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Columna
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China y el equilibrio mundial

China juega un papel clave en el panorama económico y financiero mundial en la actualidad, al menos por tres motivos: porque su crecimiento es importante para el conjunto mundial, porque su producción es intensiva en energía y su demanda de la misma contribuye al alza de los precios del petróleo, y porque sus flujos financieros están sirviendo para financiar el déficit por cuenta corriente americano. A los países desarrollados y a las instituciones internacionales les gustan hacer recomendaciones y proporcionar recetas de estabilidad macroeconómica para que sigan los países en vías de desarrollo. En este caso, las recetas se han centrado en la necesidad de que China suavice su crecimiento y que deje apreciar su moneda. Sin embargo, da la impresión de que no hay demasiada insistencia en ambas cuestiones, quizá porque es difícil que un freno al crecimiento se produzca de forma suave y un colapso tendría graves consecuencias, y porque no está claro que a Estados Unidos le interese que acaben los flujos de capitales que recibe. Así se entiende la invitación del G-7 a participar a China en su última reunión y la tibia declaración demandando un poco más de flexibilidad cambiaria.

En los años pasados, las declaraciones del G7 recordaban que los tipos de cambio eran variables endógenas que venían determinadas por la situación económica interna. En lugar de desear devaluar el tipo de cambio del dólar, se debería tratar de corregir su déficit interno de ahorro; en el caso de China, estimular su demanda interna. Es algo sorprendente que China esté registrando un elevado superávit por cuenta corriente a la vez que tiene lugar un importante boom de la inversión, basado en una extraordinaria expansión del crédito. Si la inversión se frena, y con ella el consumo, el binomio ahorro-inversión provocaría un mayor superávit en China. Es decir, que el problema puede permanecer.

Por otra parte, la reclamación de hace unos meses de que la fijación de la paridad del yuan con el dólar sitúa al primero en un nivel artificialmente bajo y que impide que el dólar se deprecie en consonancia con sus necesidades para ajustar su desequilibrio externo, está dando paso a la idea de que es posible una situación estable entre países con déficit y países con superávit. Por lo tanto es comprensible que haya fijaciones de la paridad de una moneda a un nivel infravalorado. Es lo que se ha venido a llamar el nuevo sistema de Breton Woods (BW2). Esta idea se ha enunciado por tres economistas del Deutsche Bank (David Folkets-Landau, Peter Garber y Michael Dooley) que la han expresado ya en varios artículos. El equilibrio se produciría porque existe una asignación internacional del trabajo y del capital. Países en la periferia (en este caso, China) deciden crear puestos de trabajo (necesarios para absorber una fuerza laboral excedentaria) en bienes exportables a los países centrales (Estados Unidos) ayudados por el tipo de cambio. En los países centrales se pierden puestos de trabajo, pero se reciben flujos de capitales de la periferia, lo que en última instancia supone que se benefician del trabajo barato. Pero esta situación llevaría al desequilibrio, como han señalado dos economistas del FMI (Reghuram Rajan y Arvind Subramanian), cuando en la periferia los precios del sector no exportable terminan subiendo y provocan una apreciación del tipo de cambio en términos reales. Al final de la historia China se encontraría con un sector doméstico no productivo e inviable y con acumulación de reservas insostenible. Por lo tanto el hipotético equilibrio BW2 sólo sería temporal.

A pesar de todo, China a su ritmo está en línea con las recomendaciones de que debe enfriar su economía. De hecho, la Academia China de Ciencias Sociales, considerada como el think-tank nacional, prevé que el PIB se desacelere desde una tasa alrededor del 9% en 2004 a otra cercana al 8% en 2005, en gran medida debido al efecto contractivo del alza de los precios del petróleo en un contexto de restricción de la oferta crediticia y monetaria. Según su análisis, la subida de precios provocará que los tipos de interés sean negativos, con efectos depresivos sobre la riqueza financiera de los ahorradores. Por lo tanto, aconsejan que no se dejen caer los tipos de interés, para que 'no disminuya la confianza en el futuro'. Estas afirmaciones parecen dar cabida a la idea de que el crecimiento en China puede pasar a tener una orientación más doméstica y menos basada en el sector exterior. Si esto es así, la moneda podría abandonar su paridad fija y apreciarse. La futura cuestión es si a los desequilibrios americanos esto les será suficiente.

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