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Columna
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Charlas de viejo profesor

Vienen al caso de las últimas noticias de la economía española algunos de los principios que un viejo profesor daba sobre distintos aspectos de macroeconomía aplicada.

El primero, que es de índole metodológica, no tenía que ver tanto con cómo investigar, o con los recovecos de la lógica, de las matemáticas y de la microeconomía, como con la oportunidad de tomar vacaciones tan pronto se tiene cerrado un proyecto.

Siguen, sabiamente, al pie de la letra este consejo los responsables de las previsiones macroeconómicas que definirán el escenario presupuestario del próximo año, como también hicieron sus predecesores.

La inflación no sólo es una manifestación real, sino un riesgo nada desdeñable ante la escalada de los precios del petróleo

Todo consiste en dejar ahí ese pastel para que, quien quiera comulgue, quien no se convierta apóstata, pero, casi todos ellos, salvo algún afortunado como el que suscribe, lo hagan bien alejados del debate, en la playa o en la montaña.

Luego, en septiembre, el escenario macroeconómico será letra muerta, incluso respetable por antigua, pues otras noticias nos absorberán a todos.

Durante los últimos años, lo que se dio como escenario macroeconómico en la última reunión antes del verano celebrada por el Consejo de Ministros, llegó como luz a través de un cristal al documento económico de los Presupuestos, aunque no en todos los casos los acontecimientos del verano hicieran aconsejable su mantenimiento (1998 con la crisis rusa en agosto, 2001 con los atentados de 11 de septiembre...). Confío en que esta vez se tendrá más sensatez.

El segundo principio del viejo profesor, de índole conceptual, tenía que ver con la influencia de la política monetaria y sus distintas manifestaciones financieras y crediticias en el discurrir de la economía española.

En la actualidad, por mucho que se pueda retrasar una acción del Banco Central Europeo, no es factible que mejoren las condiciones monetarias en los próximos trimestres.

En primer lugar, los tipos de interés están relativamente bajos en la eurozona. Además, la inflación no solamente es una manifestación real, sino un riesgo nada desdeñable ante la escalada de los precios del petróleo y el largo periodo de política monetaria laxa. Sólo por no mejorar las condiciones monetarias ya se perdería estímulo en nuestra economía, muy sensible a los estímulos monetarios.

Teniendo en cuenta la posibilidad de que se suban los tipos oficiales, resulta difícil augurar un buen comportamiento en los próximos trimestres para el consumo de las familias o la inversión residencial.

En los próximos trimestres, al aumento de la carga hipotecaria sobre la renta familiar se unirá un mayor gasto en bienes cuyo precio dependa del precio internacional de la energía, lo que reducirá más la capacidad de gasto real de las familias.

Además, resulta difícil que las entidades financieras españolas superen el ritmo de crecimiento de sus inversiones crediticias, especialmente en el segmento de negocio con familias, cuyas ratios de endeudamiento alcanzan máximos históricos.

También transmitía aquel profesor enseñanzas que se desprendían de su propia experiencia, en particular, la importancia de la inercia en economía y de la incertidumbre sobre las decisiones económicas más relevantes.

Es difícil sacar a un sistema económico de su senda, de manera que, de un ejercicio para otro, resulta también difícil vislumbrar cambios significativos en las tasas de crecimiento de las principales magnitudes reales.

Bajo este punto de vista, resulta lógico pensar que el consumo, pese al pesimismo que podamos tener sobre él, moderará su crecimiento solo suavemente.

Sin embargo, una variable de máxima importancia en la conducción del ciclo económico, como es la inversión en equipo, está sometida a una situación de máxima incertidumbre, con amenazas que llegan desde la inflación, el precio de las materias primas, la posición competitiva de la economía española o la propia capacidad para colocar la producción en un mundo amenazado por las mismas incertidumbres.

Las elecciones en Estados Unidos no permiten saber cuál podría ser la solución a los principales problemas que afectan a aquella economía y al resto del planeta y, aunque difícilmente el resultado de la política exterior norteamericana puede ser peor que lo conseguido en los últimos tres años, seguramente nada sirva para solucionar la dantesca situación de Oriente Próximo y los problemas de seguridad de Europa o Norteamérica.

En este contexto de incertidumbre, es previsible que el comercio internacional desacelere y que ese comportamiento empañe el de las economías que más se favorecían de su reciente mejoría (Japón y el Este de Asia).

Las principales esperanzas de la economía de la eurozona, cifradas en el mantenimiento de altos ritmos en las ventas al exterior, se verían nuevamente defraudadas. Las exportaciones españolas sigue estrechamente la coyuntura exterior de la unión económica y monetaria (UEM), de manera que podrían experimentar la misma desaceleración de las exportaciones, aun antes de que hayan alcanzado un ritmo elevado.

Creo, con todos esos principios de viejo profesor, que no es sensato planear un cuadro macroeconómico para 2005 basado en un crecimiento superior al que se puede producir en 2004. En otras ocasiones, esto debería hacer servido para cuestionar el aumento que se prevé en los ingresos del Estado en 2005, 6,7%, pero la experiencia nos dice que, casi independientemente de cómo vaya la economía real, la inflación contribuirá a la consecución de dicha meta.

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