De la teoría a la acción
Antonio Cancelo anima a los ejecutivos a tomarse un tiempo para el diagnóstico de situaciones y problemas, pero una vez analizado todo esto es necesario ejecutar el siguiente paso y tomar las decisiones oportunas
El final del invierno argentino nos regaló con tres días luminosos de sol espléndido, aunque de temperaturas todavía bajas, en el marco incomparable de Mar del Plata a los 2.700 asistentes al Congreso celebrado a primeros de septiembre. La mayoría de los presentes eran empresarios y directivos del sector agroganadero, ya que la entidad convocante era la Acrea, Agrupación de Centros Regionales de Experimentación Agraria, que cada tres años realiza un Congreso, esta vez bajo el eslogan Somos parte de una Argentina posible. El significado de tan espectacular número de asistentes se vio reforzado por un extraordinario nivel organizativo y por el comportamiento de los participantes que llenaron todos los espacios disponibles desde la primera a la última sesión, contrariamente a lo que suele acontecer en estos eventos, en los que tras la inauguración muchos optan por otro tipo de alicientes, principalmente de carácter turístico. Las preguntas, todas por escrito, fueron tan numerosas que en ninguno de los bloques dio tiempo para responder a todas ellas.
Antes de continuar con otras reflexiones conviene dejar sentado que lo que ocurrió en Mar del Plata es un signo de esperanza para Argentina, pese a que las páginas de los periódicos se empeñen en reflejar sólo lo negativo, que es mucho, sin conceder el menor espacio a otras realidades que también forman parte del país y que permiten soñar con un futuro más alentador. Que un número tan elevado de directivos empresariales se dediquen durante tres días a reflexionar sobre los problemas generales que aquejan a Argentina y que manifiesten su voluntad de contribución, su compromiso decidido a intentar resolverlos, constituye un hecho de gran relevancia y muestra que la ética comienza a tener un espacio dentro del quehacer de los directivos.
'Lo conceptual es bello, pero es necesario desmenuzar lo sabido para que tenga un efecto transformador'
Las ponencias, reforzadas por la participación de los congresistas, fueron todas de un extraordinario nivel, evidenciando la profundidad de los males que han conducido a un país otrora rico a un enorme deterioro, claramente visible aun sin recurrir a las estadísticas ni a los trabajos de los expertos. Los análisis bien documentados y expuestos con ese lenguaje brillante y rico, tan característico de los latinoamericanos, mostraron la dureza de la crisis, con altísimos niveles de desempleo, de pobreza, de indigencia, de falta de escolarización, de fracaso escolar, de corrupción, de iniquidad en la distribución de la riqueza, etc.
Diagnóstico, capacidad de análisis, propuestas generalistas sobre los cambios necesarios, exigencia de responsabilidades, señalamiento de culpables, salidas posibles, todo esto y mucho más fue desgranándose a lo largo del Congreso, con una gran coincidencia entre los ponentes y participantes, refrendada con los multitudinarios y prolongados aplausos con que fueron acogidas las intervenciones. Personalmente estuve a gusto, aprendí, disfruté y me sentí angustiado, aunque no sólo por la magnitud de la exclusión y el sufrimiento del pueblo argentino.
Observé una excesiva y cómoda búsqueda de responsabilidades globales, generalistas, siempre por elevación, esperando las respuestas necesarias de los políticos, de los jueces, de la educación, sin una asunción personal concretada en proyectos específicos, quizá no para la nación, pero sí para los pueblos, comarcas y regiones que la constituyen. No puedo olvidar que los asistentes eran directivos empresariales, con una preparación teórica, con recursos y, porque creo en su integridad moral, con deseos de contribuir a la mejora de su país.
Entiendo que los intelectuales, los filósofos, los escritores o los sociólogos, tiendan al análisis, a la generalización, a las propuestas globales, cuya realización siempre atañe a terceros, con lo que además se puede ser extremadamente exigente, pero espero de los directivos empresariales una mayor concreción, una capacidad para bajar de lo macro a lo micro y transformar las ideas en proyectos.
Lo conceptual es bello y permite todo tipo de disquisiciones, pero llega un momento en que ya existe toda la información necesaria y el siguiente paso no consiste en buscar nuevas fuentes, en realizar nuevos cruces de datos, en desmenuzar lo sabido, sino en conseguir que ese conocimiento tenga un efecto transformador y permita generar opciones de vida para quienes carecen de lo más imprescindible para garantizar su subsistencia.
Esta ruptura entre lo teórico y lo práctico es bastante habitual en el mundo directivo, por lo que no deseo señalarlo como algo específicamente argentino, ya que a lo largo de mi vida me he encontrado con comportamientos similares. Algunos directivos se aproximan en mayor medida al modelo que se rige por el diagnóstico como fin en sí mismo y por tanto necesitan nuevos análisis que confirmen y reconfirmen lo ya conocido. Otros, seguramente la mayoría y los que impulsan y dirigen proyectos de éxito, saben que necesitan el análisis, el conocimiento del marco en el que tienen que actuar, pero sólo como soporte, como instrumento necesario para situar correctamente sus propuestas. Espero y deseo, que en el poscongreso se imponga la capacidad de acción de los directivos para que pongan en marcha respuestas prácticas, que en el estadio actual deberían concretarse en la creación de nuevas empresas generadoras de riqueza y empleo.