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Tribuna
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La actividad emprendedora en España

Nuestra sociedad ha experimentado en los últimos 25 años un conocimiento más profundo del fenómeno emprendedor. El autor reflexiona acerca de esta actividad en España y de su impacto económico, que ha hecho reaccionar a los agentes sociales y a los gestores de lo público

Es evidente que nuestra sociedad comprende hoy el fenómeno emprendedor y su impacto e importancia en la salud macroeconómica de un país o región con mucha más profundidad que 25 años atrás.

Hoy sabemos, ciudadanos y autoridades, que una parte importante del bienestar económico de una sociedad se debe al esfuerzo de cientos de miles de emprendedores que asumen una tasa más o menos elevada de riesgo personal y financiero en el desarrollo de sus proyectos empresariales. Conocemos que una parte significativa del PIB de cualquier sociedad (cuanto más desarrollada, mayor será este porcentaje) es aportado por nuevos proyectos empresariales o por el crecimiento de empresas de reciente creación. Igualmente, conocemos que estas últimas empresas son las responsables de la generación de un porcentaje muy elevado de empleos, especialmente en entornos como el actual en los que la globalización de la economía ha supuesto un imparable avance de la deslocalización, o mejor, de la relocalización de actividades empresariales en entornos de menor coste salarial. Finalmente, también conocemos, gracias a múltiples esfuerzos de investigación, que un porcentaje elevado de las grandes innovaciones de las últimas décadas son fruto de actividades emprendedoras.

Dos factores son esencia-les para explicar el re-traso español con respecto a su entorno económico, la formación y una diversificada estructura financiera

Esa diferencia de conocimiento que nuestra sociedad ha experimentado en los últimos 25 años ha posicionado de una manera más equitativa a la figura del emprendedor en la escala de valores en nuestra sociedad, y también, aunque de manera aún tímida, ha hecho reaccionar a nuestros agentes sociales y a los gestores de lo público que, conscientes de la importancia del fenómeno, han comenzado a prestar atención en el desarrollo de sus diseños políticos a la actividad emprendedora.

Nuestro país, donde existe una buena base de emprendedores que aúnan su esfuerzo a la creatividad propia de nuestra sociedad, ha experimentado, por lo tanto, un importante crecimiento en este segmento de actividad. El Informe GEM (Global Entrepreneuship Monitor), realizado con periodicidad anual en casi 40 países, y liderado en España por el Instituto de Empresa, confirma la dimensión del fenómeno: en el entorno GEM, el 9% de las personas en edad de trabajar están involucradas en la creación de nuevos negocios, frente a un porcentaje estimado próximo al 2% en 1980.

A pesar de la recuperación que experimenta el Índice Total de Actividad Emprendedora en 2003, recuperación que demuestra que la creación empresarial es un fenómeno muy sensible a la situación social, política y económica, el Informe GEM nos sitúa a mitad de la tabla en el ranking de países desarrollados en cuanto al índice de actividad emprendedora, algo que, como explicábamos más arriba, suele tener unas consecuencias nefastas en la salud macroeconómica de cualquier sociedad.

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué seguimos estando lejos de sociedades tan emprendedoras como la norteamericana, la noruega o la australiana? Una mirada más próxima a los factores que apoyan o frenan el desempeño emprendedor nos ofrece conclusiones evidentes. Los factores que más influyen en cualquier sociedad moderna en el crecimiento de las actividades emprendedoras son, por este orden, programas y políticas gubernamentales, existencia de instrumentos financieros apropiados, educación y formación específicas, transferencia tecnológica e I+D, apertura de mercados internos y existencia de infraestructuras adecuadas.

æpermil;stas son por tanto las recetas que las Administraciones públicas deben elaborar para conseguir un aumento y una mejora cuantitativa y cualitativa de la actividad emprendedora, clave, como ya hemos señalado, en la generación de riqueza colectiva e innovación en nuestra sociedad.

De estos factores, dos se me antojan esenciales por el retraso que sufrimos en comparación con nuestro entorno, incurriendo en una clara desventaja competitiva, la consolidación de una diversificada estructura financiera que dé servicio al sector de las nuevas empresas y el desarrollo de una nueva política de formación en materia emprendedora que posibilite la introducción de estos conceptos en edades tempranas en el ciclo formativo.

La mayor carencia desde el punto de vista financiero, en mi opinión, está en el desarrollo de una sólida red de inversores informales, business angels, que aporten recursos financieros a los proyectos empresariales en sus fases iniciales, semilla y arranque, que posibiliten en definitiva la salida al mercado de proyectos innovadores y con potencial de crecimiento. La clave, y lo saben nuestros gobernantes, está en el tratamiento fiscal de las plusvalías.

La formación, esa asignatura pendiente en nuestros planes de estudio, es la otra clave de desarrollo, no sólo por lo que aporta en diferenciación y herramientas de gestión, sino, como bien saben nuestros vecinos franceses con su macrocampaña de los ochenta, por lo que aporta a la sociedad en cuanto a difusión y popularización de la actividad emprendedora. El nuevo Gobierno está aún diseñando sus políticas, esperemos por nuestro bienestar económico que acierten.

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