Las raíces de la violencia de género
Ante debates como el actual sobre la ley integral contra la violencia de género es cuando cobra verdadero relieve la carencia de una información rigurosa que, caso de existir, facilitaría el acuerdo sobre las medidas más eficaces a adoptar para afrontar el problema y, además, evitaría que se derivase hacia temas estériles, como ocurre con la discusión entablada en torno a la denominada discriminación positiva.
Sobre violencia doméstica se tiene, en primer lugar, la información objetiva que se deriva de las actuaciones policiales y judiciales que tienen lugar ante la comisión de un delito o tras la presentación de una denuncia. De aquí se obtiene información sobre número de casos, evidentemente muy infraestimados, sobre tipología de víctimas y agresores y sobre algunas circunstancias de los delitos. De esta información se extraen conclusiones contundentes, como el abrumador predominio de mujeres entre las víctimas de los malos tratos, y ciertos indicios sobre causas, como el hecho de que muchas de las agresiones se produzcan cuando la pareja está en fase de separación.
El otro gran bloque de información estadística lo aportan encuestas como las del Instituto de la Mujer y el Centro de Investigaciones Sociológicas. En éstos, cuyos resultados se pueden contrastar con la anterior información objetiva, además de preguntar por hechos reales de violencia, se suele preguntar por opiniones en un intento de profundizar en la materia. No obstante, con ser valiosas ambas informaciones, sus limitaciones para el análisis son importantes. Además de darse también infraestimaciones a causa de un temor que no se consigue soslayar ni siquiera con la garantía de confidencialidad de las entrevistas, estos estudios tropiezan con otros inconvenientes cuando indagan en materias de opinión, muchas veces reflejo de la eficacia de campañas publicitarias o de factores ideológicos, más que producto de una reflexión ecuánime difícil en materias de fuerte componente afectivo.
De este modo, en el Eurobarómetro 51, que realizó la Comisión Europea en 1999, se realizó una pregunta con multirrespuesta sobre opiniones acerca de cuáles eran las causas de la violencia doméstica en Europa y se introdujeron como el alcoholismo o la adicción a las drogas, respuestas que suscribieron más del 90% de los entrevistados, como si ambas circunstancias en las que se pueden encontrar quienes agreden a su pareja fueran el origen del problema en lugar de ser, como parece obvio, un falso mecanismo de evasión de otros problemas que permanecen ocultos. Los componentes ideológicos en los estados de opinión resaltan en la práctica coincidencia entre el 47% de quienes opinaban que las creencias religiosas eran causa de la violencia doméstica con el 46,1% de quienes, criminalizando a la mujer, declararon que la violencia tenía por causa su comportamiento provocador.
Los inconvenientes señalados muestran la necesidad de complementar los referidos datos cuantitativos con estudios de tipo cualitativo. Un ejemplo es el realizado por Inés Alberdi y Natalia Matas sobre los malos tratos a las mujeres en España (Fundación La Caixa, 2002), en el que repasan el papel jugado por la religión católica, desde la epístola de San Pablo, donde queda clara la subordinación de la mujer al marido, hasta hoy, en que la Iglesia sigue viendo en la mujer el principal sostén de un matrimonio que considera indisoluble. Las autoras inciden también en la manera en que la consideración religiosa del papel a desempeñar por la mujer, de gran calado social, se ha venido complementando con el tratamiento que ha recibido en el mundo cultural y en los medios de comunicación, recordando ejemplos lamentables, como el comentario vertido por Umbral en una de sus columnas periodísticas: 'La hembra violada parece que tiene otro sabor, como la liebre del monte, nosotros ya sólo gozamos de mujeres de piscifactorías'.
De verificarse hipótesis como las señaladas por ambas autoras, se tomaría conciencia de la dimensión de un problema que, por su arraigo religioso y cultural, requiere un tratamiento muy profundo y, desgraciadamente, de larga gestación.
Lo que será importante es vencer las resistencias que ya comienzan a observarse por parte de quienes, habiendo contribuido a forjar un orden social basado en la sumisión femenina, difícilmente mostrarán esa grandeza espiritual, que últimamente brilla por su ausencia, necesaria para reconocer que, en buena medida, han venido impulsando que se desatara la violencia contra unas mujeres a las que no se consiente el ejercicio de su libertad.