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Columna
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Europa europea

El 12 de junio, 450 millones de europeos estarán reflexionando sobre su voto en las elecciones al Parlamento europeo. Otro 12 de junio, el de 1985, se firmó el Tratado de adhesión de España a las Comunidades Europeas. Estos 19 años han sido la historia de un éxito.

Los españoles éramos entonces, y lo seguimos siendo, naturalmente europeístas. Pero ya no nos basta con reclamar mas Europa. Nos gusta Europa. Pero ahora se trata de saber de qué Europa se trata, porque el proyecto de garantizar la paz, a través de la integración económica está cumplido.

Por ello, tiene interés recordar el significado histórico de la fecha en la que se inicia esta campaña electoral.

Donde Europa ha estado unida, en Doha y en Kioto, la Unión nos ha hecho fuertes

El 27 de mayo se cumplirán 50 años de la firma del tratado por el que se creaba la Comunidad Europea de Defensa, impulsada por EE UU para rearmar a Alemania e integrarla en la OTAN frente a la URSS.

Aunque era una 'Europa americana', los entusiastas del momento evocaban ya un proyecto que incluía moneda común y una Constitución para la Europa política. Pero esa fue la historia de un fracaso. Lo que los Gobiernos pactaron no lo quisieron los pueblos. Las heridas de la guerra estaban abiertas y una mayoría de gaullistas y comunistas votó en contra. También el azar de las circunstancias condicionó el devenir de los tiempos. Después de ese 27 de mayo, Stalin murió, se acabó la guerra de Corea y Francia fue de nuevo derrotada en Dien Ben Phu.

Quizá sin esos acontecimientos la Europa política hubiese llegado, sin el Reino Unido, de la mano de una Europa de la defensa que ahora es difícil concebir sin los británicos y que, quizá por eso, no acaba de nacer. Europa se salvó así de ser un producto de la guerra fría, aunque, cuando se hundió el muro de Berlín, algunos dijeron que la UE había perdido su razón de ser.

Cegado ese camino, unos hombres visionarios decidieron suprimir las fronteras dando un largo rodeo por lo económico. No para hacer frente a un enemigo exterior y común sino a su propia potencial enemistad. Al día siguiente de que EE UU obligase a Francia a retirarse de Suez, y los tanques soviéticos dejasen claro en Budapest que no habría reunificación alemana, Adenauer y Guy Mollet abrieron el camino del Tratado de Roma

Así, el Mercado Común es el primer acto de independencia con respecto a los EE UU y piedra fundacional de una 'Europa europea'. Donde esa Europa ha estado realmente unida, en Doha y en Kioto, la Unión nos ha hecho fuertes. Pero donde la unidad era de fachada, como en Palestina, sólo hemos podido practicar la diplomacia del verbo y del cheque. Pero quizá los europeos no nos hubiésemos enterado de cuán divididos estábamos realmente si la crisis de Irak no hubiese explicitado las diferentes concepciones de Europa de unos y otros.

Para algunos países, y por supuesto para los socialistas españoles, Europa debe ser un actor global capaz de actuar autónomamente en todas las dimensiones de la política. Y estar dispuesta a mantener posiciones antagónicas con EE UU en los temas trascendentales de la paz y la guerra, los equilibrios ambientales globales, la justicia penal internacional, el comercio y el desarrollo mundial.

Pero para otros, y en particular la derecha española, la Unión es sobre todo un espacio de cooperación económica, basado en la desregulación y la liberación a ultranza de la actividad económica, cuya seguridad es subsidiaria de la protección americana. La segunda de estas opciones, representada hasta ahora en solitario por británicos y escandinavos, pudo llegar a ser mayoritaria gracias a la ampliación y al radical cambio de actitud ante Europa que protagonizaron Aznar en España y Berlusconi en Italia. Ello confiere toda su importancia al cambio en España, que ha inflexionado la trayectoria política de Europa.

Obviamente, la relación con EE UU manifestada en torno a la guerra de Irak no es la única discrepancia que enfrenta a las concepciones de Europa. Pero sobre ella se alinean las demás. Quizá no sea casualidad que los países que se han posicionado con EE UU defiendan un modelo más parecido al liberalismo americano que al de la economía mixta y la mayor intervención pública centroeuropea.

Los europeos, escarmentados por la experiencia de la Comunidad Europea de Defensa, hemos eludido, durante 50 años, plantearnos explícitamente la dimensión de nuestras ambiciones políticas para esquivar las reticencias nacionales. Pero la propia acumulación de las competencias transferidas a la Unión ha llevado al punto en el que la cuestión de la identidad política de Europa no puede ser pospuesta.

La participación en las próximas elecciones, y su resultado, formarán parte de una respuesta que está por escribir.

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