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Tribuna
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Desencuentro en el G-20

Berlín ha sido este fin de semana el escenario de la cumbre del G-20, organismo del que forman parte los países del G-7 y de algunas de las economías emergentes más importantes como China o India. Este organismo fue creado como respuesta a las crisis financieras que a finales de los años noventa azotaron a las economías del sudeste asiático.

El interés que ha suscitado esta sexta cumbre del G-20 viene motivado porque, en un contexto de fuerte depreciación del dólar respecto al euro, existía la posibilidad de que las economías europeas presionaran para tratar de que hubiera una intervención conjunta de los bancos centrales europeos y de Estados Unidos para frenar la escalada del euro.

Desde antes de la cumbre las declaraciones de los representantes de Estados Unidos ya habían dejado claro que esto no entraba en sus planes. En este sentido, el comunicado final del G-20 declara el interés de los americanos por corregir su déficit, la necesidad de avanzar en reformas que permitan el crecimiento de la Unión Europea, así como la recomendación a las economías del sudeste asiático (entiéndase China) para flexibilizar, en el futuro, su tipo de cambio. Pero no hay en el comunicado mención sobre la fuerte apreciación del euro. Desde la perspectiva de Estados Unidos y Europa ha sido una cumbre de desencuentro.

El actual mecanismo de corrección de los desequilibrios de EE UU es especialmente injusto para las economías europeas

El crecimiento económico de Estados Unidos ha estado basado en un fuerte déficit por cuenta corriente y un elevado déficit público. Este año probablemente el déficit por cuenta corriente alcanzará el 6% del PIB, y el endeudamiento de Estados Unidos con el resto del mundo ha estado creciendo a un ritmo que es insostenible (su deuda neta con el resto del mundo supone el 23% de su PIB). El crecimiento de esta economía no puede continuar basándose en el aumento de estos desequilibrios macroeconómicos, y los mercados financieros tienen claro que es necesario una corrección. ¿Cuáles son las alternativas para reducir su dependencia del ahorro exterior? Una sería incrementar su ahorro interior, con bajos tipos de interés y un crecimiento basado en el consumo. La alternativa podría ser la reducción del déficit público, pero considerando la situación de Irak y las prioridades del Gobierno norteamericano en política exterior, no parece que esto se vaya a producir en el corto plazo.

La segunda solución sería reducir su déficit exterior. Una vía sería el aumento de las exportaciones, por ejemplo hacia la Unión Europea, pero como sus principales economías, Alemania y Francia, crecen a ritmos realmente muy modestos no propician un aumento de las exportaciones de las empresas americanas, simplemente porque estos mercados están parados.

Otra vía sería la reducción de las importaciones mediante una depreciación del dólar con respecto a monedas de países asiáticos con los que Estados Unidos tiene un fuerte déficit comercial, como China. Pero China y otras economías de Asia están creciendo gracias a sus exportaciones a Estados Unidos, y lo que es más importante han sido quienes han financiado ese déficit comprando títulos de deuda pública americana. Por tanto, los bancos chinos o japoneses son los principales acreedores de Estados Unidos y tienen cuantiosos activos nominados en dólares. ¿Qué pasaría en los balances de sus bancos si el dólar cayera frente a estas monedas un 30%, podrían asumirlo sus instituciones financieras?

Desde luego supondría un fuerte freno a su actual crecimiento económico, China necesita mantener un tipo de cambio estable con el dólar para seguir creciendo pero, sobretodo, para garantizar la estabilidad de su sistema financiero. En este sentido el comunicado del G-20 anima a los países asiáticos a flexibilizar sus tipos de cambio y a realizar reformas en sus sistemas financieros, pero en el caso de que esto se lleve a cabo requerirá tiempo.

¿Y mientras tanto? La respuesta es que el desequilibrio de la economía americana se corrige con depreciaciones respecto a otras monedas, como el euro, o la libra. Este mecanismo de corrección es especialmente injusto para las economías europeas que más dependen de la exportación, pues erosiona su competitividad.

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