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Tribuna
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¿El regreso del 'Rubinomics'?

Por encima de la seguridad y de la guerra de Irak, la evolución de la economía sigue siendo la gran preocupación de los votantes estadounidenses. El autor analiza las propuestas económicas de los candidatos y profundiza especialmente en la del aspirante

De acuerdo con las últimas encuestas la economía sigue siendo la preocupación principal de los ciudadanos norteamericanos, por encima de la seguridad y de la guerra en Irak. Un 21% de posibles votantes tiene miedo de perder su empleo en los próximos meses, y la proporción es incluso más alta (un 25%) entre los que ganan más de 75.000 dólares al año. Pese a que el desempleo se ha reducido a un 5,5% (desde un a 6,3% en junio de 2003), durante los últimos cuatro años más de 2,3 millones de trabajadores han perdido su empleo, y la tasa de desempleo sería más alta si no fuese por los 1,6 millones de personas que han abandonado el mercado de trabajo en el último año. De hecho el presidente Bush se va a convertir en el primer presidente de las últimas décadas que va culminar su mandato con una perdida neta de puestos de trabajo.

Además, las desigualdades están creciendo. De acuerdo con los datos de la Oficina del censo un quinto de las familias EE UU ha ganado casi la mitad de los ingresos del país en 2002. En el contexto de una campaña electoral muy reñida, la debilidad de la recuperación económica esta proporcionando un flanco de ataque que el senador Kerry esta tratando de explotar para reducir la brecha que se ha abierto en las encuestas tras la Convención Republicana del pasado mes de agosto.

En contra de los argumentos de Bush, que defiende que la crisis económica ha sido el resultado de una 'tormenta perfecta': la recesión que heredaron de Clinton, las guerras, y el ataque terrorista del 11-S de 2001, Kerry critica incansablemente las políticas económicas de Bush y en particular sus bajadas de impuestos, que han llevado a una explosión casi sin precedentes del déficit fiscal (422.000 millones de dólares este año, o un 3,6% del PIB). Kerry recuerda constantemente a los votantes el contraste con la situación económica de los noventa y se ha rodeado de asesores que trabajaron con Clinton durante esos años, incluyendo a Robert Rubin, ex secretario del Tesoro, Gene Sperling y Roger Almant.

Durante los noventa Rubin y su equipo fueron los principales defensores de la política de reducir el masivo déficit fiscal que heredaron de Reagan y Bush I. Como Director del Consejo Económico Nacional y más tarde como secretario del Tesoro, Rubin desarrolló unas políticas económicas que han dado lugar a lo que se ha denominado Rubinomics, basadas en el aumento del valor de las acciones, propiedades y otros activos; la disminución del desempleo; los incrementos de productividad; la defensa de un dólar fuerte; la apertura de mercados y promoción de aranceles bajos, y la intervención decidida en apoyo de economías emergentes en crisis.

El pilar fundamental de estas políticas era conseguir el superávit presupuestario, que según muchos analistas fue la clave del crecimiento económico de los noventa (otros economistas como el premio Nobel Stiglitz atribuyen también parte del crédito a la desregulación del sector financiero que facilitó la explosión de crédito y las inversiones).

La reducción del déficit tuvo dos efectos fundamentales: por un lado facilitó la bajada de los intereses, y por otro contribuyó a aumentar la confianza de los consumidores y los empresarios, que invirtieron mucho más. Estas políticas resultaron en unos niveles de prosperidad, crecimiento, productividad, y mejoras de renta generalizadas casi sin precedentes.

Kerry esta utilizando estas políticas como modelo. Sus propuestas están articuladas en torno a dos ejes. Primero, la reducción del déficit, con el compromiso de recortarlo a la mitad en cuatro años, subiendo los impuestos a aquellos que ganan más de 200.000 dólares al año para pagar gastos adicionales en sanidad y educación, y vinculando cualquier aumento de gastos a nuevos ingresos.

En segundo lugar, Kerry ha propuesto la reforma del impuesto de sociedades para promover la inversión y penalizar alas empresas que opten por la deslocalización. Su plan propone la eliminación de beneficios impositivos a compañías que obtengan beneficios fuera del país (estimados en 12.000 millones de dólares al año) y una vacación de una año, durante el cual tendrían una tasa impositiva del 10%, para fomentar la repatriación de beneficios que las empresas dejan fuera del país. Utilizaría estos ahorros e ingresos para reducir el tipo impositivo del 35% al 33,25% y para crear un nuevo crédito impositivo que compensaría a las empresas por los impuestos de contratar a nuevos empleados.

Estas propuestas han sido recibidas con escepticismo. Muchos economistas dudan que puedan disuadir a las empresas de aprovecharse de los menores costos de otros países, y de que sea posible reducir el déficit a la mitad en el 2009 aumentando el gasto en sanidad y educación.

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