_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El 'milagro' chino

Carlos Sebastián

El autor señala que el conjunto de reformas en el gigante asiático ha logrado un espectacular éxito, pero subraya que la economía del gigante asiático mantiene claras ineficiencias. La más espectacular es la deficiente situación de las grandes empresas estatales

Uno de los fenómenos más sobresalientes de la evolución de la economía mundial en los últimos veinte años es el fuerte crecimiento de la economía china, el país más poblado del mundo.

Sin un cambio relevante en las instituciones políticas, y manteniéndose el ejercicio monopólico del poder político por el Partido Comunista Chino, se produjeron a finales de los setenta y principios de los ochenta cambios muy relevantes en las instituciones económicas (en la reglas de juego del funcionamiento de la economía). La estrategia de reforma seguida contrasta fuertemente con la estrategia del tipo bing-bang seguida en los países de la antigua Unión Soviética. Tanto por su contenido como por sus resultados.

Las instituciones políticas de China cambiarán sustancialmente o constituirán una traba para el progreso económico

La reforma en China ha permitido mejorar sensiblemente la eficiencia económica, minimizando los efectos del proceso sobre los perdedores y tomando en consideración las condiciones iniciales de la realidad china. Ha tenido cuatro elementos fundamentales.

En primer lugar, la liberalización en el margen de los precios, manteniendo los precios políticos para las transacciones previstas en los planes centralizados, pero permitiendo libertad de precios y transacciones para otras decisiones que pudieran tomarse una vez cumplidas las previsiones contenidas en el Plan. Y se tomaron. Y se hicieron de forma creciente. En 1988, diez años después de comenzar este sistema dual, ya había más transacciones a precios de mercado que a precios políticos fijados por el plan. Pero el mantenimiento de estos permitió mantener las rentas de muchos que hubieran sufrido por una liberalización total de los precios desde el primer momento. En 1996 las transacciones a precios políticos del plan eran menos de un 15% del total.

En segundo lugar, el desarrollo de un sector empresarial promovido desde los Gobiernos locales, que inicialmente eran los propietarios de las nuevas empresas y que más adelante han empezado a ser privatizadas, primero de forma paulatina y desde 1998 de forma más acelerada.

En un contexto institucional muy hostil con los derechos de propiedad, las empresas privadas hubieran vivido bajo grandes incertidumbres que hubieran afectado su capacidad de innovar y de crecer. Con la propiedad de los Gobiernos municipales, que conectaba con elementos enraizados en la cultura china, los Gobiernos locales tenían claros incentivos para impulsar y no ahogar al sector empresarial y para mejorar la oferta de los bienes públicos locales, que favorecían no sólo a sus conciudadanos sino también a las empresas de las que eran propietarios. Y estos Gobiernos tenían garantizada una fuente de ingresos, resolviendo así los tradicionales problemas de escasez y mala gestión de las haciendas locales de los países en vías de desarrollo.

A ello contribuyó el tercer elemento fundamental de la reforma china, que se complementa con este segundo: la descentralización fiscal que ha conducido a un auténtico federalismo fiscal. El sistema está permitiendo que las haciendas territoriales contribuyan a la Hacienda central pero manteniendo una autonomía que les permite impulsar la modernización económica de sus territorios.

En un régimen con tan pocas restricciones al poder del Ejecutivo, ¿cómo consiguen los nuevos empresarios y ahorradores chinos algún grado de protección contra las decisiones de éste? Permitiendo, en contra de lo que ocurría antes de la reforma, instrumentar transacciones en efectivo y permitiendo mantener activos opacos en los bancos.

Y este es el cuarto elemento de la reforma. Esto ha permitido, además, aumentar los recursos ajenos de la banca, que ha jugado un importante papel en la financiación del enorme esfuerzo inversor. En 2000, cuando el Gobierno se había ganado ya una cierta credibilidad, se ha eliminado la opacidad de los pasivos bancarios, pero sólo para los nuevos depósitos.

Junto a este conjunto de reformas que han logrado tan espectacular éxito, la economía china mantiene claras ineficiencias. La más espectacular es el estado de las grandes empresas estatales, controladas por la burocracia del partido, que resultan escasamente rentables y que detraen ingentes fondos financieros del Estado y del sistema bancario. Hay en este sector una parte, decreciente pero relevante, del sector industrial y más de la mitad de los bancos. La mala calidad de los créditos a las empresas estatales y la deficiente gestión de buena parte del sistema bancario constituyen uno de los mayores riesgos de que el modelo chino entre en crisis.

Por lo demás, el potencial de ganancia de productividad de esa enorme economía sigue siendo muy alto. En algún momento, las instituciones políticas o cambiarán sustancialmente o constituirán una traba para el progreso económico. Pero ese momento puede aún estar lejano.

Archivado En

_
_