El futuro de la ganadería española
Sorprende el desconocimiento que existe en nuestro país respecto a la realidad económica, social y medioambiental que representa la ganadería y, especialmente, el esfuerzo realizado durante décadas para superar las restricciones impuestas por el medio físico y la climatología y poder consolidar un modelo de desarrollo ganadero viable. El asunto es aún más relevante si tenemos en cuenta que buena parte de la agricultura sólo será viable si existe una demanda para la alimentación animal (cereales, forrajes ). Y todo ello desempeña un papel clave en el equilibrio medioambiental, territorial y demográfico de una buena parte del país.
España ha logrado convertirse en el único país mediterráneo autosuficiente y exportador neto en carnes, no habiendo podido lograrlo en leche y productos lácteos debido a la existencia de un régimen de cuota lechera ya vigente, y muy restrictivo, cuando se incorporó a la UE. Hoy día la ganadería en nuestro país tiene una compleja estructura basada en un sector de cebo intensivo (porcino, avícola y terneros), en crecimiento y exportador, frente a un sector de cría o mixto cría-cebo con estructuras empresariales mucho más frágiles (ovino y vacuno mayor no lechero). A ello tendríamos que añadir el subsector lechero, en continuo proceso de modernización aunque muy condicionado, no sólo por la normativa europea, también por la aplicación autonómica del sistema de cuotas que impide una óptima relocalización productiva. Todas estas actividades se interrelacionan entre sí, a través de la compraventa de animales vivos para el cebo, que también provienen de otros países europeos.
La reciente reforma de la Política Agraria Común (PAC) admite cierta flexibilidad en su aplicación a los sectores ganaderos. Cada país tiene un considerable margen de maniobra que, en síntesis, permite excluir del llamado desacoplamiento de las ayudas, el 100% en las vacas nodrizas (no lecheras) y el 50% en las ovejas. ¿Qué significa esto? Para que todos lo entendamos, con ello se viene a decir que para percibir las ayudas será preciso seguir teniendo ovejas o vacas. Esta exigencia de mantenimiento de la actividad productiva es fundamental para el equilibrio del modelo ganadero español, así como para la conservación del medio natural en zonas de pastos. Muchas de las empresas ganaderas de ovino y de cría en vacuno obtienen una rentabilidad económica muy reducida, que gravita de un modo crucial sobre las ayudas y primas de la Unión Europea. Si estas subvenciones se concedieran en el futuro sin exigir el mantenimiento de la cabaña, como de hecho va a ocurrir con los subsectores agrícolas que quedarán libres de producir o no, es muy probable que muchas empresas decidieran disminuir o suprimir el ganado y, con ello, reducir drásticamente los costes de producción. Ello es así debido a que el objetivo central de la reforma ha sido 'el mantenimiento de las rentas de los productores', independientemente de otro tipo de exigencias de carácter medioambiental.
El objetivo central de la reforma ha sido el mantenimiento de las rentas de los productores, sin otras exigencias
En la actualidad, los agricultores y ganaderos, desconcertados y sometidos a un proceso de desprofesionalización acelerada, pueden caer en la trampa de preferir la alternativa más sencilla: que les den las ayudas y 'les dejen en paz'. Ahora bien, dichas subvenciones sin exigencias productivas, ¿cuántos años pueden durar? ¿Cuáles pueden ser los efectos socioeconómicos, territoriales y medioambientales a medio plazo? El modelo ganadero español depende críticamente de la existencia de ovejas y vacas nodrizas, dada la fragilidad de nuestro subsector lechero. Ha sido la expansión en la cabaña de este tipo de animales la base del reciente desarrollo y consolidación de la ganadería en España que, según profetizó Flores de Lemus en 1926 (Sobre una dirección fundamental de la producción rural española. El Financiero, 5-4-1926), constituye 'la dirección fundamental de la producción rural española'. Transformar la producción vegetal en sangre animal permite multiplicar el valor añadido, desarrollar producciones de alta gama, elevar las necesidades de empleo, ocupar y mantener el territorio. En muchas regiones españolas la agricultura dependerá en el futuro de la viabilidad de la producción ganadera.