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Tribuna
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El programa de un conservador compasivo

El espectacular crecimiento del déficit presupuestario y la situación del sistema de pensiones son bombas de relojería en la economía de EE UU, según el autor, quien analiza las soluciones que el programa económico de George Bush plantea para resolver estos problemas

La economía norteamericana ha demostrado una gran resistencia frente a las incertidumbres geopolíticas, la guerra de Irak, y el crecimiento espectacular del precio del petróleo durante el último año (que ha alcanzado más de 50 dólares por barril). Sin embargo, la guerra de Irak y la situación económica han sido los dos temas estrella que centraron la confrontación dialéctica entre los candidatos Bush y Kerry en los tres debates presidenciales. Kerry ha repetido machaconamente que la recuperación económica actual está siendo la más débil en términos de creación de empleo desde la Gran Depresión, y ha criticado duramente la explosión del déficit presupuestario.

George W. Bush llegó a la presidencia en un momento en que la economía norteamericana estaba entrando en recesión por el pinchazo de la burbuja tecnológica. El ataque terrorista del 11-S profundizó esta crisis y generó nuevas incertidumbres que tuvieron un serio impacto económico.

Los votantes indecisos de EE UU están muy preocupados por sus perspectivas laborales, marcadas por el temor a las deslocali-zaciones

Esta situación proporcionó un contexto más favorable para la aprobación de los planes de reducción de impuestos que Bush había prometido en el curso de la campaña electoral de 2000. La consiguiente reactivación de la economía, que ha crecido un 4,9% en el último año, y la reducción del desempleo (5,5%) ha validado a los ojos de los republicanos estas políticas y ha dado nuevas alas a la campaña electoral del presidente.

Sin embargo, los datos de la recuperación no le han servido de gran ayuda entre votantes indecisos que siguen muy preocupados por sus perspectivas laborales marcadas por el temor a las deslocalizaciones. Bush se ha encontrado a la defensiva tratando de responder a estos ataques y proponiendo soluciones a estos problemas. Su plan económico se centra en tres objetivos fundamentales: la eliminación del déficit en los próximos cuatro años, la reforma del sistema impositivo federal y la aprobación permanente de los recortes impositivos, y por último, la modificación del sistema de pensiones.

El crecimiento espectacular del déficit presupuestario ha abierto un importante flanco de ataque contra la Administración de Bush. El presidente heredó un superávit presupuestario de Clinton de 236.000 millones de dólares que desapareció rápidamente (en la actualidad hay un déficit de 415.000 millones). Esta explosión del déficit es el resultado de la crisis económica, las bajadas de impuestos, y el aumento espectacular del gasto desde 2001, sobre todo en las partidas de defensa (8,9%), seguridad interior (10,7%) y gasto discrecional (11,9%).

Ante esta situación, Bush se ha comprometido a eliminar el déficit estableciendo controles más estrictos en gastos, resucitando legislación de los noventa que vinculaba los aumentos del gasto público a disponibilidad de fondos, y aumentando los ingresos por el crecimiento económico.

Este objetivo se hará más difícil si cumple el segundo compromiso de su programa: extender permanentemente los bajadas de impuestos que se aprobaron en los últimos años, algunos de los cuales expirarán en 2009, y hacer reformas fiscales profundas (aunque no ha dado detalles específicos sobre esta última propuesta).

El presidente Bush sigue prometiendo bajadas de impuestos y aumentos de gastos y los números no cuadran. Además, el terrible récord del Congreso de EE UU que se resiste a controlar el gasto público, la negativa de Bush a tener en cuenta otros costes (como los de la guerra de Irak) a la hora de hacer sus proyecciones económicas, y el impacto en el crecimiento de las subidas de los precios del petróleo, no contribuyen a la credibilidad del compromiso de reducir el déficit (muchos economistas estiman que se mantendrá en los próximos años en torno al 3%-4% del PIB).

El último eje del programa económico de Bush es la reforma del sistema de pensiones. Según muchos analistas la situación actual es una bomba de relojería. La Oficina Presupuestaria del Congreso de EE UU ha proyectado que los costes en pensiones y en programas de salud aumentarán desde un 8% del PIB actual hasta un 12%-17% en 2030. De acuerdo con el último libro del antiguo secretario de Comercio de Nixon, Peter G. Peterson (Running on Empty), las obligaciones financieras de los programas de Seguridad Social y Medicare son superiores al valor neto actual de la economía de EE UU, lo que requiere a corto plazo un aumento significativo de los impuestos o/y una reducción de los beneficios.

Bush, que evita reconocer la magnitud del problema, ha propuesto reformar el sistema de Seguridad Social y ha repetido su plan de 2000 de introducir cuentas personales de pensiones que permitan a los trabajadores más jóvenes depositar parte de sus contribuciones fuera del sistema público de Seguridad Social. Desafortunadamente, el presidente no ha dado detalles específicos de cómo financiaría los enormes costes de transición estimados en billones de dólares.

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