a finales de este año en Estados Unidos, lo que se acerca a las ratios de 375%-425% de Argentina o Brasil.

Recientemente los ministros de Economía de la zona euro han exigido a Estados Unidos que realice algún tipo de intervención verbal para frenar la caída del dólar, petición a la que se ha sumado el Banco Central Europeo. En un discurso (en el congreso bancario europeo, el 19 noviembre 2004), Alan Greenspan señaló que lo más adecuado sería corregir el déficit presupuestario (o que pasara a superávit) y que sería de ayuda que se elevara la tasa de ahorro privada, que está en un nivel exageradamente bajo. Sin embargo, añade que reducir el déficit externo reduciendo la inversión o induciendo una recesión que reduzca el consumo no son soluciones constructivas a largo plazo. El problema es que habrá algunos países que terminarán experimentando esas situaciones.

La solución planteada por muchos economistas consiste en la devaluación del dólar, siempre que fuera ordenada. Las economías que tienen su moneda vinculada al dólar no sufrirán un efecto restrictivo por ello. Además, en la actualidad, fijar el cambio al dólar implica importar su laxitud monetaria.

Precisamente el problema de la economía americana se encuentra en su excesivamente expansiva política económica, combinando excesos presupuestarios con una holgura monetaria que se ha mantenido debido a que no han aparecido síntomas inflacionistas, aunque se ha argumentado en numerosas ocasiones que los excesos monetarios se están reflejando en la sobrevaloración de los activos mobiliarios e inmobiliarios. Hay un exceso de gasto de consumo en EE UU y un exceso de gasto de inversión en China. Con lo cual, la situación económica americana parece necesitar, en cualquier caso, restricción fiscal y subidas de tipos. Esto vendría bien para la economía china, necesitada de mayor restricción económica, que hasta ahora ejerce mediante controles administrativos sobre el crédito bancario, los proyectos de inversión o el uso de la tierra. En ambos países, la solución de política económica debería ser de naturaleza interna, puesto que las soluciones vía política cambiaria, además de lo dicho, es difícil que se produzcan de forma controlada.

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