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CincoSentidos

Un Dakar a medida

El Dakar tiene que ser muy duro, algo no accesible a todo el mundo, si no hablaríamos de otra carrera. Tiene que ser así aunque haya muchos pilotos que se desanimen y bajen las inscripciones', afirmaba un apesadumbrado Isidre Esteve al acabar su participación en el último rally Telefónica Dakar, en la que una avería le impidió conseguir una victoria histórica en la prueba que, finalmente, ganó su compañero Nani Roma. El romanticismo ha desaparecido de esta carrera que nació en 1978 como una especie de deseo de revancha sobre el desierto de su promotor Thierry Sabine, quien un año antes fue rescatado en situación límite tras permanecer perdido en la nada durante varios días cuando participaba en el rally Abidján-Niza.

Las imágenes de los dos caballos, los escarabajos o los Peugeot 504 escalando con dificultad las dunas del Sáhara han pasado a la historia, relevadas por la de los potentes automóviles, camiones y motos apoyados por equipos técnicos cada vez más profesionalizados. Las nubes de polvo que levantan estos modernos vehículos en su desesperada lucha contra el reloj enturbian el antiguo espíritu de aventura, pero no han conseguido enterrarlo.

La magia del desierto, el reto de conducir sobre la arena con la única finalidad de vencerla, de no quedar atrapado por sus suaves pero férreos abrazos, sigue atrayendo a muchas personas en nuestro país que, propietarias de motocicletas de competición o potentes y lujosos todoterrenos, se sienten frustradas de no poder disfrutar de todas las prestaciones de sus vehículos al no existir los espacios para los que fueron diseñados. Algunas agencias especializadas, como Alsahara Expediciones (www.alsahara.com), están empezando a abrir las puertas para que ese colectivo, compuesto en su gran mayoría por empresarios, ejecutivos, abogados y profesionales liberales, tenga la posibilidad de realizar en cualquier época del año su particular rally por el desierto de Mauritania, uno de los parajes más bellos e indómitos del Sáhara, donde se corren varias etapas del Dakar. Los clientes deciden el trazado y grado de dureza de los recorridos y el límite de autonomía que desean disfrutar; en su mano está contar con un guía que les ayude a no perder la ruta, algo frecuente en estos parajes, o fiarlo todo a su capacidad de orientación y navegación por la arena.

Intendencia

La oferta, totalmente personalizada, incluye el transporte de las motocicletas desde España, con sus trámites de aduana, en el caso de los motoristas, y la recepción en la frontera a aquellos automovilistas que no alquilen el vehículo en Mauritania. Tanto la intendencia como la infraestructura y las necesidades de agua, gasolina y transporte para motocicletas están garantizadas. Se trata de un recorrido de entre 8 y 12 días no especialmente duro, aunque en el caso de los motoristas es conveniente prepararse un poco o estar dispuesto a cubrir los tramos más sufridos en un vehículo de cuatro ruedas. El mayor riesgo es perderse entre las dunas, aunque es minimizado por la presencia de los expertos guías locales que viajan, si se prescinde de sus servicios como tales, en el equipo de la intendencia. En caso de accidente grave, la repatriación está asegurada en un tiempo razonable.

Nómadas y arena

El desierto mauritano está lleno de gente terriblemente hospitalaria. Cualquiera que lo recorra se sentirá atraído hacia el interior de esas jaimas que, como anacrónicas setas, crecen en las llanuras arenosas y en cuyo interior, sorprendentemente fresco gracias al dominio ancestral de la tecnología de las corrientes de aire, el visitante se encontrará con sonrisas amigables, conversación y tres vasitos de un té exquisito que crea adición.Afuera, espectaculares cañones, grandes extensiones cubiertas de piedras y rocas, interminables cordones de dunas, bosques de acacias varadas en la arena, palmerales que gravitan sobre la nada se suceden y combinan permanentemente hasta crear un paisaje incalificable y único. Y además está la costa, una gigantesca playa de más de 500 kilómetros donde se funden las arenas del mar y del desierto que, con la marea baja, se convierte en la carretera que une Nouakchott con el fantástico Parque Natural del Banco de Arguin y Nouadibú.Semioculta por la arena, la historia del país crea figuras fantasmagóricas en su agonía, como el perfil de la antigua y emblemática ciudad caravanera de Wadam que, colgada sobre un barranco, se va desmoronando piedra a piedra como ya ocurriera con la ciudad muerta de Tinigui, o con las ruinas de la fortaleza de Aguadir. En Chingueti, la séptima ciudad Santa del Islam y patrimonio de la humanidad, el avance inexorable de las dunas parece haber dictado una sentencia de muerte por asfixia.

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